Capítulo 5

Días después.

Ariadna pasó por Laura al orfanato para llevarla a comprar un vestido, y así pudiera acompañar a Ignacio, a la fiesta de fin de semestre, los días transcurrían a prisa, el tiempo se venía encima, es así que ya no había mucho tiempo. 

—Vamos Laurita —ordenó la señora Grimaldi. 

La jovencita nerviosa caminó detrás de Ariadna por los fríos muros que escondían muchos secretos y tantas vivencias de los niños que año tras año crecían en el orfanato.

—Señora Ariadna me da pena con usted; pero no puedo aceptar que se tome tantas molestias conmigo —articuló pausada y temerosa la joven, entonces la dama sonrió con dulzura.

—No es ningún fastidio para mí tú eres como una hija más. Es un placer —concluyó Ary.

—En verdad agradezco el gesto; sin embargo, yo tengo mi propia ropa —reveló la chica, presionando sus labios y jugando con su trenza. 

Ary arrugó el entrecejo y detuvo su andar. 

—Laura si no aceptas que te regale un vestido, me voy a enojar contigo —afirmó observando a la jovencita con seriedad. 

La chica inclinó su rostro, avergonzada; sin embargo, no tuvo más opciones que la de ir con Ariadna.

****

Luego de una hora llegaron al centro comercial. Laura entreabrió sus labios y sus ojos observaban impresionados aquel enorme lugar. Ella nunca había estado en un sitio como ese. 

Enseguida empezaron a caminar por los pasillos, la chica parecía hipnotizada al ver tantos almacenes, de ropa, calzado, joyas, entonces las piernas le temblaron y sintió que no iba a poder desenvolverse en la fiesta. 

Entraron a una de las boutiques en donde Ariadna adquiría ropa, enseguida una amable joven se acercó a ella y las guio. 

Ary se acomodó en un confortable sillón mientras Laura se probaba varios vestidos que había escogido para ella. La jovencita se sentía como la cenicienta, fue entonces que la señora se levantó y con el ceño arrugado se acercó a la chica. 

—¿Y estos golpes? —cuestionó observando aquellas marcas púrpuras en los brazos de la joven.

Laura sonrió y miró a Ary con ternura. 

—Siempre he sido de piel delicada, usted lo sabe —comentó restándole importancia a ese asunto—. Además, soy muy distraída y vivo golpeándome en cualquier cosa. 

Ariadna parpadeó y no dijo más, sin embargo, tuvo serias dudas que atemorizaron su corazón. Sabía que sin pérdida de tiempo debía llevar a la chica donde un especialista. 

La muchacha volvió al vestidor y luego de varios minutos Ary exclamó: 

—¡Ese, ese te queda perfecto Laurita, pareces una princesa!

La chica se observaba frente al espejo y todo se asemejaba a un sueño, hasta que se fijó en la etiqueta con precio del vestido. «¡Es carísimo, no puedo aceptar!»

—No señora Ariadna, es muy costoso, no debo permitir que gasto tanto en mí.

Ariadna colocó su mano en el hombro de la chica. 

—Me voy a enojar contigo Laura —advirtió.

La joven liberó un largo suspiro y no tuvo otra opción que aceptar el vestido. Después la señora Grimaldi la llevó a una tienda de calzado, en donde le hizo probar unas hermosas sandalias de tacón de aguja en color dorado.

—Yo no puedo caminar con esto —exclamó la chica tambaleándose al momento de intentar transitar por el almacén. 

—Si vas a poder —mencionó Ary mientras se probaba unas alpargatas —. Además, hay un par de días para que puedas acostumbrarte.

*****

Laura sentada en su cama en su alcoba jugaba con los flecos de la colcha que cubría su lecho. Su corazón bombeaba agitado el día llegó, y ella jamás había asistido a una fiesta. 

Inhalaba despacio hasta que escuchó la voz de Ariadna, conversando con Conny. 

Esa tarde la señora Grimaldi la iba a llevar a su casa para ayudarla con el maquillaje y el vestuario. El pulso de la chica se detuvo por segundos al momento que tocaron la puerta de su alcoba. 

Suspiró profundo y abrió. 

—Hola Laurita —saludó Ariadna acercándose a la joven para darle un beso en la frente. —¿Qué pasa niña? —preguntó al notarla temblorosa. 

—Señora Ariadna creo que es mejor que me disculpe con su hijo —balbuceó y mordió sus labios—, yo no me sé comportar en esas fiestas. 

La señora Grimaldi frunció el ceño.

—¿Piensas dejar plantando a mi hijo? —cuestionó colocando sus manos en la cintura—. Él está muy ilusionado con que seas su compañera, todo va a salir bien. Te lo aseguro. —Acarició la mejilla de la jovencita. 

Laurita asintió y aún nerviosa tomó varias cosas y se retiró de su habitación. 

—Suerte Laurita —expresó Conny y le guiñó un ojo. La chica tan solo ladeó los labios. 

Instantes después al llegar e ingresar a la residencia, Laura apreció la bonita y acogedora decoración del hogar de la familia Grimaldi. Ignacio al escuchar las voces salió.  Al ver a la chica el corazón de ambos jóvenes empezó a latir con fuerza al tenerse uno en frente de otro, ella lo observó con una tímida sonrisa, en eso Tefa y Paolo, también saludaron a la jovencita, que sonrió al ver la sencillez y nobleza de todos los miembros de la casa. 

—Hola Laura —dijo Ignacio y se acercó para besar la mejilla de la joven.

—Hola Nachito —respondió aclarándose la garganta—. Tu mamá me trajo para ayudarme a arreglar para esta noche —explicó apenada ella.

—Me da gusto tenerte en casa —respondió él, y la miró de pies a cabeza—, pero tú no necesitas ningún arreglo, así como estás eres muy bonita— dijo en delante de su madre. Ella enrojeció de vergüenza.

—Eso es muy cierto. Laura es hermosa, sin embargo, hoy en la noche se va a ver espectacular de eso me encargo yo —exclamó sonriendo Ariadna.

Laura presionó sus labios, a ella no le agradaba el maquillaje, se sentía disfrazada, sin embargo, iba a confiar en el buen gusto de Ary, puesto que la señora Grimaldi se caracterizaba por ser muy elegante y sobria. 

—Mamá yo tengo que ir con Beto y Leo a probar el sonido de los instrumentos para esta noche —explicó Ignacio. 

—Conduce con cuidado hijo —recomendó Ariadna.

—Te veré más tarde Laura —se despidió de ella sonriendo. La chica ruborizada no sabía en donde esconder su rostro.

Mientras el joven Grimaldi se iba con sus amigos al salón en el cual se realizaría el baile, Ariadna en la casa se encargaba de maquillar y arreglar a Laurita.

****

En horas de la noche Ignacio caminaba de un lugar a otro por la sala de su residencia, se mecía los rizos de su cabello impaciente. 

—Nacho deja de dar vueltas. Me tienes mareado —comentó Nick.

—Papá es que se demoran mucho, no sé qué tanto le hace mi mamá a Laura —contestó el chico nervioso e impaciente

—Ya sabes cómo son las mujeres, hijo, ellas siempre se demoran —manifestó Nick intentado que se calmara, pero él no podía estaba muy nervioso.

Luego de unos minutos de espera Ariadna apareció en la sala.

—Ignacio cierra los ojos —solicitó emocionada

—¿Para qué? —refunfuñó el joven.

—Hazme caso —ordenó Ary. 

Ignacio obedeció, cerró los párpados. 

—Ven Laurita —escucho que dijo su madre—. Hijo ya puedes abrir los ojos.  

Los orbes del joven Grimaldi se abrieron de par en par. La garganta se le secó al contemplar a la chica que su corazón había elegido desde siempre enfundada en un elegante vestido lila, cuya falda acampanada le llegaba más arriba de la rodilla, el tono de aquella seda hacía contraste con la blanca piel de la jovencita y sus hermosos ojos celestes. Sus delicados pies calzaban unas hermosas sandalias doradas. Su cabello castaño oscuro caía en ondas como cascada sobre su espalda. Cuando caminó hacia él, el joven se quedó sin aliento. No atinaba a pronunciar una sola palabra, ella se ruborizó con vergüenza, jamás se había vestido ni arreglado de esa manera y menos había asistido a una fiesta. Desde que nació su vida transcurrió en medio de las paredes del orfanato en el cual vivía.

—¡Laurita estás muy linda! —expresó Nick, con la mirada puesta en su hijo.

—¿Ignacio no le vas a decir nada? —preguntó Ary. 

—Laura estás muy bella —balbuceó el joven.

—Gracias —contestó ella mordiendo sus labios, entonces su mirada se clavó en el chico, suspiró bajito admirando lo bien que se veía con esos pantalones de lino negro y esa camisa azul marino que le quedaban de maravilla. 

Ignacio se acercó a ella y le brindó su brazo y la joven sintió que se derretía, más al inhalar el exquisito aroma a cedro de él. 

— ¡Qué se diviertan! —exclamó Ariadna.

—Gracias —respondieron los dos jóvenes a la vez, y enseguida el joven Grimaldi abrió la puerta de su auto para que ella subiera. 

Una vez que hizo lo mismo, antes de encender el motor tomó la mano de Laura y se la llevó a la boca.

El corazón de la jovencita palpitó desenfrenado, sintió todo su ser erizarse cuando los labios de Ignacio rozaron su piel. 

—Luces espectacular —susurró y la observó a los ojos. 

—Tú también —respondió y elevó sus parpados para reflejarse en la mirada del joven. 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo