-3-

La noche antes...

-Pero ¿Por qué no te quedas?- preguntó su madre abrigandose con la rebeca.

-Quiero llegar a casa, ponerme cómodo y no pensar en mañana- resopló Patryce haciendo un mohin con la boca.

-Son casi las doce y ya sabes que no me gusta mucho que vayas solo por la calle a éstas horas- 

-Solo iré hasta la parada del bus, mamá- 

-Preferiría que te llevaras mi coche- alegó ella viendo la solitaria calle del barrio.

La parada quedaba a unos veinte minutos o así andando.

No era que tuviera miedo por la soledad sino más bien por el bosque que había cerca al residencial.

-Y mañana cómo ibas tú a manejarte. De verdad mamá, no pasará nada- metiendo la mano en uno de sus bolsillos sacó el móvil y lo agitó en la mano -Lo tengo cargado de batería hasta arriba-

-Mejor si no lo tienes que usar- repuso su madre.

No muy convencida, besó en la mejilla a su hijo. Pero no entró en casa hasta que lo viera alejarse lo suficiente como para saber que llegaría a la parada.

Desde la entrada, le observó caminar bajo la luz de las farolas que se elevaban por toda la acera.

No muy tranquila pero resignandose, la mujer regresó al interior de casa.

Y echó triple llave.

La caza fue todo un éxito.

El grandioso ejemplar se encontraba inclinado sobre el cuerpo de un ciervo recién cazado.

A pesar de ser algo similar a los lobos, su cuerpo era casi el doble de grande y se podía mantener sobre sus patas traseras como si de una persona se tratara.

Obviamente, en ese momento se hallaba medio agachado y dando buena cuenta de las calientes entrañas del animal.

De su garganta brotaban gruñidos de placer a cada bocado que se metía en la boca.

Usaba las patas delanteras como si de manos fueran pero en su lugar podían verse afiladas garras con largas uñas. 

Rasgaba cuanto podía el vientre de su presa para poder alcanzar más y mejor tanto órganos como carne.

En esto, el aire se levantó y con él llegó una fragancia que provocó a la bestia cesar de su cena. 

Despacio, alzó la enorme cabeza.

A la luz de la luna, podía distinguirse un rostro propio a los canes o mejor sería decir a los lobos.

Aún así, no poseía un morro alargado sino que más bien era una mezcla entre humano y animal.

Dando un gruñido movió las impresionantes fosas nasales que poseía...

Y percibió mucho mejor ese aroma.

Se olvidó por completo de su "cena" y lentamente siguió el rastro de dicho olor.

Cruzó sigilosamente todo el bosque. Con cuidado y sin hacer ni el más mínimo ruido, llegó casi al borde donde una hilera de recios árboles lo delimitaban.

Cauta, la bestia aquella asomó no demasiado el hocico por entre los matorrales tras los que se había ocultado.

Sus ojos, de un peligroso ámbar, se asomaron por éstos.

Al otro lado, justo en la acera de enfrente, vio la fuente de dicha fragancia.

Se trataba de un chico e iba solo.

Se le escapó otro gruñido el cual vio que hizo al joven detenerse y mirar a su alrededor.

De inmediato, la bestia, se escondió mejor.

Aunque no razonara como un humano usaba su cerebro para mucho mejor que un animal, por lo que no atacaba por placer.

Es más, ese aroma le atraía.

Le empujaba a ir con él y llevárselo.

Su cerebro le decía que no debía hacerle daño sino más bien tenerlo vigilado.

Viendo que el chico reanudó el camino, la bestia lo hizo desde detrás de los árboles y arbustos.

Procuraba no perderlo de vista.

Gracias a ello, podía grabarse perfectamente su cara.

Una voz profunda y grave retumbó en su cabeza.

La suya propia.

Le guiaba y controlaba.

El mantra que oía era repetitivo e incesante.

No quieres hacerle daño...no quieres hacerle daño...no quieres hacerle daño...

Y no. No era su idea.

Se movía despacio. Cuidando no hacer ruido.

Evitaba pisar las ramitas sueltas que había por la tierra y así no levantar sospechas o que, en su defecto, el joven le viera.

Un coche con jóvenes haciendo ruidos y oyendose las risas de éstos provocó tanto al chico como a él sobresaltarse.

Después la calma y silencio regresó.

La bestia lanzó un tenue rugido haciendo que el joven apuntara con la mirada hacia donde ella estaba.

Se agazapó cuanto pudo.

Gracias a que era de noche y los matorrales le ocultaban por completo, el chico no le vio.

Pero sí que apretó el paso para casi echar a correr.

La bestia lo hizo en sentido contrario mientras alzando la cabeza emitió un aullido.

Por la mañana...

Se despertó algo confuso.

Vio el techo de su habitación sobre él.

Enseguida alzó las manos para al tenerlas ante sus ojos verlas con restos de sangre.

Dio un resoplido y las dejó caer.

-M*****a luna...llena- refunfuñó.

Incorporandose un rostro le golpeó en la mente.

Un olor le regresó a los pulmones.

Estuvo un rato pensando cuando la fastidiosa vibración del móvil le hizo rechinar los dientes y taparse los oídos.

Dando un medio gruñido animal y humano agarró el teléfono y respondió:

-Sí- 

"-Buenos días señor, espero su noche haya sido... tranquila-"

Presionandose entre los ojos, el hombre contestó:

-Como todas las noches que hay luna llena- 

"-Espero nada...grave-"

-No. No pasó nada grave-

"-Eso es bueno saberlo...le llamaba por si sigue en pie lo de hacer usted mismo la entrevista a los candidatos-"

-No lo sé Rowena. Aún no soy persona. Cuando llegue me das la lista y los informes de cada uno de ellos para al menos saber qué caras tienen-

"-Desde luego señor, le estaré esperando en la puerta del ascensor-"

-Bien. Hasta dentro de un rato-

Colgando la llamada y dejando el móvil en la mesilla, se frotó un par de veces los ojos. Después se levantó de la cama. 

Ni le prestó atención a su desnudez ni al pijama hecho trizas por el suelo sino que se encerró en el baño.

Al cabo de una media hora estaba restablecido, vestido y dentro del ascensor rumbo a la planta donde tenía su despacho.

En cuanto se abrieron las puertas se encontró con una mujer de rojo cabello y sonrisa perfecta.

-Buenos días señor Bane. Los informes de todos y cada uno de los candidatos- entregó ella.

El hombre asintió sin mediar palabra y echó a andar hacia su despacho.

Por el camino y seguido por ella, iba pasando uno por uno los informes hasta que de repente...

Se detuvo en el acto.

Rowena, la mujer, le imitó quedando a unos pasos detrás suya.

-¿Ocurre algo señor?- se alarmó al percibir un ligero aroma de emoción y excitación juntos.

Lentamente, el de piel morena se fue girando a ella para con uno de los informes en la mano contraria plantarlo delante de sus ojos.

-Mira bien la foto- mandó.

Rowena hizo lo pedido y miró la fotografía en la parte superior de la hoja.

Era un chico.

Joven.

Quizás de entre veinte y veinticinco años.

De pelo negro. Piel clara y con una tímida sonrisa.

-¿La ves bien?- inquirió el hombre.

Rowena apartó la mirada de ésta para de inmediato hacerlo a él.

-Sí señor- afirmó.

-Quiero que sea el primero en entrevistarlo- colocando la ficha encima de las demás se las entregó a la mujer -Y sí, yo mismo seré quién haga la entrevista-

Rowena, quieta en el pasillo le vio darse la vuelta y echar a andar hacia su despacho.

Miró otra vez la fotografía y a continuación leyó el nombre:

-Patryce Connors- 

Con los informes en la mano también se dio la vuelta y caminó hacia donde sabía estaban los candidatos...

Salvo uno.

Y el que debía ser el primero en ser entrevistado.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo