Felipe le informó al agente a su lado que ya era hora. Quería que los cuatro estuvieran juntos esperándolos cuando él entrara. Poco después, uno de sus guardaespaldas se le acercó y le entregó una tablet. Sin decir palabra, Felipe la tomó y comenzó a caminar con paso firme hacia la sala de interrogatorios, escoltado por dos de sus hombres.Sin embargo, justo antes de entrar, el agente lo detuvo con una noticia que lo golpeó como un mazazo: la sangre hallada en el suelo… era, en efecto, la de su esposa.El rostro de Felipe perdió todo color en cuestión de segundos. Se quedó paralizado, blanco como un papel. Tuvo que apoyarse contra la pared para no desplomarse, mientras su respiración se volvía errática y sus ojos se llenaban de una mezcla de incredulidad y terror.Y para complementar su tan mala suerte en aquel día, en ese mismo instante en que recibió aquella noticia, también recibió una llamada. Al principio no quiso contestar, pero al ver que aquel número desconocido insistía tanto

El médico le respondió de inmediato:—Mucho mejor que sea alguien con quien ya haya tenido contacto antes. Eso facilitará el proceso y podrá ayudarlo a salir más rápido del estado de shock en el que se encuentra.Un tiempo después, cuando la psicóloga llegó y habló con el niño durante un largo rato, se acercó a Felipe al terminar la sesión. Con gesto serio y voz serena, le dijo:—Voy a necesitar un poco más de tiempo para ayudarlo. Está muy afectado por las secuelas del secuestro.Luego, con un tono más reservado, añadió:—Además, no sabemos si llegó a presenciar el momento en que hirieron a su madre… y en este punto, siento que la única persona que podría ayudarlo realmente a salir de este estado es Anna.Lo miró fijamente a los ojos antes de preguntarle:—¿Aún no la has encontrado, verdad?Felipe meneó la cabeza en señal de negación, y luego dijo con su voz cargada de frustración:—Andrés era mi última esperanza para saber dónde está mi mujer… pero viéndolo así, como está ahora, cre

Rebecca pensó por un momento que quizás había visto mal, pero ese rostro tan angelical era imposible de olvidar. Aunque llevaba una máscara de oxígeno, era inconfundible. Aun así, seguía dudando, le parecía extraño no haber visto a Felipe acompañándola.Intentó seguirla de inmediato, pero unos escoltas se interpusieron en su camino, impidiéndole acercarse. No pudo corroborar si realmente era la misma Anna que tanto la había ayudado cuando más lo necesitaba.Inmediatamente, sacó su teléfono móvil para llamarla. Anna se lo había dado por si necesitaba más dinero o ayuda. Sin embargo, por más que marcaba, nadie respondía al otro lado de la línea.En ese momento, decidió llamar a Santiago, ya que tenía su número guardado. Marcó y esperó en línea hasta que él le contestó. Apenas escuchó su voz, le preguntó si era posible comunicarse con Felipe.Pero Santiago, que en ese momento estaba con su amigo y sabía que él atravesaba un momento difícil, lo miró y notó que tenía la mente en otro lado.

Camille, que justo entraba en la habitación, alcanzó a ver la escena: su hermana desplomándose al suelo, como un cuerpo inerte. Sin pensarlo, corrió hacia ella, gritando desesperada para que alguien llamara una ambulancia.Cuando los paramédicos llegaron, se la llevaron de inmediato a la clínica. Camille, aún temblando, no perdió tiempo y llamó a su hermano para contarle lo sucedido. Sabía que él estaba en las oficinas de Nueva York, pero tenía que avisarle.Cuando Bruno le contestó, ella le dijo en qué clínica estaban. Él, sin dudarlo, le aseguró que tomaría su avión de inmediato y regresaría.Al colgar el teléfono con su hermano, Camille seguía profundamente preocupada por su hermana. La había visto muy mal, y la angustia no dejaba de crecer. Llamó entonces a su prometido para que la acompañara; no quería quedarse sola en la sala de espera, aguardando noticias sobre Mariana.Robert no tardó en llegar a la clínica, ya que se encontraba cerca. Justo cuando estaba entrando, salió el mé

Felipe se dio la vuelta y la miró con esos ojos penetrantes, mientras le decía:—La próxima vez que vuelvas a entrar a mi estudio, toca primero.Luego colocó la invitación sobre el escritorio, justo a la vista de Sofía.La cual apenas la vio, ella se acercó y la leyó, mientras decía con tono animado:—Vamos, Felipe, y nos distraemos un poco.Él, sinceramente, no quería ir, y mucho menos con Sofía, pero como tenía trabajo pendiente en su hotel de Miami, decidió aprovechar la ocasión y matar dos pájaros de un tiro.Por un lado, atendía sus asuntos laborales, y por el otro, les daba más material a los reporteros de farándula para que hablaran aún más sobre su supuesta relación con Sofía.Y le respondió con frialdad:—Está bien, iremos. Pero volvemos al día siguiente, porque tengo cosas que hacer aquí.Sofía, muy feliz, estaba a punto de arrojarse a sus brazos cuando él la detuvo con sus manos, diciéndole:—Que te haya llevado ese día al aniversario de la empresa y no haya desmentido los