Santiago, al escuchar estas palabras de su amigo, se asustó mucho, pues sabía que el nunca jugaría con algo como esto, y de inmediato le pregunto: dime de una vez por toda, que es lo que tengo.El médico le dijo: ay mi querido amigo, tienes uno de los peores, ya que lo que te está pasando es que te has enamorado y no lo quieres aceptar.Santiago se le quedó viendo con un poco de miedo en su mirada, para luego decirle: no te creeré nada de lo que me estás diciendo, hasta que no me hagas todo tipo de exámenes en todo mi cuerpo, para que así me confirmes tu teoría.Al pobre médico no le quedó de otra que mandarle a hacer todo tipo de exámenes como: electroencefalograma, Biometría hemática, Química sanguínea, Glucosa, Urea, Creatinina, Ácido úrico, Colesterol, Triglicéridos, Tele de tórax, Electrocardiograma entre otros.Cuando ya le habían terminado de realizar todo tipo de exámenes médicos. Santiago había vuelto nuevamente al consultorio y le dijo a su amigo que no se iría hasta que le

Mariana había decidido decirle la verdad, pero se dijo que lo haría por partes y cuando él estuviera de mejor ánimo, ojalá en el momento que le dijera que iba a ir a un concierto con otro hombre, estuviese de buen humor y así no se enojaría tanto con ella.Había llegado el día del concierto Benéfico y Mariana todavía no le había dicho nada aún a Felipe, que tenía una salida a un concierto esa noche y sinceramente no sabía cómo decirle. Caminaba distraída, pensando en qué decirle a su esposo por no tenerlo en cuenta el día de su descanso, cuando de repente chocó con alguien y cayó al suelo con un estruendo. Ella se quejó al sentir dolor en las manos por la caída.Y al levantar la vista, se encontró con Sofía, quien la miraba con una sonrisa burlona y una expresión de superioridad. E inmediatamente le dijo: —¿Acaso no miras por dónde caminas? Aunque, pensándolo mejor, ese debería ser tu lugar: siempre a mis pies —dijo Sofía con desdén.Mariana se levantó como pudo, aun sintiendo el dolo

Felipe murmuró en voz baja, casi para sí mismo:—Yo sí sabía que a ese médico lo había visto en otra parte. Se me había olvidado por completo que los Alcocer tienen otro hijo menor, el cual se había ido a estudiar a Inglaterra.Santiago, quien ya había notado la presencia de Mariana, se burló de su amigo y le comentó:—No me dijiste que Anna no podía acompañarte por tener otro compromiso. Yo la veo aquí, ¡pero con otro hombre!Con esas palabras, Santiago aprovechó para provocar a Felipe, que de por sí ya estaba como un fosforito a punto de encenderse.—¿No tienes algo mejor que hacer que echar más sal a mi herida? —replicó Felipe con furia, mientras dirigía su mirada hacia su esposa, quien, vestida de forma elegante, parecía irradiar más su belleza.El enojo de Felipe aumentó cuando la miró muy sonrientemente con aquel medicucho, impulsivamente, se levantó con la intención de arrebatarle a su esposa del brazo al que se había aferrado. Sin embargo, Santiago, que percibió de inmediato s

Mariana negó inmediatamente con su cabeza, tanto con el gesto como con la voz. Sin embargo, Felipe, que ya estaba muy molesto, no estaba dispuesto a dejar pasar la situación tan fácilmente. Con tono acusador, le dijo:—Dime, ¿qué es lo que no te gusta de estar conmigo? Ya que desde que nos casamos, te he invitado a todos los eventos en los cuales he tenido que ir, pero tú siempre te niegas a ir conmigo. Y solo es que conozcas a ese medicucho de quinta, para que lo acompañes, sin protestar; incluso permites que te presenten a todos sus conocidos como a su novia, y ahí no dices nada.Felipe estaba tan cansado de aquella situación que no se dio cuenta de la tristeza que se reflejaba en el rostro de su esposa. Así que continuó:—Pero conmigo no quieres que nadie sepa que ya estamos casados, hasta ahora nunca me has acompañado a ningún lugar. ¿Acaso no sabes cómo me siento al pensar que a mi mujer le gusta salir más con otros hombres que con su propio esposo? ¿Sabes lo duro que es para mí?

Felipe con el corazón roto, continuó diciendo, era como si ya presintiera su muerte,debido a que me hizo prometerle que siempre cuidara de Fiona y su hijo en su ausencia y no me quedó más de otra que prometérselo en ese instante. Tras pronunciar esa promesa, dio su último aliento y murió. Ese mismo día, Fiona perdió a su prometido y al bebé que esperaba, y desde entonces me dediqué a cuidarla lo mejor que pude, ya que mi hermano dio su vida por la mujer que amaba y yo también le había jurado protegerla.Por la promesa que le hice a mi hermano, tenía la obligación de cuidar a Fiona para que no le faltara nada y viviera feliz en honor a mi hermano y a su hijo no nacido. Mariana lo miró con lágrimas en los ojos, luego lo abrazó, mientras le decía:—Siento mucho lo de tu hermano, y lamento haber malinterpretado lo de Fiona antes.Felipe correspondió al abrazo y añadió:—Este apartamento es nuestro refugio para los días en que no queríamos saber de nadie. Ni siquiera mi hermano trajo a Fi