Capítulo 21. Una luz de esperanza
A un lado de la habitación, Lucas lo observaba con ojos sorprendidos. Nunca había visto a su jefe perder la compostura de esa manera. Lo que Lucas no sabía era que Mariana ya ocupaba no solo los pensamientos, sino también una parte del corazón de Felipe. Ese era el verdadero motivo detrás de su desesperación: para encontrar cualquier pista que lo ayudara a recordar a aquella mujer misteriosa.Plutarco, tras hablar por teléfono con la chica encargada del aseo, le pasó el móvil a su jefe.Felipe tomó el teléfono y, con voz firme, se presentó. Al otro lado de la línea, la joven, claramente nerviosa, apenas podía articular palabras; jamás imaginó que el mismísimo jefe supremo le llamaría personalmente.Luego de la breve presentación, Felipe fue directo al grano:—Quiero saber si encontraste unas bragas en mi habitación... y dónde las pusiste.La joven, al escucharlo, repasó mentalmente todo lo que había visto durante la limpieza, y recordó con claridad que sí: había unas bragas, rotas, en
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