Me senté en la silla de mi oficina, me temblaban las piernas, no sé cómo logré mantenerme firme como si nada. Qué mujer tan desagradable es Ana Carolina. Pero no esperaba que las cosas se desarrollaran así. Vaya, cuando me abrazó por la cintura para evitar que me cayera y me atrajo hacia su pecho, me sorprendí muchísimo. Claro que sentí la dureza de su impresionante miembro en mi espalda y eso me despertó, pero cuando me susurró al oído que no me moviera, un calor me recorrió el cuerpo dejando mis bragas mojadas y ardiendo. Hacía mucho que no sentía eso, desde aquel baile. Y mi jefe estaba duro como una roca, apretándome la espalda... ay, no sé si este trabajo durará.—¡Catarina, estás hecha polvo! —me dije. Tomé mi celular y le envié un mensaje a Mel. Necesitaba decirle que conocí el jefe, así que escribí: "Conocí a mi jefe". No tardó mucho en responder: "¡Apuesto a que te agarró en la oficina!". Sonreí y le respondí: "De verdad que me agarró. Te lo diré en la cena". Envié el mensaje

Le conté a Marina lo que pasó con el padre de mi hijo, lo increíble que fue esa experiencia y cómo me cambió la vida, y cómo después decidí no volver a involucrarme con nadie. Me miró sonriendo, pero de repente recordó algo que la hizo desvanecer y dijo:—Te pareces a Alessandro. Él también se encerró en el amor. Había conocido a una chica y estaba con ella cuando recibió la noticia de la muerte de sus padres. Estaba angustiado. Cuando la volvió a buscar, había desaparecido como el humo. Intentó encontrarla, pero no pudo y aún no lo ha superado.—Mari, ¿cómo murieron sus padres? —pregunté con curiosidad.—Tuvieron un accidente de helicóptero cuando regresaban de una fiesta. El padre de Alessandro recibió información de la empresa y tuvo que regresar a toda prisa. Alessandro se quedó en la fiesta con la chica; sus padres no pudieron encontrarlo para despedirse y dejaron un mensaje a los padres de Patrício. Pero en la fiesta, Alê recibió la noticia de la muerte de sus padres. —dijo Mari

Después del último mensaje de mi jefe, ya estaba furiosa. Si cree que me voy a quedar en un rincón, temiéndole, está muy equivocado. Nunca había reaccionado así ante un hombre. Nunca he sido tan atrevida, siempre he sido contenida, nunca me he comportado de forma libertina ni impulsada por impulsos sexuales ni nada por el estilo, pero no sé cómo este hombre logra despertar la zorra que llevo dentro. Simplemente no puedo controlarme.Salté de la cama y abrí el armario. Cogí un vestido negro que, a pesar de parecer elegante y apropiado para la oficina, me hacía ver muy sexy. Era muy ajustado, me llegaba a medio muslo y tenía un escote en V que dejaba entrever mi escote sin ser vulgar. Elegí unos tacones rojos, un conjunto de lencería negra con braguitas diminutas para que no se notara el vestido y decidí llevar el pelo suelto. No fue una decisión muy profesional, pero era aceptable y no me importaba. Iba a amargarle el día y se arrepentiría de ser graciosa. Iba a la guerra.Tuve que mad

“Alessandro”Estaba en el restaurante con Patrício y le conté todo lo que pasó, y me miró en shock.— ¡No puedo creer que no lleve bragas con ese vestidito tan provocativo!Cuando dijo eso, me di cuenta de que estaba muy expuesta y que podría acabar en una situación embarazosa lejos de mí. Eso no estuvo bien. Pero le rompí las bragas y, aunque no las hubiera roto, no se las devolvería.— ¡Hermano, esta mujer me está volviendo loco! Hoy parece que decidió poner a prueba mis límites.— No te quejes, hermano, tú empezaste. ¿Qué esperabas?— Tío, le dije que volviera temprano a casa solo para provocarla y, claro, iba a provocarla un poco, pero no iba a tocarla. Simplemente no pensé que vendría lista para la guerra, con ese vestidito ajustado que enseña demasiadas piernas al sentarse y esos zapatos tan sexis. En cuanto la vi, perdí la cabeza. Es frustrante, no puedo controlarme con ella.- Y ella tampoco, al parecer. Alessandro, no hay vuelta atrás, ya te cubre las espaldas, algo inevitabl

Salí de la oficina de Alessandro con las piernas temblorosas. ¡Ese imbécil casi me hace correrme otra vez! Me dejó en llamas, ese cobarde. Pero no se quedará así. Necesito encontrar la manera de no dejar que me afecte y evitar que me arranque las bragas, o incluso que se acerque a ellas por el resto de su vida. Necesito pensar en algo y tenía que ser algo comparable a lo que él hizo; ya había cruzado la línea peligrosa. Y entonces renunciaría y volvería a mi antiguo trabajo.Estaba frustrada y muy enojada. Cuando Patrício entró en mi oficina, yo estaba luchando con el archivo. Ni siquiera se atrevió a decir nada, pasó de largo y entró en la oficina de su amigo.Cuando Celeste entró en la oficina y dijo que se iba a ir un rato, tuve una idea. Y era una idea que el diablo me había metido en la mente, porque era malvada.—Celeste, ¿te importaría pasar por la panadería de enfrente y comprarme un trozo de tarta de chocolate? La de chocolate con leche y cerezas encima.—Claro que no, Cat. T