I Hope You Choke And Die
I Hope You Choke And Die
Por: CheesyCamel
Open Case N° 01: The bet

—Boom... Estás muerto. —Suaves y fríos dedos se posaron inadvertidamente en su sien, llamando su atención y haciendo que volviera su mirada hacia arriba— ¿Qué clase de detective eres? —El coreano chasqueó su lengua con desgano y tomó asiento junto al más alto— Si hubiera querido matarte estarías acabado.

—No tengo dudas de eso. —Patrick sonrió forzadamente y volvió a mirar sus manos, las cuales seguían estrujándose entre sí mientras apoyaba sus brazos en sus piernas. 

—No es tan malo. —Jung apoyó su espalda en el banquillo y con su mirada recorrió aquel más que conocido lugar— Es decir, pudo ser peor... ¿no?

—¿Cómo? —Patrick se volvió a ver al más bajo y notó que éste seguía observando a su alrededor con una triste expresión.

—No lo sé, pero siempre puede ser peor. —Se encogió de hombros y volvió a ver al pelinegro— Lo superaremos, ¿bien? —Una pequeña sonrisa se posó en sus labios y Patrick frunció su ceño, por alguna razón sentía que la sonrisa del otro lo descomponía—. Vamos adentro... Tienes mucho papeleo por hacer, gigantón —dijo, golpeando su hombro y levantándose de su asiento, dejando al menor en su lugar.

Patrick observó cómo Jung se alejaba de vuelta a las oficinas, dejándolo solo nuevamente en aquella azotea con aquel sentimiento de enojo y tristeza que seguía esparciéndose en su interior... ¿Debía acostumbrarse a sentirse así de ahora en adelante? Realmente esperaba que todo aquello fuera pasajero... El coreano comenzaba a sentir que quizás aquello no había valido tanto la pena.

°•°Algún tiempo atrás°•°

Kim Jung Won —coreano-americano de veintiséis años, un metro setenta y cinco de altura, ojos marrones, cabello teñido de blanco con un corte algo elegante, no muy largo ni muy corto, piel pálida, pero con una tonalidad vistosa y bonita, de esa que venía por haber recibido amables besos de parte del sol de la manera indicada y por el tiempo adecuado— caminó fuera de la oficina del Capitán Jonathan Allen, luego de dejar su último reporte y sonrió después de dirigir su mirada al reloj de la pared... Je, se acababa el tiempo y aquel imbécil ni siquiera había llegado al trabajo. Con un sentimiento de victoria acomodándose en lo más profundo de su corazón, el coreano caminó hasta la pizarra que estaba en una esquina de la estación y se dispuso a tomar el marcador negro, borrando el número al lado de su nombre, agregando un punto más y no pudiendo reprimir una brillante sonrisa, sólo lo pasaba por aquel punto, pero vaya que se sentía extremadamente bien ganar la...

—¡Lamento la demora! —Aquella irritante voz se abrió paso fuertemente en la estación y Jung se dio la vuelta, sintiendo cómo sus dientes rechinaban involuntariamente al ver a Patrick pasar tirando del brazo de un golpeado sujeto.

El alto pelinegro de un metro ochenta y seis se abrió paso por la estación con una socarrona sonrisa en sus labios; veinticinco años de prepotencia acumulados en un enorme cuerpo meticulosamente ejercitado. Sus ojos verdes brillaban con indecente alegría y las pocas pecas que adornaban su rostro se veían especialmente más nauseabundas para el coreano aquella mañana. Para Jung, Patrick Baker se veía como un maldito flamingo, parado totalmente erguido y con aquella ostentosidad repugnante y evidente exudando por sus poros. Jodidos pájaros, como los odiaba; innecesariamente grandes, innecesariamente engreídos. Como Baker.

—Estaban robando el banco que está en el camino a mi casa, así que tuve que detenerme un momento —dijo, dejando que los oficiales que venían detrás de él terminaran de empujar al sujeto esposado hasta la pequeña celda de la estación y el coreano notó a otros tres sujetos esposados detrás de él—. Buenos días, sexy. —El de ojos verdes ser acercó al peliblanco y le regaló una de esas socarronas sonrisas suyas mientras tomaba el marcador de las manos de éste.

—Llegas tarde. —Jung rodó sus ojos con exasperación.

—¿No me escuchaste hace unos segundos? —Patrick alzó una de sus cejas.

—Lo hice, pero ya son las nueve, muy tarde. —Señaló la pizarra con su cabeza y Patrick negó, pasándole algunos papeles que había guardado en su chaqueta, la cual ahora estaba algo desgarrada.

—No, llené mi reporte a las ocho y quince —dijo, sonriendo brillantemente—. Justo a tiempo, mira, arresté a esos cuatro antes de las nueve, sólo me tardé porque debía pasar por esto... —El pelinegro le entregó una bonita caja rosa al más bajo y éste apretó sus labios con frustración mientras él sumaba cuatro puntos a su cuenta definitiva— Supongo que gané otra vez. —Le guiñó un ojo antes de seguir su camino y pasarlo de largo.

Jung abrió la pequeña caja rosa y vio la maldita dona glaseada en su interior, con la palabra "loser" escrita alrededor de la bonita decoración. Como cada vez, el coreano tiró el maldito dulce a la b****a y suspiró con desgano, ¿cómo demonios lo hacía?

Patrick y él habían tenido aquella pequeña riña desde que el menor había llegado al precinto el año anterior. Nadie sabía el motivo de su traslado y Patrick tampoco parecía tener las intenciones de decirles el por qué, lo único que Jung sabía es que aquel idiota de cabello demasiado negro, piel demasiado pálida y mirada demasiado intimidante, sólo había llegado a Sacramento para hacer su vida un poco más estresante mientras se autoproclamaba el mejor detective del precinto, el coreano había querido probarle lo contrario, pero el hijo de perra seguía ganando en su maldita apuesta semanal; cada semana, sin falta, ambos llevarían cuenta del número de arrestos que tenían y quien obtuviera los números más altos, evidentemente, ganaría... ¡Jung había perdido cuatro semanas seguidas esta vez! Comenzaba a creer que aquel idiota estaba plantando evidencia a gente inocente, ¿cómo podía hacer tantos arrestos por su cuenta?

—¿Y que apostaron esta vez? —Jason, el compañero de Jung, se acercó al él y rio al ver la bonita dona en la b****a, el coreano siempre terminaba lanzando aquellos postres al basurero sin siquiera haberlos probado, el chino creía que era un desperdicio, pero no lo culpaba, él también estaría molesto, pero como no era asunto suyo, se burlaba.

Jason y Jung habían sido mejores amigos desde sus días en la academia de policías del Estado de California, se llamaban a sí mismos “The A Gang”, ya que ambos eran los únicos dos chicos asiáticos en todo el lugar. Jason venía de una familia muy bien acomodada de Hong-Kong, era un sujeto extremadamente agradable, sociable y encantador, no sólo eso, sino que sus rasgos asiáticos afilaban su rostro de una manera profunda y masculina, a diferencia de Jung, que parecía, en realidad, algún protagonista de una novela gay sur coreana, de esas que eran populares entre las adolescentes hormonales. No que no que él se quejara de su apariencia o su sexualidad, no.

—Ugh... —El peliblanco volvió a su asiento y rechinó sus dientes. No quería pagar aquella apuesta... de todas las semanas... de todas las apuestas... no... definitivamente no quería hacerlo.

—¿Y bien? —Jason alzó una de sus cejas, Jung parecía estar a punto de desmayarse.

El castaño frunció su ceño al ver que su compañero no respondería y se volvió a un lado al escuchar la voz de Patrick acercándose a ellos. Bien, si Jung no respondería, al menos Patrick lo haría... ¿no?

—Oye... ¿Qué demonios apostaron esta vez? El chico parece a punto de morir. —Señaló a su amigo luego de que el más alto se detuviera y éste sólo pudo sonreírle.

—Nada, realmente —dijo, poniendo una de sus manos sobre el escritorio del coreano y mirándolo de reojo—. Dile, Junnie. —Le guiñó un ojo y Jung sintió cómo su ojo izquierdo tenía un tic, cómo sus puños se apretaban automáticamente y cómo su labio temblaba al contener todas sus ganas de insultarlo.

—Habíamos apostado nuestros escritorios, pero... —Tomó un pesado respiro— Patrick es tan lindo que simplemente decidimos no hacerlo... —Ahora su otro ojo tuvo un tic nervioso— Ah... Realmente eres... eres... eres...

—¿Soy...? —Patrick sonrió brillantemente.

—El mejor detective. —Jung soltó entre dientes y forzó una sonrisa.

—Aw... No digas eso, me sonrojaré. —Patrick empujó su brazo suavemente y se alejó del par de extranjeros mientras reía bajo.

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