Noche cero

 El apartamento de Román  era claramente un lujo, tenía muchas más cosas y definitivamente estaba mucho más decente que mi antigua casa.

—¡Esto es muy lindo! —le digo a Román. 

—No mientas —me dice riendo, yo niego con la cabeza

— Esto es en serio lindo—  

Sus paredes tienen un color blanco, las grandes ventanas lo hacen ver muy claro teniendo en cuenta que estábamos de noche.

—Pareciera que hubieras vivido en un pozo por como dices todo esto —me dice, yo lo miro—. Lo siento, no quise decir eso —se disculpa

—Es la verdad, vivía en un pozo con ese idiota —digo sentándome en uno de los sillones.

Todo está muy limpio, las paredes de color blanco provocan que el departamento se vea muy claro y eso automáticamente me hace sentir bien. En casa las cortinas siempre debían estar cerradas porque la mayoría del tiempo mi madre y David estaban drogados o borrachos, y abrir las ventanas los hacía enfadar mucho.

—¿Quieres contarme lo que pasó?, no creo la versión de tu madre —Román se sienta en el sillón frente a mí, me mira con sus ojos verdes fijamente.

—¿Que dijo mi madre? —pregunto 

—Es mejor que no lo sepas —me dice, yo niego, necesito saber.

—Necesito que me lo digas, ya nada me puede sorprender, siempre supe que no me quería —digo encogiéndome de hombros, Román suspira.

—Desearía decirte que no es verdad, que si te quiere pero la perra es  mala —dice y luego me mira—. Ella les dijo a los policías que David había discutido contigo porque tú traías droga y venían a comprarte a la casa pero él no quería eso, te enojaste y lo mataste —Román me mira, esperando quizás,  que me eche a llorar pero no siento ningún impulso de hacerlo, no me sorprende.

—Lo que me sorprende es que estando tan drogada haya podido inventar algo como eso —me dejo caer en el sillón, preparándome para contarle lo que en realidad pasó—. Cuando llegué a casa, David estaba sobre una chica abusando de ella, debe haber tenido unos años menos que yo, uno o dos,  tenía las piernas con sangre y lloraba. Tenía moretones en la cara en señal de que había tratado de defenderse, mi madre estaba inconsciente en otro sillón con una aguja en el brazo —tomo aire para continuar—. Por un momento me quedé en shock, todas esas veces que él me hizo lo mismo a mí, al verla me vi representada y agarre lo primero que tuve a mano y lo golpee en la cabeza… — 

—Espera, ¿el abuso de ti? —pregunta Román,  yo asiento—. Y ¿por qué nunca me lo dijiste? ¿Desde hace cuánto? —tiene los puños apretados, la verdad nunca le había dicho a nadie eso pero Román siempre fue mi amigo, y ahora me estaba dando una mano cuando más lo necesitaba. Sabía que podía confiar en él. 

—Desde que llegó a la casa, pasarían unos dos meses y luego comenzó a golpearme, a tocarme y finalmente terminó  abusando de mí —digo, se llenan mis ojos de lágrimas sin que pueda evitarlo, recordar es duro y esconderlo aún más. 

—¡Maldito bastardo! —exclamó  Román para luego sentarse a mi lado y abrazarme.

—Ella  me dio las gracias, por haberla ayudado —le digo entre lágrimas, Román me mira para luego sonreír un poco—. Me sentí bien, porque ojalá alguien lo hubiera detenido cuando me lo hacía a mí — 

Tantas veces desee que mamá  entrara a la pieza y lo sacara a patadas, tantas veces desee que me quisiera, pero ya estaba claro, ya no lloraba porque ella no me quería, lloraba por todo el daño que me causaron, nosotros los de abajo vivimos aislados de los demás,  nuestra protección no vale como la de los niños de barrios altos, a nuestras casas no llega ninguna asistente social para chequear el estado de los niños. Yo había aprendido a cuidarme sola, David ya no me había violentado más pero lo hizo lo suficiente como para arruinar mi vida. 

—Hiciste bien —me dice, yo asiento, no tengo rencor por haberle hecho eso, se me merece eso y más. Pero tengo miedo porque si la policía me anda buscando por drogas nunca van a creerme.

—Te prepare un dormitorio, no es mucho lo que alcance a hacer , teniendo en cuenta que estuve buscándote después que me entere —dice Román,  incluso parece un poco nervioso, se levanta y me indica que vayamos a la habitación, lo sigo, no puedo negar que incluso yo me siento un poco nerviosa, tener una habitación en este departamento es como un sueño. 

La habitación es de color blanco, tiene una cama de dos plazas, un velador, un closet. Lo que más me impresiona es lo grande que es la cama y no puedo evitar  sentarme para comprobar, escucho a Román reír y me río también,  es mucho más cómoda de lo que pensé.

—¡Está todo muy lindo! —le digo sonriendo—. ¿De dónde sacaste el dinero para comprar todo esto? — 

—Es mejor que no lo sepas —me dice rascándose la cabeza.

—La verdad es que no, pero no quiero que andes en cosas malas —digo. Román está cargado sobre la puerta y no dice nada, sé que anda en cosas malas, los he visto a él y a los chicos muchas veces por las calles entregando mercancía.

—Yo tampoco quisiera, pero ya sabes que tengo que cuidar a mi madre —yo asiento, la madre de Román al poco tiempo de morir su pequeña hija entró en una depresión de la que no ha podido salir, no hace nada más que estar en cama y llorar, y esa es una de las razones por las que Román tuvo que dejar el colegio. 

No tenían para comer y ahora él se hace cargo.  Siempre admire eso de Román  ya que de niños siempre quisimos irnos de este lugar pero él se quedó aquí por su madre, la madre que yo nunca tuve.

—Necesito un trabajo, para poder pagarte todo esto —digo apuntando la cama, él niega.

—No tienes que pagarme nada, somos familia Aria —yo asiento

—Pero igual necesito un trabajo, porque  necesito para comprar ropa, es decir, apenas traje algunas cosas —digo apuntando a mi ropa.

—No puedes salir mucho si te está buscando la policía —dice negando con la cabeza, ¡mierda!

—Quizás Christine pueda ayudarme —le digo a Román 

—Quizás —dice mirando hacia su teléfono—. Tengo que salir ahora pero te pedí una pizza llegara en cualquier momento, también te dejaré para pagar —dice, no tengo mucha hambre pero una pizza nunca viene mal.

—¿A dónde vas a estas horas de la noche? —le pregunto, porque es muy tarde.

—Tranquila, voy y vuelvo —dice, se acerca a mí y me da un beso en la frente, sale de la habitación en dirección a la salida del departamento pero antes de cerrar la puerta me grita—. ¡Guárdame pizza! —  

—¡Olvídalo! —le grito de vuelta.

Solo espero que no se meta en problemas porque en estos momentos solo lo tengo a él. Y tengo muchas ganas de salir adelante junto con él, para que Román nunca tenga que volver a traficar.

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