Irina salió con Rachel de la mansión Salvatore sintiendo pesar por no haber podido hablar con Alex. En la mañana discutieron, y con la llegada de Isabella que tanto necesitaba hablar con él menos pudieron si quiera cruzar palabras. Alex se había dedicado a su hermana y a Irina le daba gusto. —Esto será muy rápido —advirtió Irina a Rachel mientras iban en camino. Rachel hizo un puchero infantil. —Me gustaría ver que hace el detective —Rachel hizo una pausa—. Me gusta, pero es tan extraño. Irina frunció el ceño. —Yo no lo veo extraño, creo que es un buen hombre, dedicado a la justicia. —Sí, pero tan intenso en cuanto se refiere a ti, creo que le gustas. Irina negó con la cabeza. —Conmigo no tiene oportunidad. — ¡Lo sabía! ¿Te dijo algo? —No exactamente —dijo Irina incomoda—. Estaba borracho, triste y frustrado, posiblemente le habría declarado su amor a una calabaza. Aunque no se me declaró. —Sé que a ti no te gusta, pero si él siente cosas por ti lo

Al amanecer, previo a que los niños se levantaran, Irina y Alex disfrutaban de su tiempo juntos. Despiertos desde muy tempano porque hoy el día sería muy duro. Alex estaba sentado en el borde de la cama, ya estaba completamente vestido y se ajustaba los zapatos. Irina se le acercó por la espalda y lo abrazó, colocando su barbilla en su hombro. —Quiero que vengas conmigo al hospital. Irina hizo un mohín. —No lo sé Alex, no creo que mi presencia le haga bien a Bianca. —No quiero esconderte. —Debemos ser cautos. —Creo que justo lo contrario, pues si lo que me conviene es la muerte de Bianca para librarme de ella, no pude ser yo quien hackeara la lista de órganos. —Nadie tiene que culparte. —Tu amigo Santiago no tardará en dar con la hipótesis. Irina lo pensó un momento. —Creo que podríamos confiar en Santiago. Alex hizo un sonido de inconformidad. —No iré como cerdo al matadero. —Pienso que él podría ayudarnos. Fue quien acabó con la ame

Irina y Alex se separaron cuando las ocupaciones de Alex lo reclamaron en su oficina, ella fue a buscar a Rachel, pero le informaron que aún no llegaba. Irina observó su reloj, faltaban 10 minutos para la hora de entrada del primer turno. Era raro, Rachel siempre estaba antes, pero dado que la noche con Santiago quizás fue apoteósica, sonrió y decidió ir a la oficina de Alex, detestaba quedarse sin hacer nada. Irina asomó la cabeza con una sonrisa tímida. — ¿Puedo pasar, doctor Salvatore? Alex alzó la vista desde su escritorio lleno de carpetas. Al verla, algo en su expresión se suavizó al instante. —Claro que puedes —Irina entró y él se levantó de su silla y fue por ella, la besó como si no la hubiera visto en un año, dejándola sorprendida y sin aliento, ambos abrazados y con el corazón desbocado se miraron con pesar—. Estoy sepultado con el trabajo atrasado —susurró Alex. Ella se echó atrás y se dejó caer con delicadeza en la silla, Alex dio la vuelta al escrit

Cuando Alex iba de camino al apartamento de Rachel, Irina llamó a la casa, preguntó a Matilde por los niños y por Isabella. Sentía un mal presentimiento, trataba de no pensar en eso, de alejar la mala vibra. Al llegar frente al edificio de Rachel, bajó del auto de un salto apenas este se detuvo. Tocó con rapidez el intercomunicador de su apartamento, pero nadie contestó, miró hacia el vestíbulo, quizás alguien podría darle acceso para subir y tocar la puerta, entonces la vecina de Rachel iba llegando con bolsas de compras. — ¿Busca a Rachel? —preguntó con voz ronca, llevaba las manos llenas de bolsas pesadas, pero la señora era una metomentodo, según el juicio de Rachel. No le molestó quedarse a averiguar de la vida de su vecina. —Sí. ¿Me recuerda? Soy la amiga de Rachel. ¿La ha visto? —Ayer por la mañana salió corriendo. Muy temprano. Yo estaba regando las plantas del vestíbulo… Seguro iba a atender a algún enfermo, llevaba su maletín médico y no ha regresado aún. Irin

Hannah cambió la expresión de su rostro y se levantó de su asiento. Obviamente había visto a alguien que le imposibilitaba seguir hablando. Irina y Alex voltearon a ver de quién se trataba. El teniente Rodríguez venía entrando y caminó directo a ellos, le ofreció la mano a Alex en primer lugar. —Dr. Salvatore, me dijeron que me estaba buscando —luego miró a Irina—. Señora Foster. El teniente Rodríguez, era un hombre de voz gruesa, entradas marcadas y una expresión siempre al borde del fastidio. Pero al ver a Irina, algo en su gesto cambió: una alerta silenciosa, como si ya sospechara algo. —Teniente Rodríguez, gracias por recibirnos —dijo Alex. —Venimos por Rachel —enfatizó Irina con premura—. Ayer en la tarde la dejé en el con Santiago y hoy faltó al trabajo y ninguno de los dos contestan llamadas o mensajes. El hombre frunció el ceño. — ¿Qué quiere decir que la dejó con él? Irina se puso de pie y enfrentó al teniente. —Santiago quería verme, buscó a Ra