II: Señor Domenech

—¿Yo? — cuestiono mirando a mi alrededor para luego señalarme. —No soy una heroína. — respondo a lo que al niño nuevamente se le empiezan a llenar los ojos de lágrimas y arruga su cara a punto de volver a llorar. M****a, se me olvida no ser tan sincera, no tomar las cosas literalmente y tener filtro. —Lo siento, pero si quieres te puedo ayudar en lo que desee. — comento para que no estalle a llorar.

     —Citaron a mi papa por mis malas calificaciones, se va a matar. Tendré su trabajo en un futuro y no puedo sacar malas notas. — explica caminando lentamente hacia mí. —Este verano fui a estudiar por mis pasadas malas calificaciones, no puede jugar o salir. Ahora otra vez, es capaz de enviarme lejos y no quiero. — llora para después abrazarme hundiendo su cabeza en mi vientre.

     Aguanto las ganas de separarlo, mientras estudiaba me di cuenta de que no me gusta tocar a la gente o que ellos me toquen. Creí que era algo normal cuando mis compañeros me abrazan y yo solo me mantenía congelada deseando que pasara ese incomodo momento. Cuando atendía paciente pedía como mil veces permiso para palparlo, ponerme los guantes me ayudaban, pero sentía la incomodidad que hasta escalofrío me daba.

     —Bueno… te prometo que si me aceptan en el trabajo y soy tu maestra de ayudaré con lo que pueda. — respondo sin corresponder su abrazo, este alza su cabeza y fija sus ojos azules claros en los míos verde olivo.  

     —¿Lo prometes? — pregunta con ojos de perritos a lo que asiento lentamente, sin saber en qué me estoy metiendo.

     Se aleja de mi tomando mi mano y con la otra se limpia sus lágrimas y mocos. Busco en mi cartera unas servilletas y sin más me doblo y le limpio la cara. Si, me siento más segura tener algo en mi mano para tocar a la otra persona.

     —Entonces ¿me enseñas donde está la oficina del director? — pregunto a lo que siente y me hala.

     Lo sigo contando en mi mente para dejar a un lado la electricidad que siento en mi mano ante su tacto. Se detiene en la entrada esperando algo, creo que un guardia, pero nadie aparece. Estudio la escuela inmensa, se ve limpia, ordenada… de ricos.

     —Oh Dios mío, ahí estas. — exclama alguien corriendo hacia nosotros fatigada. Es la guardia que se supone que estuviera en su puesto. —Su padre llegará en cualquier momento señorito Domenech y si no está nos demandará hasta lograr que cierren la escuela. — explica a lo que solo la miro con los ojos en blanco. —¿Quién es usted? — pregunta de forma grosera a lo que me pongo derecha.

     —Mucho gusto, soy April González. — me presento, pero por alguna razón la cara de la mujer se palidece. —Tengo una entrevista a las nueve de la mañana con el director y mi supervisora. — informo esperando otra rección o que me responda algo, pero nada. Siento como el niño que se apellida Domenech se agarra de mi muslo y trata de esconderse.

     —Noah suelta a la mujer, ahora. — manda una voz dominante a lo que siento un escalofrío subiendo por mi espalda.

     —Pa… — noto como el niño ni tan si quiera mira a su padre.

     ¿Qué clase de padre es? Tiene que ser horrible que produzca un miedo como este a su hijo. Tanto que confía más en una desconocida.

     —Estas siendo molesto Noah. Aléjate, ahora. — vuelve a mandar.

     —Está bien, no es para nada molesto. — respondo con voz neutral mientras me giro para enfrentarme al hombre que trata de tal manera a su hijo.

     Centro mi mirada en los ojos color marrón del hombre. Pero rápido la desvío ante tanta seguridad, confianza, arrogancia… muevo mis manos nerviosas. No puedo enfrentarme a alguien así a menos que yo tenga cartas a mi favor para hundirlo. Ni tan si quiera me atrevo a estudiar cómo es ni nada, solo me fije que sus ojos son marrones.

     —Señor Domenech, el director lo está esperando desde las 7:00 a.m — informa la guardia.

     —¿Por qué mi hijo se encuentra aquí? Se supone que este tomando clases. — inquiere con molestia, escucho como la guardia trata de decir algo.

     —Yo… — miro a mi alrededor donde fijo mi mirada en una maquina donde vender papitas y cosas así. —Entre y la guardia dijo que esperara a lo que informaba al director de mi presencia. Vi a su hijo comprando algo en la maquina con dificultad, así que lo ayudé. Nos quedamos hablando a lo que llego la guardia y aquí estamos ahora. — me invento la historia esperando que se la crea. —Señor Domenech. —menciono su nombre de manera sumisa, tal vez eso le guste.

     —Noah. —el hombre llama la atención del niño a lo que recibe una mirada de miedo de su parte.

     —Nos vemos señorita. — se despide alejándose de mí y sigue su camino dejándome sola con los adultos.

     —Adiós. — susurro.

     —Adelante, pase señor Domenech. — habla con respeto la mujer privilegiando al hombre.

     Salgo del medio, las esquinas son mis lugares favoritos me siento segura. Observo como un brazo se interpone en mi vista de mirar el suelo haciendo que me detenga. Trato de alzar mi vista. Primero sus zapatos de vestir finos, luego sus pantalones de vestir por igual, su correa, su chaleco, una corbata color azul marino junto a una camisa blanca en un cuerpo que se nota que está bastante trabajo, su cuello, su barba y sus casi carnosos labios… no puedo subir más mi mirada, no me atrevo.

     —Acompáñeme, después de todo también va a reunirse con el director. — decreta con seguridad a lo que asiento con timidez.

     Me giro y miro los ojos de la guardia pidiendo ayuda a lo que solo me mira en blanco. Hace una sea para que siga, siento la mano del hombre sobre mi espalda a lo que me alejo rápido. Su energía no es bien recibida y ante tal atrevimiento de tocarme sin tan siquiera conocerme.

—Ya se el tramo, no necesito su asistencia. —espeta el hombre a lo que camino con pasos ajorados, aunque no sé dónde queda la m*****a oficina. El señor Domenech llega mi lado sin dificultad. —Nunca la he visto por aquí. — me hago la sorda, es mejor evitar gente así.

     Siento como me detiene tomando mi mano. Ahí nuevamente miro sus ojos, pero por lo molesto que es. Parece molesto, sus cejas están fruncidas… según las imágenes que tengo en la mente eso significa que está enojado.

     —Señor Domenech, con mucho respeto, no me gusta que me toquen. — repudio alejando mi mano de la suya.

     —No le doy dinero a mi hijo para que compre cosas que no son nutricionales. Por lo tanto, sé que mintió ahí afuera salvándole el pellejo a la guardia que no sirve para nada. — escupe totalmente enojado dejándome perpleja.

     Sus facciones son muy varoniles, es un hombre guapo y profesional. Parpadeo varias veces y trato de alejar mi mirada de la suya. Escucho como pasan maestras cerca de nosotros.

     —Hoy viene el papa de Noah. — informa una emocionada.

     —Estoy loca que me vuelve hacer suya y me dé fuerte sobre la cama. — comenta loca con voz deseosa a lo que pongo cara de asco.

     —Querida tu contrato se acabó, se cansó de ti. Espero yo ser la próxima que le ofrezca el nuevo contrato.

     El hombre sonríe al escucharlas, tal parece que se le infla el pecho de orgullo acostarse con las maestras de su hijo. Hago una nota en mi mente de nunca permitir que me toque con esas manos que no sé dónde las ha metido. Pero al pensar algo rio, logrando que su mirada orgullosa cambie a una molesta.

     —¿Qué te causa risa? — cuestiona apretando su mandíbula.

     —Se acuesta con las maestras y no logra que le den buenas notas a su hijo. ¿No sabe hacer negocio? — cuestiono olvidando la alerta de tener filtro cuando hablo, sus ojos me miran lleno de ira logrando que muerda mi lengua maldiciéndome mil veces.

     —¿No sabes quién soy, pequeña? — vuelve a interrogar a lo que pongo los ojos en blanco.

     He estado encerrada estudiando desde que llegue a esta ciudad. No salía ni a tomar el sol, solo cuando tenía que ir a clase, ir a la biblioteca o al laboratorio de anatomía. Así que no sé quién eres mete verga institucional. Noto como me mira sorprendido dejándome confundida, miro a mi alrededor.

     —¿Qué acabes de decir? — pregunta con odio.

     —¿Qué? — contesto con otra pregunta totalmente perdida. —No he hablado, señor Domenech. — le notifico.

     —Claro que lo has hecho. — responde acercándose a mi de forma peligrosa, tengo miedo de que alce su mano y me golpee. —Mete verga institucional. — mi corazón se congela al escucharlo. —El que domina esta cuidad soy yo niña, incluyendo que te acepten o no trabajar aquí. Y a tu pregunta si se negociar, soy el mejor. 

M****a, m****a, m****a la he cagado. Y no sé quién es este hombre, según la guardia es alguien importante. Mi trabajo… sin tan siquiera asistir a la entrevista creo que me he quedado son el trabajo.

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