Capítulo 2

Todavía no comprendo cómo llega a gustar este tipo de historias hoy en día. La sociedad ha cambiado muchísimo y estoy seguro de que, si alguien escribe las vivencias de lo que sucede diariamente el mundo, jamás podría llegar a su fin.

Por mi parte no soy un hombre muy interesante. Trabajo, respiro y tengo bastante dinero. Bueno, si le anexamos un pequeño detalle de mi oscura vida, sería mejor. 

Gracias por leer, nos vemos en unos años.

Muchas cosas han cambiado desde el asesinato de mi hermana menor. Tuve que adaptarme al nuevo mundo que me tocó vivir, mi corazón dejó de latir y se enfriaron mis sentimientos.

Mis necesidades están cubiertas por decirlo así. Soy un tipo bastante higiénico, tengo sexo con cualquier mujer del bar que esté disponible y trabajo lo suficiente para tener la mente ocupada.

No tengo tiempo para más nada.

Bueno, para la familia y buscar al asesino de mi hermana. En fin, soy un hombre infeliz, con una vida dividida por el bien y el mal.

—¿Por qué dejaste que esa mujer te hablara así? —Alessandro interrumpe mis pensamientos, mientras vemos a las alemanas con su hermana—. No sé qué negocios tendrán con Alessandra.

Suspiro mientras vuelvo a revisar mi celular.

Soy desconfiado y no lo digo por ser mafioso, pero me resulta imposible quedarme con los brazos cruzados desde que tengo uso de razón. Recuerdo un profesor en Gales, siempre dijo que debíamos investigar a todo aquel que viniera a trabajar en nuestras empresas.

Ningún extraño con problemas mentales puede entrar a nuestros negocios porque nos iríamos a la quiebra.

Y vaya razón que tenía.

—Porque la conozco de otro lugar —él me mira mal. No nos habíamos ido muy lejos de la habitación donde estaba Alessandra, jamás la dejaríamos sola—-. Quiero y necesito saber que negocios tienen con tu hermana porque no tienen aspecto de prostitutas.

—¿Infiltradas? —asiento, veo a la castaña comprobar el celular y algo me dice que esas dos mujeres están tramando algo—. Quieres hacerles algo y tu cara de idiota me lo está confirmando.

—Esa mujer de ojos azules está ocultando algo. Alessandra nunca habló de ellas y tampoco tienen fotos juntas —guardo mi celular, empiezo a caminar y le hago señas para que me siga—. No sé si son asesinas, pero si es así, nadie en la organización estará seguro.

—Definitivamente eres un idiota —se ríe mientras me sigue—. El Don de la Cosa Nostra tiene miedo de dos frágiles mujeres.

—¿Te corto los huevos para que te rías con más gracia? —se tapa las bolas, su rostro es de total horror—. Actúa como un el subjefe de la mafia. Vamos a intimidar a las alemanas.

Caminamos hacia ellas con paso calmado, alertándolas a las dos y haciendo que se levantaran de la silla.

—¿Algún problema? —pregunta castaña con nerviosismo. 

No es precisamente mi tipo de mujer, pero si les gustan las castañas con algunas pecas, ojos azules, de piel broceada y un poco delgada... está bien. 

Para gustos los colores.

—Sí —alza las cejas—. ¿Tres millones? —me ve con confusión, entonces quiere más—. Les daré seis millones de dólares.

—¿A qué se debe ese dinero? —interviene la pelinegra—. ¿Alessandra está en problemas? —nos mira con preocupación—. Si eso es así nosotras podemos…

—Es el dinero para que dejen en paz a Alessandra —responde su hermano interrumpiéndola—. Nosotros nos haremos cargo de ella y de todo lo que necesite.

La castaña se empieza a reír como si estuviésemos jugando.

—¿Así son todos los italianos? —pregunta molesta—. Seis millones de dólares es poco para resolver los asuntos que tenemos con ella —se cruza de brazos—. No sé qué clase de personas creen que somos, pero ya que son mafiosos, mejor mátenme de una vez —asiento interesado—. No nos iremos porque los negocios son con Alessandra y no con ustedes.

—¿Qué clase de mujer eres? Se les nota que se acercaron a ella por interés —espeto, con fingida calma.

—Una que tiene que sacar a su familia adelante —responde, veo una vena sobresalir de su sien—. Por si no lo sabes, no todo el mundo caga plata ni es de la mafia.

—¡Ada, basta! —la interrumpe la pelinegra—. Estos tipos son unos idiotas. Déjalo así que no vale la pena —le muestra el reloj de su mano—. ¿Ya viste la hora? Debemos irnos de aquí.

La chica asiente a regañadientes, me ve con rabia y antes de irse vuelve a hablar.

—No te deseo mal, pero ojalá te dé diarrea con gripe —Alessandro, como buen imbécil, se empieza a reír por lo que me dijo.

—Y espero que tu estés ahí para limpiar mi m****a —le respondo, a la fulana Ada, me ve tan mal, que juraría que me está matando.

Tranquila, bella, el odio es mutuo.

[…]

Unas horas después me había llegado la información completa de las dos alemanas. Mi gente es eficiente cuando es la hora del chisme.

Solo pedí lo básico, digamos que respeto la intimidad de las personas.

Confidencial.

Información Personal.

Nombre: Cristal Richter.

País de Nacimiento: Berlín, Alemania.

Edad: 25 años.

Profesión: Doctora.

Información Personal.

Nombre: Ada Schulz.

País de Nacimiento: Sicilia, Italia.

Edad: 27 años.

Profesión: Doctora.

Antecedentes: ambas mujeres tienen un negocio con la señorita Alessandra De Santis. Al parecer quiere que ellas sean encargadas de la salud de la Cosa Nostra. Fueron secuestradas en Alemania hace algunos días y no tienen dinero para estar en el país. Desconocemos desde cuando son amigas de la señorita De Santis, pero fueron liberadas de ser prostitutas por la señorita. Las dos mujeres están con una niña de cuatro años.

¿Así que Alessandra las liberó?

Para ser una mujer estudiada carece de educación y la mujer nació aquí.

Más sospechoso todavía.

—Buenas noches y bienvenido sea. ¿Desea algo de tomar, Don? —Camille, la mesera de siempre, me pregunta.

—No. Estoy buscando a una mujer —respondo, viendo por todo el bar.

El bar de Alessandro es un prostíbulo en la zona VIP. Los hombres vienen a derrochar la plata sin razón alguna. Ninguna de ellas está tan buena como para pagar 1 centavo, pero si para satisfacer a los Capos aliados de nuestra organización.

Negocio es negocio y no se toca la mujer que ellos elijan.

—Lo siento, Capo, pero el jefe nos ha dicho que no podemos vender la información de nuestros trabajadores —responde, con desdén. 

La ignoro ya que miro hacia una muy llamativa castaña con poca ropa.

—Ya la encontré —señalo hacia la amiga de Alessandra—. No necesito de ti.

—Lo siento, Capo —me detiene Camille, tomándome de mi brazo—. No puede hablar con ella —frunzo el ceño—. Ella ya fue ofrecida para el Capo de Irlanda.

Miro a... ¿Ada?

—¿Pagó por ella? —asiente—. Solo necesito 10 minutos con esa mujer —me mira dudosa—. No me la voy a coger, dame los 10 minutos y será toda tuya.

—Bueno, pero que no pasen más de 10 minutos —responde—. No queremos más problemas con el Capo de Irlanda…

Sí, pero él es quien se empeñó en mi territorio.

[…]

Esperé a que todas desaparecieran del camerino y ella apareciera. Estaba a punto de atender la llamada de Alessandro, cuando por fin, Ada entró al lugar con cara de susto.

—¿Te compraron por más de seis millones de dólares? —pregunto, ella se sobresalta y baja la mirada, suspiro con indignación por esa actitud—. Se te nota en la cara que la plata es lo más importante para ti —aprieta sus manos haciéndolas puños.

—¿Qué quieres? —cuestiona ronca, alzando la mirada e ignorando mi pregunta—. El dinero es mi mundo y sin el no soy feliz. ¿Eso era lo que querías escuchar? —me mira con odio—. Pues ya lo dije. Ahora puedes irte a hacer lo que sea que hagas.

Aparta la mirada y ve a todos lados, se detiene en un lugar específico y yo, como buen observador, miro el mismo lugar que ella.

Una cama con pétalos de rosas blancas.

¿La harán florecer? Pero tiene un hijo…

—Ada Schulz —me ve seria—. ¿Sabes que el Capo de Irlanda te hará su mujer? Serás su prostituta para siempre.

—Yo no soy una prostituta y yo no… —intenta gritar, pero solo logra alzar un poco la voz, su acento alemán se marca más cuando se molesta—. Necesito el dinero… eso es todo.

—Eres doctora. ¿El dinero que te ganabas con eso no te alcanza? —niega con una mirada fría—. Todo el mundo sabe que es una buena profesión —sonríe—. ¿Trabajabas en Alemania?

—Sí, ejercía mi profesión. Tampoco es que me dieron a elegir porque me secuestraron y ahora estoy aquí —esquiva mi mirada.

Eres una bambina muy mentirosa.

—Realmente no me importa que hiciste con tu vida, pero no quiero que vengas a joderme la existencia —me ve—. Buena suerte con el Capo y déjame decirte que es un viejo verde el que te va a coger.

—Pensé que tú... —susurra, mordiéndose el labio.

La miro con diversión.

—No, no me da la gana. No tengo tanto dinero para gastarlo en una mujer que no me gusta —paso de largo y golpeo su hombro.

—Creí que venías a ofrecerme dinero otra vez —me toma del brazo clavándome sus uñas—. Prefiero mil veces que un viejo verde me compre y me coja, antes de tener que ver algo contigo, grandísimo imbécil.

Me suelta y sale molesta de aquí.

¿Entonces te doy asco?

Me quedaré a disfrutar tu cara de horror cuando veas a tu asqueroso viejo verde.

Ada, me estás fastidiando la mente con tu jodida actitud y tus ganas de llevarme la contraria.

Te haré sufrir.

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