—Tal vez no pueda darte el amor y el matrimonio que deseas. Quizás, si realmente estamos juntos, te decepcionaré. —dijo, mirándolo a los ojos.—Entiendo por qué piensas así; sé que te he lastimado. Te apoyo en eso. No tienes que preocuparte por nada, solo quédate aquí, y yo me acercaré a ti. —Diego, en un momento de desesperación, le tomó la mano.—¿Has pensado que esto puede ser agotador?—Lo sé. No me atrevo a esperar que aún sientas una gran pasión por mí, pero Ire, si estás dispuesta a darme una oportunidad, ya te lo agradecería. Mientras estemos juntos, estaré satisfecho. —respondió Diego.—Entonces... ¿puedes aceptar que tal vez yo ya no sienta amor por ti?Irene vio la lucha y el dolor en sus ojos.—No lo digo a propósito. Desde que me fui, nunca volví a pensar en tener amor. Parece que el amor se ha vuelto algo prescindible, no una necesidad, ¿me entiendes? —bajó la mirada.—Lo entiendo. —dijo Diego—. Quizás eso sea un castigo que me ha impuesto el destino. Aun así, Ire, espero
Leer más