Capítulo 4. Secuestro

Enzo Marchetti

Después de la reunión con el señor Lennox, busqué a mi hermano menor por todos lados. Estoy seguro de que se molestara conmigo por dejarlo tirado de nuevo, Kendall luego de varios minutos hace acto de presencia.

         No puedo evitar fruncir el entrecejo cuando el olor de este al acercarse me indica que está excitado.

         —¿Sexo frustrado? —cuestiono.

         —No es gracioso, —refunfuña de muy malhumor.

         —¿Qué sucedió? —pregunto serio.

         —Una humana afirmaba que soy un mal besador, —lo miro ceñudo.

         —No entiendo que quieres decir con eso.

         —¡¿Cómo puedo permitir que diga eso?! —Gruñe—Le mostré que si besaba bien, —afirma.

         —¿Follaste con una humana?

         —¿Qué? ¿Estás loco? —interroga—No haría eso con humanas, —refunfuña muy molesto.

         —La deseaste, —le digo, Kendall mira a otro lado que no sean mis ojos y se da un trago de una copa de champán. —No es malo que desees tener sexo con una humana, es difícil hacerlo, pero no imposible, —añado.

         —Son débiles, —dice.

         —Lo son, pero no eso no impide que puedas tener sexo con una, —murmuro.

         —No voy a arriesgarme de ese modo, —dice.

         Suspiro y decido dejar pasar el tema, me concentro en buscar a aquella humana, no la he visto desde hace rato y no tengo idea de donde pueda encontrarse.

         —¿Quiere regresar al apartamento? —interrogo.

         —Sí.

         Nos vamos de ese lugar y al llegar al apartamento cada quien se va a su habitación, no me sorprende encontrar a Kristin desnuda en mi cama, se ha vuelto monótona nuestra relación.

         —Estuve esperándote, me dejas sola siempre, —con su velocidad vampírica la tengo delante de mí.

         —No comprendo por qué quieres estar a mi lado, ya te he dicho que puedes irte cuando lo desees y que te daré todo el dinero que quieras, —la vampiresa se dedica a quitar mi saco y luego los botones de mi camisa hasta dejar mi torso descubierto.

         —Yo te amo, Enzo, —me dice.

         —No vuelvas con el mismo tema, —expreso alejándome.

         Entro al baño y esta me sigue, me quito toda la ropa, Kristin pasea sus manos por mi cuerpo y el frío de su piel no causa ningún efecto en mí. Desde hace tiempo nada más tengo sexo con ella cuando mi celo llega y después nunca más.

         —Solo quiero estar a tu lado.

         Suspiro.

         La vampiresa toma mi polla y me acaricia intentando conseguir que me excite, sin embargo, no provoca nada en mi cuerpo, me separo de esta e ingreso a la ducha, Kristin no se rinde tan fácil y si no fuera porque es de gran ayuda en mi celo la sacara a patada de mi casa.

         —Hoy estoy cansado, —me limito a decirle como último recurso para que no siga insinuándose.

         —Entiendo, mi amor, —dice.

         La dejo ayudarme con la ducha y luego nos vamos a la cama, la abrazo e imagino que es a Astrid a la que tengo en vuelta en mis brazos hasta que caigo en un profundo sueño en donde lo único que veo es el cuerpo sin vida de la única mujer que ame en toda mi vida.

(…)

         —Quiero que saludes a mamá, —le pido a mi hermano que ya está listo para regresar a Sicilia.

         —Lo haré, me alegro pasar tiempo contigo, espero que algún día resuelvas los problemas con papá, —hago una mueca y dejo salir un suspiro.

         —Ve con cuidado, —esperaba que dure más tiempo aquí, sin embargo, lo de la humana le afecto y quiere alejarse de todo esto.

         —Hasta luego.

         Después de la despedida me voy a mi oficina, me tocará viajar en unos días a Roma y verificar una nueva mercancía que ha llegado, ser el nuevo Don es difícil y más cuando el antiguo era el mejor. No tengo a mi padre en mi vida para que me aconseje de cómo hacer las cosas de la mejor manera y me toca improvisar siempre.

         —Señor, —mi jefe de seguridad ingresa a la oficina—La joven fue secuestrada, —abro mis ojos sorprendido por lo que dice.

         —¡¿Cómo diablos sucedió eso?! —pregunto alterado.

         —Fue un descuido por parte del escolta, lo siento, —dice.

         —Me ocuparé de él más tarde, ¿Quién la tiene? —cuestiono.

         —La mafia de Giordano.

         —Amigos nuestros, por suerte, —murmuro. —Organiza una reunión y averigua el precio, no me la darán tan fácil, —le pido, Akor asiente y se retira.

         La humana será mía después de todo.

Mia Lennox

         Si alguien me hubiera dicho que sería secuestrada el día de mi cumpleaños, tal vez me reiría, no creería que en pleno siglo los secuestros se logren con éxito. Lo digo porque hoy las calles se encuentran abarrotadas de cámaras y varios equipos con tecnología muy avanzada para hacer reconocimientos faciales.

         Tengo mucho miedo, no logro entender nada de lo que hablan a mí alrededor, mis ojos se encuentran cubiertos por una venda mientras que mis manos están atadas a mi espalda.

         —Por favor, soy mujer americana… si quieren dinero llamar a la embajada, —les digo, sé un poco de cómo funcionan las cosas de secuestros y tal vez ellos solo quieren dinero.

         —Guarda silencio, —esa mujer está a mi lado y por su acento también es italiana.

         —¿Eres de ellos? —cuestiono.

         —Ya desearía, pero también estoy secuestrada, —murmura.

         —¿Quiénes son? —pregunto.

         —Mafia italiana, por lo que escuche, ellos venden mujeres a prostíbulos asiáticos, —susurra.

         Sus palabras solo me provocan que el miedo incremente, no quiero ser prostituida y tampoco ser alejada de mi familia, no puedo evitar dejar salir las lágrimas que estuve reteniendo.

         »No llores, ni demuestres debilidad, —dice.

         —¿Cómo puedo mantenerme estable sabiendo que seré vendida? —pregunto con mi voz entrecortada.

         —Es difícil de aceptar, pero si lloras serás débil y te sacaran más rápido del país, —dice.

         —¿Por qué sabes tanto de ellos?

         No escucho respuesta alguna, me quitan la venda y frente a mí tengo a la chica, ella me mira con pena.

         —Porque ya fui secuestrada y solo me toco aceptar mi destino, nadie me vendrá a ayudar, —la ropa que utiliza no deja nada a la imaginación y veo con claridad que fue lo que acepto.

         —Yo no quiero esto, —susurro.

         —Nadie quiere esto, —murmura—Sigue mis consejos y estarás bien, ¿De acuerdo? —me limito a asentirle. —En una hora llegara un doctor, él te evaluara completa, buscara cicatrices que puedan devaluarte en el mercado, te harán un examen de sangre para confirmar si tienes alguna ITS, —explica.

         —¿ITS?

         —Infección de transmisión sexual, —me mira con el ceño fruncido—¿Eres virgen? —cuestiona, miro a otro lado. —Oh, merda (Oh, m****a) —susurra.

         —¿Qué?

         —Las vírgenes van a la subasta, —dice. —Son vendidas a los mafiosos, —me explica.

         —No quiero ser vendida, —la miro aterrada.

         —Querida, lo mejor que te puede pasar es ser subastada, no sabes cuánto hubiera deseado pasar por una subasta, —me sonríe. —Las mujeres que son compradas de ese modo tienen una gran probabilidad de una mejor vida que la del burdel, —añade.

         »Serás de un solo hombre, claro, siempre y cuando te comportes bien con tu comprador, ya que si le das muchas molestias, no lo va a dudar para enviarte a uno de sus burdeles, —dice.

         —¿Cómo puedes creer que eso es vida? —pregunto.

         —No vas a salir de este lugar, no pongas resistencia al doctor, —la mujer se marcha dejándome sola en aquella habitación. Me niego a vivir de este modo, no quiero ser subastada y solo deseo volver a casa con mi familia.

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