—Señorita Moreno, el caldo de pollo aún no está listo, ¿qué está haciendo? —preguntó María.—Sírvelo y ya, ¿para qué tantas preguntas?No importaba si estaba listo o no, de todos modos Mercedes probablemente ni lo probaría. Y si lo hacía, ¡mejor, que se enferme!En la habitación del hospital...Sofía entró sin tocar —Señora, le traje caldo de pollo.Al verla, Mercedes sintió que su dolor de cabeza, que apenas había mejorado, volvía a atacarla. Mareada y furiosa, exclamó —¿Quién te mandó venir? No quiero verte, ¡lárgate!—Señora, vine a disculparme —dijo Sofía con aparente sinceridad—. Ayer me excedí, no debí alzarle la voz. Mire, preparé este caldo esta mañana y se lo traje calientito para que recupere fuerzas.Mercedes soltó una risa despectiva —¿Disculparte? Qué hipócrita eres, tienes malas intenciones. Ya sería mucho pedir que no vinieras a molestarme, ¿y encima pretendes que tome tu caldo?¡Temía que le hubiera escupido dentro!Sofía mantuvo su sonrisa y aparente sinceridad, mientr
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