El sol brillaba sobre las colinas del pequeño pueblo costero donde Marco y Bianca habían encontrado refugio. Desde afuera, su vida parecía idílica: la casa sencilla, los días tranquilos junto al mar, y las noches compartidas bajo las estrellas. Pero para Bianca, esa paz tenía una grieta, una que se hacía más evidente con el paso de los días.Marco comenzaba a desaparecer por horas, a veces sin explicación. Su teléfono sonaba en momentos extraños, y aunque siempre encontraba una excusa, algo en sus respuestas parecía forzado. Bianca intentaba convencerse de que solo era su imaginación, pero no podía ignorar el peso de la duda.Una mañana, mientras Marco estaba en el jardín, Bianca decidió revisar discretamente su teléfono. Lo encontr&oa
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