Pasó un buen rato, hasta que el celular de Andi volvió a sonar. Fue entonces cuando Ricardo dejó de besar a Marina. Andi, rápido como un rayo, colgó el teléfono para no interrumpir el momento entre su tía y el tío Ricardo. ¡Todavía no había espiado lo suficiente! Ricardo miró hacia abajo, viendo a Andi, y de repente preguntó: —Andi, ¿es este tu hijo que tuviste a escondidas de mí? Marina tosió, casi ahogándose con su propia saliva por la sorpresa. Andi dijo: —¿En serio? ¿El tío Ricardo es su verdadero papá? Ambos, el grande y el pequeño, la miraron con cara de confusión. Ricardo, con una mano, le dio una palmada en la espalda a Marina, y con la otra la agarró por la cintura para que no se escapara. Marina, después de recuperar el aliento, lo miró, furiosa y le gritó: —Ricardo, deja de inventar. Andi no es tu hijo. Andi, que estaba justo debajo de sus rodillas, respiró aliviado y se dio unas palmaditas en el pecho. ¡Menos mal! El tío Ricardo no era su papá. ¡Pues
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