REINA DE HIELO. CAPÍTULO 51. Un evento especialNo espero su respuesta. Si me quedo aquí un segundo más vomitaré en el suelo. Salgo de la oficina con el corazón golpeando en mi pecho como un caballo de carreras, como si quisiera escapar antes que yo. Camino sin rumbo por la empresa, tratando de no llorar frente a nadie. Y cuando por fin llego al estacionamiento, las lágrimas caen sin permiso.Me siento en el auto sin encenderlo, me duele el pecho, me duele la cabeza, me duele el alma. Y por primera vez en mucho tiempo, lo admito: me enamoré de Viktor como una idiota, como una adolescente, con las mismas esperanzas estúpidas de cualquier mujer menos científica y menos inteligente que yo. Caí como todas. Y ahora tengo miedo de que todo eso no haya sido más que una farsa.Y aunque no quiera no me queda más remedio que irme al departamento, porque el malestar del embarazo parece que no quiere darme tregua. Paso el día entre el sopor y los vómitos, pero Viktor no vuelve al departamento esa

REINA DE HIELO. CAPÍTULO 53. RespuestasCamino directo al escondite donde tengo guardados los respaldos del proyecto. Abro la caja de seguridad que empotré detrás del falso panel del clóset y respiro con alivio al ver que están todos: los planos originales, las versiones digitales, el diario de pruebas. Todo lo que es mío y una parte medular que jamás le di a Viktor ni a nadie. Supongo que no se tomó en serio eso que le dije sobre que lo fundamental de las fórmulas solo está en mi cabeza.Sin pensarlo dos veces, vuelvo al auto y manejo hacia la estación de correos. Me tiemblan las manos cuando pongo los documentos dentro del sobre grande, lo sello, escribo la dirección de mamá.—¿A Nueva York? —pregunta la chica detrás del mostrador, y me imagino que no deben salir muchos paquetes de aquí en esa dirección.—Sí, a Nueva York, por favor. ¿Cuánto cuesta el franqueo?Pago el importe y la chica revisa la direcciónVerónica Lynch, 1229 Lennox Ave. Nueva York, EEUUMe detengo un segundo y re

REINA DE REYES. CAPÍTULO 55. Una pieza claveNils levanta la vista del motor y me lanza una mirada arrogante, como si todo lo supiera. Su voz es tan plana que me irrita, pero en el fondo soy capaz de notar el miedo, la incredulidad y la preocupación de que su confianza en sí mismo no esté justificada.—Ya revisé el motor, señorita Lynch. No tiene ningún problema técnico. Funciona perfectamente —dice, como si eso zanjara todo.Lo miro fijamente, conteniendo todo lo que realmente quiero gritarle, y mi boca hace una curva del lado derecho, justo mi lado del sarcasmo.—Eso es lo que tú crees —murmuro.Mi voz suena más tranquila de lo que me siento, por dentro estoy hirviendo. Tengo los músculos tensos, las manos apretadas, y me cuesta controlar la rabia que me revuelve el estómago desde que puse un pie en este maldito laboratorio.Por supuesto que por esto Viktor lo trajo de nuevo como científico, porque fue el único que pudo avanzar en algo con las fórmulas, y ahora que el trabajo estña

REINA DE HIELO. CAPÍTULO 57. Asientos preferencialesDisfruto la forma en que Viktor enrecierra los ojos, desafiante. No puedo mentir, cuando me enamoré de él ya sabía que era un hombre arrogante y así lo acepté, porque al final todos tenemos nuestros demonios con los que lidiar, pero jamás pensé que sería tan satisfactorio verlo perderse en medio de la incertidumbre, porque sé que tarde o temprano lo voy a hacer tragarse esa arrogancia.—Entonces cuéntamela —escupe—. Si eres tan valiente eres, cuéntame la historia completa.Le sonrío con rabia, con un nudo en el pecho que arde como gasolina prendida, y por encima de su hombro miro a Lennart y a Karin.—No me importas lo suficiente. Prefiero verte estrellarte con la realidad. Vas a descubrirlo por tu cuenta… y cuando lo hagas, primero vas a entender por qué no te dije la verdad, y luego vas a arrastrarte como el gusano que eres, arrepintiéndote de cada palabra que me estás diciendo.Viktor se queda en silencio, y por un segundo creo

REINA DE HIELO. CAPÍTULO 59. La verdadVIKTORGolpeo la puerta con tanta fuerza que me arde el puño. Tardo dos segundos en pensar que tal vez debería haber avisado antes de venir, pero ya estoy aquí y no tengo tiempo para modales. Además, este maldito cobarde probablemente huiría si supiera que vengo por él.Lars abre con esa cara suya de siempre, como si nada nunca lo sorprendiera, pero supongo que mi puño en su nariz a altas horas de la noche tendrá un efecto muy diferente.El impacto es violento, y teniendo en cuenta que ya le he roto la nariz antes, esta no tarda nada en empezar a sangrar.—¿¡Te has vuelto loco?! ¡¿Qué quieres, Viktor!? —pregunta entre gritos y rabia.—¡La verdad! —le escupo—. ¡Toda la maldit@ verdad!Él alza una ceja y se tambalea lejos de mí mientras yo cierro la entrada de su departamento de un portazo. Si nos vamos a matar aquí dentro, nadie se tiene que enterar.—¿Verdad sobre qué? ¿De qué mierd@ hablas?—¡Hablo de Alma! De quién es ella.—¡Eso ya te lo dije!