Los cachorros, sorpendentemente parecían decentes. Y con decentes me refiero a que se pusieron ropa limpia y no había rastros de suciedad en sus caras. Estaba por felicitarlos, pero me ignoraron por completo y corrieron hacia Raptor. -¡Alfa! ¡Ha regresado! -¿Dónde estaba? -¿Por qué no nos llevó con usted? Me aclaré la garganta ruidosamente. Solo algunos giraron para verme; mi cara de desaprobación hizo que esos cachorros hicieran gestos o jalaran directamente al resto para que me pusieran atención. -Cachorros, ¿Acaso no van a saludar a los Supremos? La Luna Suprema se echó a reír. -Has usado tu encanto en estos cachorros, ¿Eh, Gail? Ni siquiera nos notaron. ¿Gail? ¿Quién era...? -¿Qué puedo decir? Me gustan más que los adultos. - Dijo Raptor acariciando las cabezas de todos por turnos. - Ahora, Luna Déborah tiene razón. Deben saludar correctamente a sus invitados. Tardé unos segundos en darme cuenta de lo que estaba pasando. Lo miré con preguntas silenciosas,

Lo tomé con delicadeza de sus manos. No negaría que estaba muy curiosa al respecto. -Ábrelo desde la primera página. Su tono me hizo levantar la cabeza. Él abría y apretaba los puños, su mirada fija en mis manos. -Uh... si no quieres mostrarme, está bien. - Dije con suavidad poniendo a un lado la libreta.- Podemos solo hablar, no parece que te encuentres muy bien compartiendo esto conmigo. -No. - Dijo pasando una de sus manos por su cabello. - Quiero hacerlo, es solo que es demasiado personal y... bien, nunca se lo he mostrado a nadie. -De acuerdo. Volví a tomar la libreta y mi respiración se cortó. Ahí sobre la primera página había un dibujo con líneas suaves y expresivas de tres niños sonriendo. En la esquina, uno de ellos parecía sospechosamente ser Raptor en versión pequeña. En la otra esquina una niña sacaba la lengua mientras que en el centro otra niña de aspecto alegre mandaba un beso. -Mis mejores amigas. - Murmuró Gail. - Es el primer dibujo que hice

-Yo iré. - Dije con fingido fastidio. Un lobo acaba de llegar al territorio Supremo y nos contó sobre un ataque que había sucedido hace días en el Sur. Bo, el encargado temporal de ser mi niñera porque el oficial se encontraba cuidando de otra manada, gruñó con impotencia. Solo éramos él, un montón de cachorros, una loba que probablemente nunca recuperaría su mente y yo. ¿A quién enviar para avisar al Alfa Supremo mientras él se adelantaba para tratar de encontrar el olor de la Luna secuestrada? Tenía una opción, y no era precisamente el ir hasta donde se encontraba el Alfa Supremo porque eso sería perder valiosas horas de olor... si es que aún quedaba algo. Estrechó los ojos hacia mí. -No hagas ninguna tontería, loba. -¿Qué podría hacer? - Pregunté inocentemente. - Ustedes me rastrearían y me colgarían sobre un estanque de pirañas si me escapo. -Toda la maldita razón. - Gruñó. - Bien. Debes ir a la manada de Plata, el Alfa ya debió de haber llegado hasta allí. -De inm

-Siendo honestos, actualmente no eres el unico que aún piensa que extraño mi libertad. ¿Qué hay de malo en nunca preocuparse por lo que voy a comer hoy? Es cómodo que lo unico que tengo que hacer por aquí es cocinarles. Fuera de eso hago lo que quiero y el Supremo nunca ha dicho una mierda al respecto. ¿Por qué aún me miran como si fuera un enemigo?Ciertamente no sabía que vivir en manada era tan simple. ¿Cómo podría? Nací como Renegada y continué siéndolo solo porque no conocía nada mejor.Él negó con la cabeza y se sentó en la orilla del colchón. Me levanté sobre los codos para mirarlo.-Fuiste una enemiga, ¿Acaso lo has olvidado? Que mi Luna sea demasiado blanda contigo no quiere decir que tengamos que bajar la guardia porque en cuanto lo hagamos te irás... o peor, nos sacarás el corazón del pecho mientras dormimos.Ya estaba arta.-Lo que digas. Entonces, ¿Me puedes llevar a mi querido árbol para que pongas los adornos metálicos en mi tobillo, yo pueda dormir y tú puedas irte a l

El agua helada me caló los huesos, pero aún así nadé usando la corriente como impulso. Sabía que la Luna Suprema cuidaría del resto de los cachorros, así que eso no me preocupaba, sino lo que veía delante de mí. El cuerpo de Alina era arrastrado a una velocidad sorprendente y no parecía que estuviera consciente. No quería pensar en lo peor, pero era inevitable al ver que estaba por debajo del agua y ya llevaba al menos un minuto así. Debía darme prisa. Usé toda la fuerza de mis piernas y finalmente pude tomar a la pequeña por el brazo. Tristemente la corriente era demasiada intensa en este punto, así que por algunos metros no pude hacer otra cosa que dejarnos arrastrar mientras trataba de mantener fuera del agua su cabeza y que las rocas o raíces no la lastimaran más. Aunque no estaba segura de qué tan profunda era, claramente había una herida en su frente por la que le brotaba bastante sangre. Llegó un punto en que la corriente por fin nos arrastró cerca de la orilla y,