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Todos los capítulos de MI MUJER MISTERIO: Capítulo 21 - Capítulo 26
26 chapters
Capítulo 21. Una luz de esperanza
A un lado de la habitación, Lucas lo observaba con ojos sorprendidos. Nunca había visto a su jefe perder la compostura de esa manera. Lo que Lucas no sabía era que Mariana ya ocupaba no solo los pensamientos, sino también una parte del corazón de Felipe. Ese era el verdadero motivo detrás de su desesperación: para encontrar cualquier pista que lo ayudara a recordar a aquella mujer misteriosa.Plutarco, tras hablar por teléfono con la chica encargada del aseo, le pasó el móvil a su jefe.Felipe tomó el teléfono y, con voz firme, se presentó. Al otro lado de la línea, la joven, claramente nerviosa, apenas podía articular palabras; jamás imaginó que el mismísimo jefe supremo le llamaría personalmente.Luego de la breve presentación, Felipe fue directo al grano:—Quiero saber si encontraste unas bragas en mi habitación... y dónde las pusiste.La joven, al escucharlo, repasó mentalmente todo lo que había visto durante la limpieza, y recordó con claridad que sí: había unas bragas, rotas, en
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Capítulo 22. Tu perfume
Después de hablar de todo —de Mariana y también de las demás chicas—, Cinthia dijo:—Ya comimos, ya chismeamos... ahora es hora de dejar descansar a Mariana, que tuvo su primera noche como soltera. —Y le guiñó un ojo cuando dijo—. ¡Te damos oficialmente la bienvenida a la soltería! Además —miró a Vero y agregó—, una también necesita irse a dar una buena ducha.Mariana soltó una carcajada al escucharla. Cuando finalmente estuvo sola en su casa, los recuerdos de la noche anterior volvieron a su mente, arrancándole un leve sonrojo. Jamás imaginó que en una sola noche pudiera sentir tanto.Luego tomó su teléfono para revisar quién la estaba llamando. Al ver el nombre en la pantalla, su expresión cambió de inmediato y se tensó un poco. De forma instintiva, rechazó la llamada y soltó un suspiro pesado.Sin embargo, parecía que esa persona no estaba dispuesta a dejarla en paz. Dado que su teléfono volvió a sonar. Esta vez, Mariana apretó los labios con fuerza, contestó y dijo con voz cortant
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Capítulo 23. La tristeza que otros no ven
Cuando Felipe logró reaccionar, las personas que habían pasado por donde él estaba ya se habían ido. De inmediato comenzó a mirar a todas partes, pero no pudo ver nada, así que le preguntó a Lucas si había visto a alguien pasar cerca de él.Lucas lo miró y le respondió que un grupo de personas había pasado, pero que ya habían entrado al restaurante.Felipe caminó rápido hacia la entrada, con la esperanza de volver a oler aquel perfume y encontrar a su mujer misterio. Pero justo cuando iba entrando, una chica que estaba en la puerta le preguntó:—Perdón, señor, ¿tiene alguna reservación?Lucas se adelantó y enseguida le respondió:—Sí.La chica volvió a preguntar:—¿A nombre de quién está la reservación?—A nombre del señor Felipe García —respondió Lucas.Ella de inmediato miró su pantalla, le sonrió amablemente y dijo:—Perdón, señor García. Síganme por aquí, por favor.Y los acompañó hasta su mesa.Cuando Felipe ya estaba adentro, miraba hacia todas partes para ver si podía ver a las
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Capítulo 24. El último obsequio
Camille se mostró sorprendida, porque imaginó cualquier otra cosa, menos que eso fuera lo que se le había perdido a su hermana. Solo de pensar en el dolor que Mariana debía estar sintiendo en ese momento, se estremeció. Para ellos, el último obsequio que su madre les había dejado era una forma de mantenerse siempre conectados con ella, y así poder calmar un poco su ausencia.Bruno era otro que siempre llevaba su reloj cuando tenía que firmar un contrato importante. Decía que, cada vez que lo usaba, le traía buena suerte, y ya lo había comprobado. Una vez iba a firmar un contrato millonario con una empresa japonesa, pero no se pudo concretar porque los japoneses pusieron trabas de último momento.En aquel entonces, su hermano recordó que, por haberse vestido a la carrera, se le había olvidado ponerse el reloj. Y ese día fue el primer contrato que perdió frente a la competencia, desde que su padre ya no estaba a cargo de la compañía.Camille en ese instante pensó que, si hubiera sido el
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Capítulo 25. Objetos perdidos
Al irse de aquel lugar, Camille llevaba a su hermana cogida del brazo. Luego le abrió la puerta del coche y la ayudó a subirse; después, rodeó el vehículo y se sentó en el asiento del conductor.Durante un largo rato, permanecieron en silencio dentro del coche. Camille la miró a los ojos y le dijo con suavidad:—No te preocupes, estoy segura de que la encontraremos muy pronto. Además, todavía nos falta ir al hotel donde pasaste la noche, ¿no?De inmediato encendió el auto y se dirigieron hacia el hotel.Cuando llegaron a aquel lujoso edificio, Mariana ya se encontraba un poco más calmada. Ella misma se desabrochó el cinturón de seguridad y bajó del coche por su cuenta. Al ingresar, tropezó con alguien.—Lo siento —murmuró con voz apagada, sin prestarle mucha atención, pues sus pensamientos estaban en otra cosa.Sin embargo, el aroma que desprendía esa persona le resultó familiar. Alzó la voz, sorprendida:—Yo reconozco ese aroma, dijo...Mariana, al recordar ese olor, se giró con rapi
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Capítulo 26. Noche de hermanos
Mariana abrazó nuevamente a su hermano y se inclinó para darle un beso en la mejilla, ya que él era mucho más alto que ella. Luego le dijo:—Gracias, Bruno. No olvides que te quiero mucho.—Y yo a ti —le respondió Bruno.Camille comentó:—O sea, ¿qué a mí no me quieres?Mariana respondió de inmediato:—¡Claro que sí! A los dos los quiero mucho, son mi vida entera.Camille caminó hacia ellos para unirse al abrazo y también les dijo:—Y yo a ustedes.En ese momento, a Camille se le vino una idea a la mente y dijo:—Mariana, no llames a tus amigas todavía. Llámalas mañana, para que hoy tengamos una noche de hermanos. ¿Recuerdan que lo hacíamos dos veces al mes cuando nuestros padres todavía estaban con nosotros?—Sí —respondieron los otros dos al unísono.Camille les avisó que iría a la cocina, a encargarse de lo que iban a comer.Mariana, en ese instante, salió corriendo diciendo:—¡Yo me encargo de las películas!A lo que Bruno le contestó:—¡Las películas no, por favor, no!—¡Sí! —re
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