POV Ruth.Ya quiero llegar a Milán, muero por abrazar a Emilia, sentirla cerca y preguntarle cómo van las cosas con el Ruso. La curiosidad me quema, pero aún más me carcome la necesidad de saber que es feliz.Alec tiene un temperamento fuerte, tan intenso que a veces puede rozar con la prepotencia. Sin embargo, su mayor debilidad es, sin lugar a dudas, mi amiga.Ese hombre ha puesto el mundo a sus pies. La ama con una fuerza que hiere y que envuelve al mismo tiempo, con un amor que nació el primer día que la vio. Ni los años ni la distancia han logrado enfriar esa pasión que se nota incluso en su mirada.Y aunque Emilia se negó al principio a aceptar lo que sentía, ahora cada gesto, cada respiración, cada parpadeo delata su deseo: muere por él.—¡Qué lindo es el amor cuando es correspondido! —murmuro, mientras un nudo de ternura me aprieta el pecho.Esos rusos saben llegar hasta lo más profundo del alma, hasta lo que duele y lo que se anhela, hasta lo que uno apenas se atreve a sentir

POV Emilia.—Emi, debes ser fuerte… —su voz tiembla, rota, aunque intenta sonar firme—. Ahora es cuando debes mostrar de qué estás hecha…Sus palabras me atraviesan como un puñal. Mi pecho se contrae, mi garganta arde. La parte más frágil de mí quiere derrumbarse, gritar, llorar, pero otra, escondida y feroz, comienza a despertar, rugiendo bajo la piel.—Díganme… ¿dónde está Alec? ¿Por qué no viene con ustedes? —mi voz suena quebrada, pero cada palabra me quema en la boca.Leandro baja la mirada, como si quisiera huir de mis ojos. Sus labios tiemblan antes de soltar la verdad.—Hombres del estado de Amet… se lo han llevado. Lo acusan de haber asesinado a su propio padre… —su voz es apenas un hilo, cargado de dolor e impotencia.Siento un golpe frio en el pecho. El aire me abandona, mis piernas flaquean como si el suelo hubiera desaparecido bajo mí. Mis ojos se abren incrédulos, ardiendo por las lágrimas que no quiero dejar salir."¿Mi suegro muerto? ¿Y Alec acusado de ello? ¿Qué maldi

POV Amet.Me dirijo al aeropuerto para asistir al desfile de mi nuera. Esa pequeña pelirroja me ha regalado la dicha de ser abuelo, y siento que ella será la llave para abrir el portón del perdón de mi hijo. Aun así, la culpa me carcome como un animal hambriento en las entrañas.—Majestad, podemos retrasar unas horas su vuelo. Han encontrado a la princesa Layla —anunció Jamal.Un escalofrío me recorre la nuca. La sensación de estar bajo una mirada constante nunca me abandona. El aire pesa más con cada respiro, y el recuerdo de ella me hunde en un pantano invisible.—No, Jamal. Seguiremos la ruta. Si logramos distraer al enemigo, quizá obtengamos un par de días de calma. Antes de salir del túnel… ordena que un automóvil nos intercepte.El vehículo se detiene en la penumbra. El motor se apaga y, con él, siento que se detiene mi respiración. Descendemos antes de alcanzar la salida.Tan solo me acompaña mi hombre de confianza. A los demás los he desterrado de mi cercanía: no puedo soporta

Narrador Omnipresente.El avión privado desciende sobre una de las provincias aledañas, donde ya aguarda la reunión con los hombres de confianza de Amet.Emilia llega junto a Leandro y Baza a Oriente Medio con el corazón desbocado, golpeándole el pecho como un caballo en fuga, tan fuerte que cada latido amenaza con arrebatarle el aliento.Al bajar del avión, la deslumbra el esplendor del lugar: una villa majestuosa de estilo moderno, propia de mediados de los años dos mil.Sus muros claros relucen bajo el sol; las líneas rectas se combinan con amplios arcos de inspiración árabe, y los ventanales de vidrio ahumado reflejan el cielo abrasador. Jardines de palmeras y fuentes rodean la construcción, mientras el mármol blanco brilla en los senderos, proclamando lujo y poder en cada rincón.Dentro, el gran salón impone aún más. Techos altos con lámparas de cristal, columnas de mármol beige, sofás de cuero oscuro y mesas de madera pulida conforman un contraste solemne.Alfombras persas cubre

POV Alec.La condena de Sarahí puede parecer despiadada, pero no lo es. Era una mujer enferma de poder, consumida por un deseo que la devoró hasta volverla un monstruo. Una mujer que no supo detenerse.Esa malditâ asesinó a mis bebés: los hijos que Roxana cargó en su vientre, niños inocentes que nunca vieron la luz… sacrificados por una ambición desmedida.Ese es un dolor que siempre estará en mi pecho. Mis pequeños ángeles que vivirán en mi memoria y nunca olvidaré.No sé si su alma algún día encontrará la paz, pero mi perdón jamás lo obtendrá en esta vida. Ni en la otra.El informe que Amet entregó a Emilia revelaba aquello, junto con cada uno de los abortos que ella y su padre provocaron en las otras esposas de mi padre.Mi cuerpo, poco a poco, se ha ido recuperando de la golpiza que esa mujer y sus cómplices me propinaron.Aún siento los huesos crujir cuando respiro, aún me arden las muñecas donde las cadenas laceraron mi piel. Pero más me duele el recuerdo… la humillación, la rab