—Quizá tengas razón, pero ya sabes lo que pasó el otro día. Eulalia fue a pedirle ayuda tantas veces y en todas terminó llorando. ¿Acaso Adelina es tan cruel? ¿Qué no es capaz de hacer? —rezongó Luisa, sin ocultar su irritación—. De todas formas, hoy no podemos arruinar nada. Mejor llámala y dile que su abuelo la extraña, que venga de inmediato.A Luisa le molestaba sobremanera la obstinación de Adelina, sobre todo tras la reacción de su suegro Valentín, quien exigía que, si Adelina no daba su beneplácito, no aprobaría la boda de Eulalia y Nicanor. Aquello sacaba de quicio a Luisa, pero reconocía que Valentín, a fin de cuentas, seguía siendo la cabeza de la familia Mendívil.—¡Está bien, está bien, ya sé qué hacer! —respondió Crisanto, claramente molesto. Con lo bien que lucía la boda de Eulalia y Nicanor, ¿por qué Adelina tenía que volver justo ese día a arruinarlo todo?Mientras tanto, Adelina, sin saber las intrigas que se cocían antes de su llegada, había elegido un vestido que con
Leer más