Capítulo 102 —El ConsentimientoNarrador:Pasaron solo unos días, pero fueron suficientes para que la salud de Charlotte comenzara a desmoronarse de forma visible. El color se le fue de la piel, las ojeras se marcaron con una sombra violenta, y su cuerpo, siempre tan erguido, tan altivo, empezó a encorvarse como si le pesara el alma.Una madrugada, mientras intentaba levantarse sola del sofá, se desplomó en el suelo de la mansión. Fue el ama de llaves quien la encontró, aún consciente pero sin fuerzas para levantarse. El personal llamó a emergencias sin dudarlo.Cuando Cédric llegó a la clínica, Charlotte ya estaba internada en una sala privada. Respiraba con dificultad, pero estaba lúcida. Aun así, se negaba a recibir tratamiento. Había firmado una directiva previa para no ser sometida a más intervenciones. Estaba decidida, estaba lista.Pero Cédric no lo estaba. La médica de guardia se lo explicó con voz baja, prudente, pero clara.—Sabemos que la señora Lafay firmó un consentimiento

Capítulo 104 —Empieza el descubrimientoNarrador:La Fundación estaba en penumbras. El ala administrativa cerraba temprano y solo quedaban algunas luces de emergencia encendidas. Cédric cruzó el pasillo con paso firme, pero silencioso. Llevaba en la mano el juego de llaves maestras y una excusa ya preparada por si lo sorprendía algún guardia. Pero no lo hizo nadie.Llegó al archivo central. Miró a ambos lados. Nada. Giró la llave, empujó la puerta y entró. Cerró detrás de sí con un clic sordo.Dentro reinaba el silencio absoluto. El aire olía a papel viejo, tinta y metal. Las estanterías se alzaban como soldados dormidos. Buscó la sección que correspondía a las intervenciones neurológicas. Recorrió con el dedo los rótulos hasta llegar a la letra D.Empezó a revisar los archivadores uno a uno. Algunos registros eran demasiado antiguos, otros demasiado recientes. Se hundió entre carpetas, informes, etiquetas borrosas. La ansiedad le zumbaba en la cabeza. Hasta que lo encontró. Un expedien

Capitulo 106 —Estas dentro mioNarrador:Un par de días más tarde, la ansiedad volvía a colarse bajo la piel de Cédric. La investigación lo tenía atrapado, le removía algo muy profundo que no lograba sacudirse, pero al mismo tiempo, había una luz distinta en sus días. Desirée, aunque no lo admitiera abiertamente, estaba más receptiva. Lo buscaba más. Le hablaba con menos escudos. Y eso, por pequeño que fuera, lo hacía sentir que el mundo no era tan oscuro.Charlotte recibió el alta ese mediodía. Estaba débil, con el rostro más pálido que de costumbre, pero entera. Caminaba con la espalda recta y el gesto orgulloso que ni la enfermedad parecía doblegar. Cédric la acompañó hasta la salida de la clínica sin decir demasiado. La ayudó a subir al coche, se acomodó a su lado y condujo en silencio hasta la mansión.Cuando entraron y el personal se retiró, ella se dejó caer en uno de los sillones del salón principal. Cédric se quedó de pie, observándola.—Vas a necesitar ayuda para moverte los

Capítulo 108 — Yo soy el esposo de Charlotte. Tu hija.Narrador: Salieron de la Fundación sin ser vistos por nadie. No cruzaron pasillos concurridos ni se detuvieron a saludar. Cedric conocía bien las rutas internas del edificio, y Desirée caminaba junto a él con paso firme, como si cada centímetro de distancia que acortaba con él fuera también una victoria personal.Al llegar al coche, él le abrió la puerta sin decir palabra, y ella se dejó acomodar con esa media sonrisa que le nacía cada vez que él se comportaba así… tan atento, tan suyo.Una vez dentro, él se puso al volante y arrancó con suavidad. El motor ronroneó como si supiera que el silencio entre ellos valía más que cualquier música. Cedric conducía con una mano, la izquierda en el volante, mientras que la derecha reposaba sobre la pierna de Desirée, acariciándola despacio. Un roce constante, firme, pero sin exigencias. Como si la necesitara cerca, pero sin urgencias.Ella bajó la mirada hacia su mano y, sin decir nada, le a

Capítulo 110 —Lo quiero todoNarrador:La puerta se cerró con un leve clic detrás de ellos, y Desirée apenas alcanzó a girarse cuando Cédric la empujó contra la pared, besándola con una urgencia que le arrancó un jadeo ahogado.—Cállate —susurró ella, entre risas, sintiendo cómo la respiración se le cortaba —Mi abuela está del otro lado del pasillo.—Entonces hazme callar tú —murmuró él, mordiéndole el cuello sin remordimientos.La besó con la boca abierta, desesperado, mientras una de sus manos le subía la camiseta y la otra le bajaba la ropa interior con una facilidad que le erizó la piel. El roce de sus dedos calientes, hambrientos, la hizo temblar.—Dios… —jadeó Desirée, con la frente contra su pecho —No podemos hacer esto aquí.—Ya lo estamos haciendo —le respondió él, bajánsole los pantalones mientras la guiaba hacia la cama sin dejar de besarle la boca, el cuello, la clavícula.Tropezaron con una silla y ella soltó una carcajada, tapándose la boca con ambas manos.—¡Cuidado! —le