Carlos por fin miró a Fátima. ¿Qué le estaba pasando?¿Por qué parecía estar hechizado? La mujer que siempre había deseado estaba a su lado, ¿en qué más podía estar pensando?Abrazó a Fátima fuertemente. Su cabello tenía un suave aroma a gardenia.De repente, un haz de luz iluminó la habitación cuando se abrió la puerta.Silvia entró, ofreciéndole sumisamente una taza de té. Su cabello aún estaba húmedo, con gotas de agua cayendo sobre su pijama, haciéndola parecer especialmente tentadora.Se vio a sí mismo tomando fríamente la taza, ignorándola.Silvia, juguetona, apoyó su cabeza en su hombro, e intencionadamente acercó su cabello para que él lo oliera: —¿Puedes olerlo? Es mi nuevo champú, ¿te gusta?Él la apartó sin expresión: —No me molestes, compórtate —y se dirigió al estudio.Carlos regresando a la realidad: —Lo siento.Fátima se sorprendió, pensando que se disculpaba con ella. Rodeó su cuello con los brazos y, con voz llorosa: —Carlos, no te culpo. Te amo de verdad, no me decepc
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