La habitación 306

- ¡La paciente de las 306 no está en la habitación!- gritó para alertar a los demás funcionarios.- Deben buscarla de inmediato por el piso, no está en condiciones de caminar en su estado.- llamó al médico tratante y movilizó a los guardias para que le buscaran.-

- Espere señorita, creo que sé donde fue, yo la traeré de vuelta.- le pidió Daniel.-

- ¿ Dónde?-

- En la Unidad de neonatología, voy por ella.- tomó las escaleras de emergencia y saltó varios escalones para ahorrar tiempo.

Tal como lo predijo, ella estaba de pie junto al vidrio, descalza y sus brazos manchados con restos de sangre donde se tiró las vías venosas.

Se acercó con cuidado para no asustarla.

- Es tan pequeña…- murmuró Samanta, reconoció a su hija sin problemas.- … Es la primera vez que la veo…-

- Ella está bien, los doctores dicen que está fuera de peligro.- le dijo Daniel

- ¿ Por qué estás aquí?- le preguntó con voz fría y distante.

- Vine por ti… no debiste levantarte estás…-

- Ya no soy tu problema… la bebé ya nació… por lo tanto, nuestras vidas se separan.-

- Samara… no podemos separarnos en esta situación, tú estás herida y…-

- ¡ Sabía que saldrías con ese argumento! El accidente no cambiará mi decisión.-

- Samanta apenas reaccionaste no puedes…-

- Sí puedo, te dije que respetaré tus derechos de paternidad, ¿ qué más quieres?- sus mejillas estaban muy rojas y los ojos vidriosos, se llevó una mano a la frente y se tambaleo.

Daniel le abrazó por la espalda y la pegó contra él, Samara lo alejó como si fuese el diablo.- ¡Piérdete! Ya tienes lo que querías, sólo firma ese maldito papel y vive tu vida con tu santa novia.-

- No puedo..-

- Es lo que siempre quisiste… ¿ o quieres vivir una doble vida? –

- No es eso… ¿ no entiendo por qué tomas esta decisión tu sola?-

- Porque me arrepiento de amarte por tanto tiempo… porque jugaste con mis ilusiones, no debí escucharte…-

- Lo siento… yo de verdad quería intentarlo…-

- No digas que lo sientes porque no es cierto, ¿ cuando tuvimos relaciones pensabas en Lisbeth verdad?-

- No.- le dolía que pensará así de él.-

- Es mi culpa… fui cobarde… no debí casarme contigo… no debí embarazarme- gritaba llorando desesperada.-

- Samanta, basta ¡ No quiero el divorcio!- le levantó la voz

- ¿ Qué?- esas palabras en vez de tranquilizarla, le enojaron más.

- No quiero…- su esposa no le estaba mirando.

- Ella te espera…- le dijo con los hombros caídos.- 

- ¿ Qué? – ella miraba algo detrás de él, había una mujer de cabellera negra lisa contemplándolos, era Lisbeth.

- ¿ Ya se lo dijiste? ¿Es feliz ahora?- seguía viendo a la mujer de cabello negro.

- Samanta, no es…-

- No le hagas esperar, se ve que está muy preocupada por ti, yo volveré a mi cama en unos minutos.-

- Estás muy débil…-

- Ya no soy tu esposa.- se quitó el anillo y lo depósito en la palma de su mano.- Ya no soy tu responsabilidad.- Dicho eso se giró hacia el gran ventanal donde podía ver a su pequeña.

- Daniel vine a recogerte ¿estás bien?- Lisbeth aprovechó de acercarse.-

- Yo estoy bien, me dieron el alta.-

- ¿ No se supone que tu esposa estaba muy mal?- le miraba dudosa de lo que había escuchado en las noticias.

- Sí lo está, pero quería ver a la bebé y se levantó…- aún tenía el anillo dentro del puño y lo apretaba furioso.

- Samanta, me alegra verte mejor.- le dijo Lisbeth fingiendo estar pendiente de su salud.

La recién mencionada, le miró por unos segundos y se demoró en contestar.- Daniel tiene algo que contarte, te alegrará más que verme intacta.

- Sam…- necesitaba hablar con ella, no podía dejarla en ese estado.

Simplemente lo ignoró.

- Vamos, yo te llevaré a tu casa y te cuidaré.- le tomó del brazo y lo invitó a seguirle Lisbeth.

Sin que lo notara, Lisbeth miró de reojo a la mujer afirmada del ventanal, con una sonrisa maliciosa.- “ Lo conseguí, yo gané”- pensaba emocionada.

Samanta le vio y sólo asintió con la cabeza, de alguna forma confirmando lo que ella decía en su cabeza. –

Su esposa los observaba alejarse, la cabeza de la chica afirmada en el brazo de su marido, siempre deseo ocupar ese lugar, pero era un sueño imposible, tardó años en resignarse.

- Prometo que tu mamá será fuerte.- le decía por la ventana a su bebé en la incubadora- … no les faltará… nada…- Sintió un pitido en el oído y su vista se apagó, el aire se volvió difícil de respirar y su cuerpo dejó de responderle.

Daniel sintió un golpe sordo detrás de él, se volteó de inmediato y soltó a Lisbeth, su mujer estaba en el suelo, la herida de la cesárea sangraba y manchaba su bata de la clínica.-

- ¡ Samy!- corrió hacia su esposa y la apoyó en su pecho, estaba ardiendo en fiebre y su ropa estaba empapada, la cargó en brazos, sin prestar atención a su adorada novia corrió con ella hasta la unidad más cercana.-

Los doctores y las enfermeras corrieron a revisarla.

- ¡ Doctor! ¡Enfermera! ¡ Tiene mucha fiebre! ¿qué ocurre con ella?-

- Señor usted no puede estar aquí, debe salir mientras le tratamos.-

- Pero quiero estar con ella ¿por qué su herida sangra?

- Tranquilo señor, el doctor ya le está tratando, la herida pudo abrirse porque ella se levantó sin supervisión.-

- ¿ Y la fiebre?-

- Su sistema defensivo está débil, acaba de dar a luz, el doctor saldrá pronto a conversar con usted.- la enfermera forcejeaba con él e intentaba explicarle.

Daniel veía como las enfermeras y doctores rodeaban a su mujer, le habían quitado la ropa, ella permanecía inmóvil.

El doctor Schneider se asomó por la puerta y le habló a la enfermera que conversaba con Daniel.-

- Liza, contacta a pabellón, necesitamos operarla ahora.-

- Sí doctor, de inmediato.- la enfermera fue por el teléfono.

Daniel se acercó a la puerta.- ¿ Por qué le llevan a pabellón?-

- La herida se abrió, y el foco de la fiebre no está claro, iniciamos antibióticos, esperamos responda bien.-

- Su hijo la espera en casa, no dejé que se muera…-

- Llame a la familia de Samanta, deben prepararse para cualquier escenario, es como si su esposa quisiera morir.-

El doctor volvió a la habitación de su esposa, y le dejó en shock, se afirmó en la pared para no derrumbarse. Ella quería morir, dejarlo totalmente libre, pero él jamás deseo eso, Samanta nunca le había gritado de esa manera, nunca había llorado así en frente de él.

Sacaron la cama de su esposa y los auxiliares de servicio se la llevaron al pabellón.

Ella había estado a su lado los pasados 8 años, siempre la vio como un puerto seguro, que nunca se iría o lo abandonaría, ahora, se estaba dejando seducir por la muerte y no pretendía dar la pelea.

 Eso vivió Daniel los primeros días del accidente, todavía no se recuperaba del impacto, se venían días difíciles.

Su madre, suegra y cuñada estaban con él recibiendo las noticias del doctor, pero se sentía solo.

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