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Durante toda la noche la joven se la pasó dando vueltas y vueltas en la cama buscando la forma de escaparse de sus padres y hacer lo que ella realmente le daba la gana.

Muy temprano se levantó, se bañó y vistió sus ropas picantes como de costumbre. Bajo de la habitación antes que la madre la llamara. Su cara demostraba una humildad que no existía, pero ese era su plan fraguado.  Desayunó en un total silencio. Si sus padres le hacían una charla ella contestaba muy educadamente.

Luego espero muy desinteresada en la puerta de la casa que Richard la fuera a recoger. Sus padres estaban convencidos que la charla de la noche había sufrido sus efectos.

—Hola, bebé— la saludó él con cariño— ¿Cómo sigue el castigo?

Ella elevo los hombros restando importancia.

—Pues, que te digo— dijo con una sonrisa mordaz— digamos que muy bien.

Richard la miró y frunció el ceño.

—No estarás pensado en alguna travesura nuevamente— dijo serio y con voz ronca por el enfado— te comportas como una chiquilla, ya es hora de que piense en las consecuencias de tus acciones. Un día de estos vas a pasar un mal rato…

Ella lo miró y furiosa le respondió.

—¿Qué te crees? ¿Mi padre? O ¿Mi madre? — ella respira profundo— no quiero que me vengas con regaños. No, hoy está haciendo una mañana tan linda y prometedora.

Él suspiró. Ella era realmente imposible de tratar y de hacerla entender lo malo que era su comportamiento.

Susana llegó a la puerta de aquel lugar donde muchos jóvenes iba para pasar el examen en las diferentes universidades en total silencio y enfurruñada con Richard porque él en vez de apoyarla siempre andaba regañándola. Él era un joven tan correcto, nunca hacía nada malo. Eso pensaba la joven.

—Gracias amor— dijo la joven y le dio un rápido beso en los labios.

—¿Paso por ti? — le pregunto – no tienes trabajo que realizar.

Ella lo pensó por unos instantes.

—Sí. Tengo un trabajo – se mordió el labio— lo siento. Yo te llamo y si no puedes llamar a papá.

Él la miro enamorado.

—Cuídate nena, mira lo que está pasando con las jovencitas— le recordó — por favor, no salgas sola.

Ella se despidió con la mano y lo dejo hablando solo en el auto. Últimamente todos andaban paranoicos con los desafortunados hechos de las jovencitas perdidas.

Cuando ella vio que el carro de Richard solo sonrió con mucha picardía y comenzó a caminar. Caminaba con pasos rápidos para alejarse lo más de aquel lugar de capacitación y así evitar que algún compañero o profesor la pillara fuera y avisaran a su padres que la mantenían vigilada.

Camino alrededor de una hora hasta llegar a una plaza comercial que apenas abría la puerta principal.

—Buenos días— saludo la joven al vigilante con una sonrisa.

—Buenos días, apenas estamos abriendo— le dijo el hombre mayor— no hay tiendas abiertas…

—No importa— le interrumpió con una sonrisa— tengo todo el tiempo del mundo para esperar a que las abran.

El hombre simplemente le dejó pasar.

Ella siguió caminando en la gran plaza comercial y veía como las empleadas abrían las diferentes tiendas de aquel maravilloso lugar. Ella por su parte se la pasaba mirando escaparates y sonriendo de sus descabelladas ideas.

—¡Me encantan esos zapatos! — dijo mientras pegaba la nariz en la gran vitrina de cristal— me los voy a comprar, si señor.

Reía de imaginar la cara que iban a poner sus padres cuando se enteraran que se había escapado del plantel de capacitación  nuevamente.

Desde la distancia desde el mismo momento que ella ingresó al centro comercial una fría y calculadora mirada se posó en ella. Y sin ella percatarse de que alguien la observaba, siguió con su plan en marcha. Como era muy temprano, apenas estaban abriendo los almacenes y centros comerciales ella solo se limitaba a mirar las vitrinas.

Llevaba horas caminando. Suspiro con aburrimiento.

Miró para todos lados fastidiosa, buscaba que hacer.

Quién sabe dónde salió   en esos momentos un joven bien parecido, su piel era bastante oscura y su cabello rizado, tenía una barba en forma de candado. El hombre era bastante alto y caminaba como si buscara algo en aquel lugar. En su mano llevaba un papel en la mano, parecía buscar una dirección. En su atractivo rostro se notaba la desesperación, pasaba las manos por la cabeza con preocupación, desordenando el negro rizado cabello.

Ella lo miraba con interés y se mordió el labio de manera inconsciente.  Le gustaba el color de sus ojos, eran cafés y brillantes y sus pestañas negras largas y tupidas acentuaban aquel rostro varonil.

Las miradas de los dos se encontraron en un segundo. El cuerpo de la joven se estremeció de placer. Era la primera vez que sentía esa extraña y nueva sensación y le gustó.

Ella bajó la mirada porque sintió vergüenza al ser descubierta por él.

 –«¡Vergüenza! Yo, si ni siquiera sé qué es eso» — pensó, pero estaba muy sonrojada por la ligereza de sus pensamientos.

Él sin apartar la mirada del rostro de la joven se acercó lentamente y la abordó.

—Disculpa, me podrías ayudar — le mostraba un papel donde estaba escrita una dirección— No encuentro esta dirección.

—«¡Qué voz!» —  pensó ella emocionada.

Ella muy comedida   le dio las indicaciones que él estaba necesitando.

—Muchas gracias— dijo él sonriendo. Los ojos marrones brillaban al conectar con ella. Se quedó pensativo y suspiro para continuar — No debería andar sola por estos lados. Se están perdiendo muchas jovencitas.

Después de darle las gracias y decirles aquellas extrañas palabras se marchó.

—¡No me va a pasar nada! — le respondió, pero ya el joven se perdía entre la multitud— ¡Que paranoicos están todos!

Ella suspiró. 

Era bien raro como se sintió con respeto al joven que acababa de conocer, nunca lo había visto.

—«¡Qué lástima! ¡Porque está bien lindo!» —  pensó mordiéndose el labio inferior derecho— oye eres una coqueta e infiel — se reprocha lanzando una risita. La verdad era que a ella le gustaba su novio, pero nunca habían pasado de besos, ella nos y sentía segura del sentimiento que tenía por su adorado chico. Los ojos de la chica miraron por donde se había marchado y ya no había ningún rastro de él.

Llegó hasta una heladería y comió plácidamente el helado de chocolate. Ya decidida a regresar a la casa pagó su helado y salió del centro comercial. Ella caminaba sin saber que sus pasos eran seguidos en discreto silencio y sin despertar sospecha alguna.

Caminaba por una calle distraída cuando en ese momento vio a Rita que iba apurada y comenzó a seguirla. Susana sonrió al verla, por lo menos ella no era la única que se escapaba de clases.

La joven caminaba rápido y Susana no lograba darle alcance.

—¡Rita! — la llamó, pero la joven no la escucho—¡Rita!

Sin darse cuenta Susana por estar distraída por estar siguiendo a la su amiga no se percató por donde iba, ni a los peligros que se enfrentaba.

Quería hablar con ella, pues las dos se habían escapado de clases, y si las dos charlaban podrían ponerse de acuerdo y así evitar el castigo.

Llegó a un callejón y se detuvo abruptamente y sus ojos recorrieron aquella zona. No conocía aquel lugar y al verlo detenidamente su cuerpo se estremeció de miedo. Su corazón comenzó a latir apresuradamente. Algo en su interior le gritaba que huyera de ese lugar.

Rita se le perdió del camino y esto la aterró un poco más, trago con fuerza aquel   nudo invisible que tenía en su garganta, sus manos se movían con agilidad como si así pudiera exorcizar el miedo que recorría por el cuerpo.

Sus ojos miraron aquellas paredes manchadas con mugre, pintura. Las puertas vencidas por el tiempo daban la apariencia de vejestorio al lugar. El olor a latón viejo llenaba el ambiente.

Un terror se instaló en su corazón.

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