CAPÍTULO 80. De la desesperación a la resoluciónSe escuchó un clic seco, metálico, como un aviso fatal. Pamela giró con rapidez, todavía con el arma en la mano, pero no fue lo suficientemente rápida. Una ráfaga de disparos la golpeó de lleno en el pecho, y su cuerpo se sacudió como una marioneta sin hilos antes de desplomarse sobre el suelo de madera con un grito sordo.Jackson se lanzó de inmediato sobre la cuna para cubrir a Joy con su cuerpo. El instinto paternal siemrpe era más fuerte que el miedo, e incluso que la necesidad de proteger a su propio padre. Joy siempre estaba primero, joy estabpor encima de todos.Mientras tanto, Ivan, con el rostro tenso y sin un atisbo de duda, le seguía disparando a Pamela. No una, ni dos, sino varias veces más, sin importarle que estuviera ya en el suelo retorciendose de dolor, simplemente parecía querer reconfirmarle por qué una serpiente arrastrada como ella debía quedarse en el piso.Las balas no eran letales, pero sí de goma dura, disparada

CAPÍTULO 82. De un oscuro inicio a un final felizUn año había pasado desde que por fin sus vidas habían cambiado para siempre. Ahora, la casa estaba llena de globos, serpentinas y risas infantiles porque Joy estaba a punto de cumplir su primer año. Maggie y Jackson estaban emocionados, más nerviosos que en cualquier otra celebración familiar. Habían organizado una fiesta sencilla pero llena de detalles cariñosos; todo pensado para que la pequeña tuviera un día inolvidable… al menos para ellos, porque Joy de comer tierra no pasaba todavía.—¿Crees que le gustará el pastel? —preguntó Maggie mientras colocaba un gorrito con orejas de conejito sobre la cabeza de Joy.—Si no le gusta, le damos más globos, que esos no le ponen la popó tan olorosa —bromeó Jackson mientras inflaba un globo azul.Joy, ajena a todo, gateaba feliz por el jardín, entretenida con un par de juguetes que había recibido como regalo anticipado. Su risa era contagiosa y hacía que cualquiera que la viera se sintiera fel

UN ÁNGEL EN GARANTÍA. CAPÍTULO 2. Las hermanas HorvathEl aroma a masa horneada llenaba la cocina. Sarika había pasado toda la mañana preparando empanadas, tal como le había enseñado el chef de la casa, aunque nadie lo sabía. Cada pliegue de masa, cada relleno, lo había hecho con cuidado y un poco de esperanza. Quería que ese día, por una vez, alguien le dijera algo amable en esa casa.Colocó el plato con empanadas recién hechas sobre la mesa del comedor, aún tibias, justo cuando la puerta principal se abrió. Oyó las llaves, el golpe seco de la puerta, los pasos pesados.—Papá ya llegó —dijo, acomodando servilletas con manos nerviosas.—¡¿Y qué demonios es esto?! —gritó Dorina, su hermana menor, entrando con su natural aire de superioridad y su perfume caro.Antes de que Sarika pudiera responder, Dorina le dio un revés al plato, que cayó al suelo con un golpe sordo, esparciendo empanadas y migas por todos lados.—¡Saca esa asquerosidad de la mesa! —espetó, con el rostro torcido de asc

UN ÁNGEL EN GARANTIA. CAPÍTULO 4. Un angelito tatuado y musculosoIvan se sirvió un trago de vodka antes de las once de la mañana. ¡Mala señal!Pável lo observaba desde la puerta de la oficina en el ala norte del castillo. Sabía que el gesto era más costumbre que necesidad. Ivan Arasof no necesitaba el alcohol para endurecerse, ya venía así de fábrica.—¿Estás seguro de este trato, jefe? —preguntó Pável, cruzando los brazos.Ivan no respondió de inmediato. Sostenía el vaso sin beber, mirando el expediente abierto sobre su escritorio, con el nuevo contrato firmado. Un papel que decía, básicamente, que una persona ahora estaba bajo su custodia, para su uso y disposición, como si fuera un auto, un cuadro o un caballo.—No. No me gusta esto —murmuró, cruzando los brazos—. No sé en qué estaba pensando Zoltan Horvath. ¿Quién ofrece a su hija como garantía?Pável alzó una ceja mientras miraba en dirección a la carretera principal, por donde la futura rehén debía llegar dentro de poco.—Un ho

UN ÁNGEL EN GARANTÍA. CAPÍTULO 6. Normas, sospechas y pan de queso—¡¿Qué parte de "no me toques" no entendiste?! —rugió Ivan, retrocediendo con un gesto de mol,0estia, mientras se sacudía el brazo como si ella fuera pegajosa.Sarika lo miró como si acabara de patear a un cachorro. ¡Ni que fuera una serpiente venenosa o algo así! Pero se aseguró de dar un paso atrás, con las manos en alto.—¡Perdón! Fue… fue sin querer. Es que… estoy agradecida y reaccioné sin pensar —balbuceó.—Agradecida o no, mantén tus manos lejos de mí. ¡Terminantemente prohibido! ¡Distancia de pandemia! ¡Siempre! —La miró sin disimular su desprecio porque ella evidentemente quería seducirlo—. No quiero que me toques, no quiero que me mires, y si vas a hablar, que sea para disculparte.Sarika bajó la cabeza, tragándose la vergüenza como un trago amargo.—Entendido. Lo siento.Ivan dio media vuelta con un bufido, y sus pasos se alejaron con fuerza, marcando su fastidio.Sarika se quedó en la habitación, con las me