La puerta del elegante y carísimo auto negro fue abierta dejando salir el esbelto cuerpo envuelto en un largo saco negro que casi se arrastraba en el suelo. La oscura bufanda alrededor del cuello contrastaba enormemente con el cabello largo y claro que caía por la espalda hasta la altura de las caderas.Las miradas frente al edificio se posaron rápidamente sobre ella, con notable impresión. Y es que no era normal ver a alguien de tal magnitud por aquello lares todos los días. Incluso la blanca nieve que caía a su alrededor se veía opacada por su presencia.Hellene sonrió levemente debajo de la sombrilla abierta por su esclavo aislándola de la fina pelusa fría que caía del cielo, y recorrió con la mirada la edificación obviando a los demás presentes.Su dinero había sido bien invertido después de todo. No solía dar préstamos, sabía lo rata que podía ser la gente, pero cuando le habían planteado el hecho de invertir algunos millones en una institución para acoger a niños huérfanos o aba
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