Esa noche, Máximo por fin regresó a casa. Apareció en el umbral tambaleándose, con el aliento cargado por el hedor del alcohol barato y todo su cuerpo impregnado del inconfundible aroma de Olivia: jazmín nocturno, almizcle blanco y un leve rastro de hoja plateada, un perfume conocido por sus efectos afrodisíacos. Bastaba con olerlo para imaginar la escena ardiente que acababa de tener con su madrastra.Apenas cruzó la puerta y me vio sentada en el sofá leyendo, se acercó con una sonrisa y los brazos abiertos, como si no hubiese ocurrido nada. Pero, esta vez, sin alterarme, lo detuve, apartándolo con firmeza.—Máximo, por favor, ve a ducharte —dije con frialdad, mirando las marcas de besos en su cuello, las cuales él cubrió instintivamente con la mano.—Perdón, Evelyn —murmuró—. Aunque no importa. Olivia ya está embarazada, así que ponto podrás estar conmigo como mi pareja oficial —añadió, como si eso pudiera cerrar la herida abierta en mi corazón. Cerré los ojos y respiré hondo, o
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