Si pudiera pedir un deseo

La alarma sonó incansablemente, pero por más que lo intentaba no podía abrir los ojos. No quería abrirlos. Finalmente, unos minutos después desistí y me levanté. Era sábado y desearía dormir hasta tarde, pero no había caso eran las 7.00 a.m. y tenía torneo. Aún dormido me metí al baño, abrí la llave del agua caliente y dejé que la temperatura se ajustara. Último torneo intercolegial del año. Si ganábamos, al año siguiente íbamos a los estatales otra vez. Lavé mis dientes y me metí a la ducha, me enjaboné con pereza, odiaba las mañanas y odiaba pasar el fin de semana lejos de Becks. Desde aquella noche en casa de Dexter estaba más enamorado de ella, justo cuando pensé que no era posible amarla más.

Sequé mi cuerpo y me metí en mi armario buscando el equipo deportivo del colegio. Cuando terminé de vestirme, tomé mi bolso de entrenamiento y bajé las escaleras con el teléfono en la mano, tiré el bolso en la cocina y tomé leche a morro mientras ponía unas pop tarts en la tostadora. Si mi padre me viera me daría un puñetazo. «Ese no es el desayuno nutritivo que necesitas, Jake», al diablo con él y su desayuno nutritivo. Por suerte estaba de viaje y no volvería hasta Navidad. Mientras comía mis tartas me preparaba mi batido nutricional. Lo metí en el vaso especial, tomé el bolso y salí. Hacía mucho frío afuera, por lo que me puse los guantes y bebí de mi vaso mientras llegaba a casa de Mike. Unos minutos después me encontré en mi destino. Mientras esperaba que mi amigo bajara, le mandé un mensaje a Becks.

«Buenos días amor. Espero que hayas descansado bien. Te extraño. Te veré mañana. Deséame suerte. Te amo»

De seguro no tendría noticias suyas hasta dentro de unas horas, así que lo guardé en mi bolsillo.

—Odio levantarme tan temprano en sábado —se quejó Mike cuando se unió a mí en la entrada.

—Somos dos. ¿Tu padre nos llevará? —pregunté curioso.

—Sí, está terminando su café.

Ambos nos apoyamos en el auto de su padre y esperamos pacientes, ninguno dijo nada, la mañana no era nuestro mejor momento.

—¿Listos campeones? —interrumpió un alegre señor Evans. Nuestras caras parecían hablar por nosotros, por lo que levantó las manos en señal de rendición y se montó al carro. Yo me subí atrás y Mike a su lado.

—¿Alguna predicción para hoy? —insistió su padre.

—Ya cállate por favor. No estoy de humor.

—¿Pero qué diablos pasa con ustedes? ¿Acaso no saben que son adolescentes y deben estar felices?

—Adolescente y feliz no van juntos.

—Oh por favor. A su edad, deberían sonreír todo el tiempo, no tienen ninguna preocupación. Ninguna responsabilidad. Solo disfrutar de los mejores años de su vida.

—Si estos son los mejores años de mi vida, recuérdame pegarme un tiro luego, Mike —me sumé a la conversación y el padre de mi amigo se echó a reír.

—Ya verás Jake, en unos años, cuando la responsabilidad de la vida adulta te patee el trasero, recordarás esta conversación y dirás que tenía razón.

Por suerte llegamos hasta la escuela y la conversación se terminó.

—Buena suerte chicos. Háganlos pedazos —nos animó el hombre desde el auto mientras nos alejábamos.

—Tu padre es todo un caso, eh…

—Ni que lo digas viejo. Desde el divorcio se puso peor, creo que es la crisis de los 40, aunque ya tiene sus 52 años.

—Te lo cambio —bromeé y de inmediato Mike negó entre risas.

Nos reunimos con Dexter y el resto del equipo en el estacionamiento y esperamos al entrenador que llegaba con el autobús. Casi todos aprovechamos las horas de viaje para pegar un cabezazo. El sonido de mi teléfono me despertó, algo dormido lo miré y sonreí a la pantalla al ver su nombre.

Becks: Buenos días amor. No necesitas suerte. Eres el mejor. ¡Hazlos pedazos! Te amo.

Yo: Yo más.

Becks: En tus sueños. Avísame cuando termine. Mañana iré a recogerte.

Yo: Hecho. Diviértete, pero no demasiado.

Becks: Sí papá.

—Sonríes como un idiota hermano —dijo Dex a mi lado.

—¿Y justamente tú lo dices?

Volví a ponerme los cascos y me relajé el resto del viaje escuchando a Slipknot.

Al mediodía llegamos al estadio y nos llevaron al comedor a almorzar. Por la tarde tocaba un entrenamiento ligero antes del torneo. Y después al vestuario para prepararnos. Finalmente, el torneo comenzó. Mike fue el primero y ganó en dos rounds por sumisión. Luego fue el turno de Dexter y perdió por puntos. Yo era el último, por mi categoría de 75 kg. Mi contrincante era más bajo que yo, y eso era una ventaja. Lo dominé rápidamente, pero se zafó. Un segundo intento y logré inmovilizarlo desde la espalda. Y el combate terminó. En el segundo combate Mike perdió por sumisión y como era eliminatorio quedó afuera. Otro de los chicos del equipo ganó y volvió a ser mi turno. Conocía muy bien a mi adversario, nos habíamos encontrado en varios torneos, era bueno, demasiado, sería una lucha dura. Al cabo del tercer período gané por puntos. Y ya el último encuentro gané por sometimiento en el segundo período. Nuestra escuela volvió a ganar el torneo y estábamos en los estatales. Todos gritaban y vitoreaban mientras me levantaban en hombros. Le entregué el trofeo al entrenador que me felicitó una vez más.

Luego del baño, nos cambiamos y nos fuimos al hotel. Ni bien puse un pie en la habitación que compartía con Mike, saqué mi teléfono y le escribí a Becks.

Yo: Vamos a los estatales!

Becks: Lo sabía. Estoy muy orgullosa de ti amor.

Yo: Gracias muñeca. Te extraño.

Becks: Igual yo. Descansa. Te veo mañana. Te amo.

Yo: Yo más.

Después de la cena caí rendido en un sueño profundo. Y soñé con ella.

Luego del desayuno, nos subimos al autobús y volvimos a casa. Estaba ansioso por verla. Esperaba que hubiera podido venir a buscarme. Cerca del mediodía llegamos a la escuela y a lo lejos distinguí a mi novia entre la multitud. Llevaba una chaqueta de mezclilla, un sweater de cuello alto rosa y un vaquero claro. Tenía el pelo recogido y una enorme sonrisa al verme. Ansioso me bajé del bus y casi corrí a su encuentro. Ella se lanzó sobre mí, la tomé entre mis brazos, la levanté a mi altura y la besé con amor.

—Te extrañé muñeca.

—Y yo a ti amor —dijo en mi oído y su voz me erizó la piel.

Caminamos de regreso a casa tomados de la mano, e insistió en que le contara en detalle cada encuentro disputado. Cuando llegamos a su casa, iba a despedirme, pero Karen salió a la puerta y me llamó.

—Felicitaciones campeón —dijo mientras me abrazaba.

—Gracias señora Baker.

—Te preparamos un rico almuerzo. ¿Puedes acompañarnos o te esperan en casa?

—Por supuesto que puedo.

Disfrutamos de una exquisita pasta boloñesa los cuatros juntos. Adoraba estar con esas mujeres, eran una familia que se querían y se interesaban por el otro.

Cuando terminamos, luego de agradecerles la comida y despedirme de ellas, me marché a casa. Becks me acompañó a la puerta y nos volvimos a besar con pasión.

—Esta noche vendré a visitarte. Deja la ventana abierta.

—De acuerdo. Te veo luego.

Una vez en casa, solo mi hermana pequeña me recibió, me dio un gran abrazo y me felicitó. Ambos nos tiramos en la sala a mirar una película de zombis.

Luego de la cena me marché a mi habitación y unas horas después me escabullí hasta la casa de Becks. Subí por el árbol, aterricé en el techo, abrí la ventana y me metí a hurtadillas en su dormitorio. Para mi sorpresa ella estaba esperándome despierta, sentada en la cama mientras leía. Cuando sus ojos se posaron en mí, cerró de inmediato el libro y lo dejó en la mesa de luz, se arrodilló en la cama y estiró su mano con una sonrisa en los labios.

—Hola amor —saludé mientras me acercaba y tomó mi mano, tiró de mí y caí torpemente sobre ella.

—¿Estabas esperándome? —alcancé a decir antes de posar mis labios en los suyos y besarla con posesión. De inmediato me enredó en su cuerpo e hicimos el amor en silencio y sin ninguna prisa.

Los primeros rayos del sol me despertaron muy temprano a la mañana, Becks seguía dormida, en una caricia coloqué un mechón de su cabello detrás de su oreja y besé su mejilla. Tratando de no hacer ruido busqué mi ropa y volví a salir por donde entré antes de que su madre me viera.

Si Santa existiera y pudiera pedirle un deseo, sin duda sería poder despertar al lado suyo el resto de mi vida.

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