ArianeSi para eso tengo que pasar por aquí, bueno, lo haré:- Sí, puedes ir. Pero no quiero que sepa que tengo algo que ver con esto.- Muy bien, señora. Haré todo lo posible para satisfacerlo.- Muchas gracias, después podrás venir a recoger tu paga.- No, señora, desde hace tiempo que espero este momento, no necesito compensación. Entonces, hasta luego.Tengo el corazón hecho trizas al verla marchar para conquistar a mi hombre, sí, mi hombre. Corro al baño para llorar. Es la primera vez que lloro desde la muerte de mi madre. ¡Pero duele tanto! Aún no lo ha hecho, pero es como si lo hubiera hecho. Va a acostarse con otra mujer. Lloro a gusto durante unos treinta minutos.AuracioEstamos conversando en mi oficina cuando la gerente de este club entra y me pide hablar a solas. Estoy bastante sorprendido. Marco también, ya que no tenemos secretos con Marco en lo que respecta a las cuentas de la empresa. Pero le pido a Marco que nos deje solos.Quiero saber qué tiene que decirme.- ¿Qué

Ariane—Estaba bailando, te lo dije, ¿no?Parezco tener una seguridad que, en realidad, estoy lejos de sentir. Él apoya una esquina del muro con unas cuerdas, sujetándolas a un punto de anclaje, y entonces recuerdo un documental que vi sobre la vida de los dominantes con sus sumisas que puede ser una mujer o un hombre . Así, funciona como un tic en mi cabeza: estamos en una mazmorra (un espacio creado especialmente para la práctica de la dominación). Como este tipo de comportamiento no es muy tolerado en la sociedad en la que vivimos, la mayoría de las personas que participan en estas prácticas lo ocultan en sus casas, creando pequeñas habitaciones bien escondidas de los ojos de todos. Los dominantes también envían a sus sumisas allí para sesiones de castigo.Puedo ver a dónde me ha llevado, para castigarme... Yo, que pensaba que, enloquecido de rabia, me gritaría y luego me haría el amor apasionadamente, como suele hacerlo.Cuando despierto de mi reflexión, mis muñecas están atadas a

ArianeMe pongo sobre su sexo y me siento lentamente. Y vuelve a empezar, algo que nunca dejaré de hacer. A la mañana siguiente, mi rey me trae el desayuno a la cama. Empiezo a reencontrarme con mi hombre, lo he echado tanto de menos, por fin, lo voy recuperando poco a poco. El médico gracias a quien fui encontrada, lleva una vida muy feliz con su familia en Japón, quiso ir a esconderse allí, ya que tiene una familia. Hemos engordado bien su cuenta bancaria antes de que se fuera. Estaba muy feliz, ya no tiene que trabajar por el resto de su vida. - Hola, mi reina.- Hola, mi rey.- Te he traído comida. Pensé que necesitarías mucho descanso después de anoche. - Deberías decir más bien esta mañana. - Sí, ¿cómo estás? - Soy la más feliz del mundo. Tengo a mi prometido que me adora y me lo demuestra, pronto tendré tres pequeños corazones que espero con ansias. ¿Qué más podría pedir? Soy muy feliz, pero muy cansada y, sobre todo, llena de dolor. - He pedido a una masajista profesiona

Ariane - Y voy a contactar a decoradores para la organización de todo. Hoy es mi ceremonia de compromiso, todo está listo. Me miro una vez más antes de girar hacia mi rey, él se mira en el otro espejo, lleva un conjunto de tres piezas de un traje de Edouardo Secchi, un italiano mundialmente conocido por vestir solo a jefes de estado y aristócratas. Se trata de un traje de color negro, fabricado con materiales de alta calidad y con hermosos detalles de acabado en terciopelo sobre los bolsillos y un forro interior notablemente llamativo. Es magnífico, parece un príncipe. Se vuelve hacia mí y me mira de arriba abajo, mi atuendo me queda muy bien: llevo un vestido rojo que me ajusta ligeramente en la cintura, con un escote profundo en mi pecho. Una larga abertura va desde los tobillos hasta los muslos. Nos miramos durante un largo momento, cada uno admirando al otro. Fue el primero en hablar: - Eres tan hermosa como una diosa. - Gracias, eres magnífico. Voy a causar celos a todas la