No podía parar de llorar.Sentía que mis lágrimas brotaban directamente de mis huesos, como si mi alma hubiera alcanzado su punto de quiebre. Me sentía hueca, arrastrándome en un bucle de emociones que no terminaban nunca: rabia, miedo, tristeza... y un asco indescriptible hacia mí misma, hacia todos.El aire en aquel sitio, que alguna vez confundí con refugio, me resultaba ahora tan denso que apenas podía respirar. Tener un bebé aquí... era impensable. Era una locura. ¿Cómo había terminado así? ¿Cómo había permitido que mi vida se desmoronara de esta forma?María, sentada a mi lado en la cama, me acariciaba la espalda con movimientos suaves, intentando consolarme.—¿Qué vas a hacer, Ari? —preguntó en un susurro, como si las paredes pudieran escuchar.Sacudí la cabeza, incapaz de responder de inmediato. Tenía la garganta cerrada, como si cada palabra me rasgara por dentro.—No lo sé —logré decir al fin, mi voz apenas un susurro—. Este no es un lugar para decisiones. No quiero ir a la e
Leer más