MÁS TEMPESTADES.
Estefanía.

Llevaba aproximadamente una semana escabulléndome de mi alcoba para dormir en la de Rosa, Rodolfo aún no se daba cuenta, pero Adrián sí. En las noches él se escapaba hasta mi habitación y al no encontrarme, su estado cambiaba, y cuándo trataba de abordarme para pedirme explicaciones, simplemente yo lo eludía, me sentía mal, no quería que él creyera que no lo amaba. Toda aquella actuación era mi escudo en contra de mi debilidad, sabía que con tan solo rozarme yo perdería toda la fuerza de voluntad que tanto me había costado ostentar; también tenía que tomar en cuenta la vigilancia de Rosa.

En las noches me era imposible conciliar el sueño; mi alma se debatía en luchas interminables pensando que él estaba en mi alcoba buscándome; aquellos sobresaltos me hacían dar vueltas en la cama pensando en su cara, su sonrisa, la forma en que brillaban sus ojos; él alegraba mi vida haciéndome sentir que sí existían los ángeles, y que era mentira que estos seres celestiales no se podían
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