DonovanNo puedo moverme. El cuerpo parece estancado en alguna celda donde no entra ni el ruido. Lo único que permanece activo es la maldit@ memoria, que sin mi permiso me arrastra hacia atrás. A ese lugar. A ese momento.No sé si esto es parte de una alucinación o si el dolor se convirtió en una ruta hacia lo que me devolvió a la vida. Pero ahí estoy, ahora. Otra vez. Su cuerpo contra el mío, su espalda sudando y mis labios apenas reteniendo lo que me nace cuando la escucho forzar una amenaza que no va a cumplir. La siento querer resistirme, mientras se le escapa el aliento que me entrega su rendición.Arrastra los dientes por mi barbilla porque quiere probar si aún me enciende. Como si no lo supiera. Como si no la cargara clavada entre cada hueso. No dice que me desea, pero no necesita decirlo. Me basta con olerla.La provoco, enterrando la erección en su espalda. Su cuello arde bajo mi boca y su silencio me deja en claro que si no tuviera dolor, me dejaría marcarle hasta los huesos

Donovan. La nube en la que me envuelven me hace ver a Sofía. Vuelvo a ella, a los años antes de que todo pasara. A la vida dentro de la celda de la prisión, con sólo su nombre tatuado en el alma. Por odio equivocado, inmerecido, pero siempre ella ha sido la que me mueve. Regreso al momento en que la volví a ver y entendí que no era solo venganza la que me atraía a su lado. Pese a despreciar el sentimiento. Escucho mis gritos al saber que la volví a perder cuando se la llevaron. Me veo en las noches en las que Kilian pensaba que iba a rechazarlo al acercarse a mí, buscando un ancla, pero era más grande mi necesidad por recordarme que a él no lo había perdido y por eso lo dejaba junto a mí. Abro los ojos en la boda, viajo a nuestro paseo y aterrizo entre la mierd@ que me asegura que el cuerpo que veo es Kilian. Envuelto en una manta, con sus ojos abiertos, pero no hay vida.—Ponte de pie, ¡es una orden!— siento sangre en la boca—. Niño…Desvío la mirada, pero es a Sofía a quien encue

Donovan. Tiro de la puerta al girar la llave, sin esperar a más, la prisa no es por mí libertad, es porque necesito acabar con cada uno, hasta que la rabia se detenga, porque es mucha para quedarme quieto. El aire afuera me quema la garganta en cuánto cruzo la salida. No porque sea fresco. No, esta mierd@ está tan cargada de humo que el pulmón me arde apenas lo lleno. Pero eso no es lo que me hace detenerme. Es lo que veo esperando por mí, ya que al fin sé dieron cuenta de que estaba libre. Mis hombros se contraen al encontrarme con varios cañones directos hacia mí, pero tampoco es lo que me hace cuestionarme cuantos de ellos mataría antes de que la primera bala me alcance. Grace está rodeada de incontables asquerosos, donde uno de ellos la sujeta por el cuello, con la cara hacia a mí, ojos llorosos y cuerpo lastimado, usándola como escudo.—¿Creíste que podrías escapar?—, se burla el tipo pidiendo que le llene el culo de plomo, porque solo eso explica que esté amenazándome, sin s