Capítulo 7

—No quiero errores—dice Moira en su usual sermón para animar al personal.

Extrañamente, todos visten formal, es decir, llevan puesto el uniforme que me dio Anna.

—Ahora a trabajar—aplaude un par de veces indicando que ha terminado de hablar, el personal del turno formado en fila se dispersa dirigiéndose hacia la cocina—Ciara. ¿Puedo hablar contigo?

Algunos me miran de reojo antes de irse, no los identificó, son personas que no suelen estar en mi equipo de trabajo.

—Lo lamento, olvide decirte que debías usar el uniforme formal, pero veo que te las arreglaste para conseguir uno—expresa casi apenada mirándome de arriba abajo—¿Kelly?

Inclino la mirada hacia mi pecho y observo lo que le ha llamado la atención.

—Era esto o perder el bono de puntualidad—me excuso.

—¿Y no puedes quitarte la placa?—frunce el ceño y ella misma intenta quitar la placa, pero descubre casi al instante que es imposible—de acuerdo, ten cuidado de no hacer algo indebido mientras portas el apellido de otra persona ¿De acuerdo?

Asiento, no creo que tirar un plato o algo así vaya a perjudicar a Anna, de cualquier forma no podría machar su apellido con alguna falla mía, no soy ese tipo de persona.

—Cuando termine el turno puedes quedarte en el cuarto del ama de llaves—extiende una llave con un llavero de un conejito rosado que tiene un pequeño nombre bordado sobre su pecho: Bonnie.

¡Qué original!

Tomo la llave y la guardo en el bolsillo de la falda, no quiero arriesgarme a perderla y tener que regresar a casa a oscuras.

—Ahora apresúrate—indica, da media vuelta y se va. Como el ama de llaves, está obligada a presidir el servicio.

Suspiro al escuchar el ajetreo en la cocina, están a punto de servir la comida, no tengo más opción que entrar y hacer mi trabajo. Camino sin ánimo, a nadie le gusta trabajar en el segundo turno y ahora entiendo por qué. El personal se mueve de aquí para allá sin descanso.

—Aquí tienes princesa—me dice Mackenzie arrogándome una servilleta larga. La forma en como me mira es insoportable, es una desgracia que no tenga el valor para enfrentarla como ella lo hace a plena vista de todos, pero los demás están tan ocupados que no les importa lo que ocurre a su alrededor.

—Oye tú, ven acá—alza la voz un hombre alto, de cabello oscuro y piel blanca, viste un traje similar al de todos con excepción del tono, es mucho más oscuro, no entiendo como es que no lo he visto antes.

No tengo idea de por qué Mackenzie está aquí, pero no vale mi tiempo para que me quede reflexionando al respecto. Me dirijo hacia el hombre que me ha llamado y al estar frente a él encorva los labios insatisfechos.

—¿Tú eres la que suplirá a Jones?—interroga mirándome de arriba abajo sin cambiar esa expresión descontenta del rostro. No sé quién es Jones, pero asumo que ella es la que pertenece al segundo turno y que se encuentra indispuesta y por ello debo ocupar su lugar—no queda de otra. Toma, servirás la sopa. ¿Sabes que hacer no es así?

Asiento, pero antes de que pueda añadir algo, alguien detrás de él lo llama e inmediatamente me ignora.

Miro a los demás moviéndose como si sus vidas dependieran de ello, en comparación con ellos el turno diurno son unos holgazanes, pero supongo que deben ser diligentes, ya que ellos tienen más contacto con la familia y sus visitas, nosotros, por así decirlo, solo somos el servicio de apoyo.

No me gusta quedarme parada sin hacer nada, así que me aproximo a la isla de la cocina, ahí están situadas soperas de acero inoxidable. Tomo una e imitó a los dos hombres frente a mí que acuden al chef para que vierta en el recipiente una pequeña porción de sopa. Él me mira y frunce el ceño, sospecho que me reconoce, pero no dice nada, solo vierte la sopa y me indica seguir la puerta por donde se han ido mis compañeros.

Al salir noto que todos esperan en fila, me situó detrás del último y espero junto con ellos hasta que aquel hombre pelinegro ordena avanzar, al prestar atención a su placa de identificación logró leer su apellido: Tyler.

—Caminen—alza la voz cómo si de niños pequeños se tratase. La fila empieza avanzar y no tengo más remedio que seguirlos.

Continuamos hasta el comedor, un lugar que nunca pensé conocer, en primer lugar porque no es mi área de limpieza, yo suelo estar en el primer piso, en áreas exteriores y en lugares que he visitado con mi tía Moira, como por ejemplo, el salón de juegos, además solo el personal de segundo rango tiene permitido el paso a ciertas zonas donde suelen estar los Mitchell, es decir, personas que han trabajado más de dos años aquí porque son de plena confianza. Sé que mi presencia es incómoda para los demás, deben pensar que mi tía fue quien fraguo todo esto y aunque así parece, sé que ella sería incapaz.

Avanzamos cuando se abren las puertas, las visitas ya están en el interior conversando y para mi mala suerte es a ese insufrible hombre a quien logro ver, pero por suerte no me toca servirle.

Tyler, es decir, el hombre que parece ser el jefe, me indica con un ademán en la cabeza que me quede al final, detrás de un hombre y una mujer que juguetean por debajo de la mesa, es una rubia que lleva puesto un vestido blanco con lentejuelas brillantes y unas zapatillas que hacen juego, el tipo lleva un traje gris a cuadros y unos zapatos cafés, pero desde donde me encuentro no puedo ver sus rostros.

Ignoro la escena y dirijo la mirada hacia el frente. Tyler informa el menú, sopa de garbanzo con espinaca y un filete Wellington, que es un trozo de carne envuelto con jamón y hojaldre.

Los invitados parecen emocionados por el menú así que Tyler indica se sirva el primer platillo.

Me acerco a la pareja que continúa con su juego de caricias, sirvo en el plato hondo frente a la chica, el aroma de la comida llega hasta mis fosas nasales, huele tan delicioso que ocasiona que me abra el apetito.

Desvío la mirada brevemente para tratar de contener el aliento, no quiero que mi estómago se queje por hambre en ese preciso momento, pero  al volver la vista captó algo insólito, veo una mirada azul escudriñándome, instintivamente vuelvo la mirada no logro distinguir con claridad quien o porque ha sido esa mirada, me inquieta volver a mirar y descubrir que lo que vi con anterioridad no es el fruto de mi imaginación.

Continuo con mi trabajo, sirvo la comida al compañero de la joven y luego a la siguiente pareja, de igual forma un hombre y una mujer, pero mientras sigo en lo mío, siento una extraña sensación en el cuello, lo percibo como cuando mi tía Moira me observa.

Cuando termino vuelvo a situarme detrás de la misma pareja. La chica ahora degusta su platillo, pero el chico a su lado no se rinde y persiste en intentar subir el dobladillo de su vestido, sube lentamente su mano por debajo del vestido y este se va arrugando conforme avanza.

Desvío la mirada al notar que está muy cerca de llegar a su destino final y desgraciadamente dirijo la vista hacia el final de la mesa, donde se encuentra un hombre que lleva puesto un traje blanco que hace juego con su camisa azul claro, su mirada choca con la mía y me paralizo.

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