4

La tenue luz parpadeante iluminaba el pequeño departamento barato. Natasha llevaba horas tirada sobre el sofá de segunda mano que había conseguido a sólo cincuenta dólares en una tienda de segunda hace unos cuantos meses y apenas se lo habían entregado. A pesar que el sofá era duro y antiguo le funcionaba a la perfección para seguir llorando como lo había estado haciendo desde que había llegado del trabajo.

Cada lágrima representaba un recuerdo y una palabra dolorosa que había recibido en su vida: ¡No podrás lograrlo!, debería darte vergüenza creer que podrás hacerlo, ríndete maldita inservible, ¿Crees que una mocosa como tú podrá lograrlo?, siempre lo arruinarás, recuerda que no sirves para nada, solo eres una huérfana más, mírate en un espejo y aprende tu lugar. Esas eran las palabras que siempre escuchó Natasha al crecer y esas eran las palabras que la atormentaban día a día. Especialmente en ese momento que sentía que el mundo caía sobre ella para ahogarla en desesperación y terror.

Quería pensar en cosas positivas pero lo único en lo que podía pensar era en su maldito pasado lleno de dolor. Sentía que lo había arruinado y con cada pensamiento positivo venían diez más completamente negativos que intentaban hundirla aún más.

Un grito agudo salió con fuerza de su garganta cuando decidió no seguir conteniendo todo el dolor que su corazón estaba conteniendo. Necesitaba liberarse de eso. No podía permitir que el miedo la hundiera por completo, necesitaba liberar su cabeza y continuar adelante.

Se limpió las lágrimas y caminó hacia el refrigerador en busca de un poco de agua fría. Observó el refrigerador prácticamente vacío y suspiró antes de llevarse las manos a la cabeza. Volteó hacia su mochila negra y caminó hacia ella. Solo le costó unos cuantos pasos llegar hacia ella para poder sacar su cartera y revisar su dinero. El estómago se le tensó por completo al notar que el dinero en su cartera no era suficiente para poder llegar a fin de mes, tendría que encontrar un nuevo empleo para poder sustentarse.

Tras darse un largo baño para intentar mejorar su ánimo se decidió salir de su viejo departamento para caminar hacia el supermercado más barato de la ciudad. A pesar de estar a casi una hora de ella decidió caminar para no gastar ni un dólar más en transporte, necesitaba ahorrar lo más que pudiera para poder comprar los comestibles necesarios. Se sentía mal, no había descansado lo suficiente la noche anterior y caminar tanto le causaba una gran pérdida de energía pero a pesar de sentirse mal estaba completamente decidida a continuar.

Natasha ajustó su mochila unas cuantas calles de su departamento, observó las grandes tiendas de la ciudad y se mordió el labio con fuerza al ver a las personas derrochando dinero. Dinero que ella soñaba por tener, desde pequeña había visto a las personas de su alrededor derrochando dinero mientras que ella siempre había recibido las sobras.

“Algún día tendré lo que siempre he soñado” pensó mientras tomaba con fuerza las correas de su mochila vieja.

— ¡Cuidado con el auto!— le gritó un hombre de cabello corto. Natasha se detuvo de inmediato y observó al hombre que empezaba a burlarse de ella, todo había sido una mentira. Solo le habían hecho una broma, ese hombre se había burlado de ella.

—Imbécil— le contestó ella con la voz temblorosa. El hombre sonrió divertido y la observó irse prácticamente corriendo del lugar. Natasha sollozó unos cuantos metros adelante y gruñó intentando contener las lágrimas.

“Los hombres son malos, los hombres son peligrosos. Mantente alejada de ellos” pensó mientras cruzaba una de las calles principales de la ciudad. Observó el supermercado a unas cuantas calles, llevaba caminando unos cuantos minutos, a veces trotaba pero estaba cansada y con cada paso que daba rogaba para poder llegar más rápido.

Una pequeña sonrisa de cansancio se dibujó en su rostro cuando finalmente recorrió las calles faltantes y pudo entrar al gran supermercado de la ciudad. Tomó un carro de compras y tomó una revista de descuento. Estaba completamente mentalizada, ahorraría todo lo que pudiera. Se recargó en el carro de compras y caminó lentamente por los pasillos mientras veía la revista de descuentos. Sin duda carne no compraría, nada de proteína al menos que encontrara alguna proteína realmente barata. Se tendría que adaptar a una dieta completamente vegetariana o al menos podría comer huevos si encontraba algunos en oferta.

Con cada paso que daba, con cada pasillo que veía y cada producto que veía se preocupaba más de su situación económica y de su comportamiento con su jefe. Si Milo decidía despedirla todo se acabaría para ella.

Cuarenta dólares era lo único que tenía en su cartera, el único dinero que disponía para poder alimentarse todo el mes. Natasha se detuvo en los alimentos que estaban a punto de caducar, estaban a punto de ser sacados de la tienda por lo que eran mucho más baratos. Unas cuantas personas la miraron como si estuviera loca por comprar en esa sección pero era lo que más se adaptaba a su economía.

Con ayuda de una pequeña calculadora sumaba los costos de los pocos productos que añadía en su carro de compras. Una loca idea se instaló en su cabeza, probablemente con unos diez dólares podría darle un pequeño detalle a su jefe en forma de disculpas, no sabía si funcionaria pero al menos deseaba intentarlo. Deseaba salvar su empleo.

Caminó hacia el área de repostería y con sumo cuidado comenzó a elegir cada uno de los ingredientes. Necesitaba ingredientes de calidad que fueran realmente baratos y ella sabía cómo elegirlos. Tomó un poco de harina, mantequilla, azúcar y leche. Examinó los ingredientes y se mordisqueó el labio antes de caminar hacia la estantería y tomar unas cuantas chispas de chocolate blanco y negro. Era una pequeña bolsa mixta pero separaría los chocolates para poder hacer galletas de diferentes sabores. Cocoa por suerte tenía en su departamento y no tendría que comprar.

—No puede ser– susurró cuando notó que solo le sobraban quince dólares.— es todo— susurró antes de dirigirse hacia la caja registradora. Pasó la mirada por unos productos que deseaba y se prometió a ella misma comprarlos el próximo mes o hasta que pudiera costeárselos.

Su mirada se dirigió hacia una elegante mujer, todo en ella gritaba moda, gritaba lujos y dinero. Natasha tragó saliva y desvió la mirada cuando la elegante mujer rubia pasó la mirada por sus jeans desgastados y su mochila vieja. Natasha la miró fijamente cuando la escuchó susurrar sobre sus tenis converse viejos.

—¿Qué dijiste?— preguntó Natasha mientras se acercaba a ella. La mujer rubia se acomodó la elegante bolsa de diseñador y sonrió.

—Tú me estabas viendo primero, no es mi culpa que seas pobre y te vistas de esa manera.

— ¡No te estaba criticando!— le digo ella.—¡Te estaba admirando! Soy mujer pero sé admirar cuando una mujer es bella... lástima que no lo seas por dentro.

—¿Disculpa?— dijo la mujer rubia. Natasha volteó a verla por un momento y grabó en su memoria el rostro de esa mujer. Por un momento ella había pensado que deseaba ser como ella pero al verla hablar se dio cuenta que esa mujer rubia era todo lo que ella no quería ser. No quería ser como su madre y mucho menos como su hermana.

—¡Señorita!—le habló una mujer mayor a Natasha. Ella miró a la mujer mayor y se dirigió hacia ella para comenzar a sacar los comestibles que había decidido comprar. Sin darse cuenta colocó primero las cosas que necesitaba para las galletas de Milo.— solo ignore a esa mujerzuela— dijo la cajera— ese tipo de mujeres no tienen valores.

—Supongo— susurró Natasha sin despegar la mirada del monitor. El total subía y subía mientras ella rogaba mentalmente que todo saliera bien. Por suerte el total fue justo lo que ella tenía previsto y pudo pagar sin problemas. Le extendió los dólares a la cajera y salió del supermercado con las bolsas de comestibles. Suspiró al recordar lo que tenía que caminar y negó al ver el cielo amenazandola de lanzar un gran diluvio.

Y así fue, al llegar a su departamento estaba completamente empapada con las manos totalmente adoloridas por culpa de las bolsas de comestibles. Nuevamente quería llorar pero se forzó a ser más fuerte de lo que ya lo estaba haciendo. Dejó las bolsas sobre la pequeña mesa de madera desgastada y comenzó a sacar las bolsas de arroz, lentejas, avena, huevos y las muchísimas bolsas de sopa instantánea que había conseguido en oferta. Por último sacó los ingredientes para las galletas para comenzar a prepararlas.

Maldijo de manera ruidosa y caminó hacia su pequeño baño. Se retiró la ropa empapada y se dio un mini baño antes de colocarse su ropa de dormir. Se dirigió hacia su cocina y se recogió el cabello húmedo antes de lavar cada uno de los utensilios que estaba segura que necesitaría. Se lavó las manos y comenzó a preparar las galletas que tanto solía hacer cuando era más joven y vendía galletas para poder pagar las tareas de su escuela e incluso algunas colegiaturas pero al llegar a la universidad todo se complicó y no pudo ni siquiera poder pagarse la matrícula. Intentó conseguir el dinero por medio de Leonor pero ella siempre se justificó diciendo que no tenía que darle estudios a una “Maldita huérfana”, por ello Natasha nunca pudo estudiar su carrera soñada. Siempre deseo estudiar para diseñadora, nunca tuvo el dinero pero el talento claro que lo tuvo y a montones. Cada uno de los diseños de joyería que eran creados por ella eran sorprendentes pero lamentablemente nunca ninguno de ellos había salido a la luz y probablemente nunca lo harían. Su talento necesitaba un apoyo que nunca le habían ofrecido y ella soñaba con tener una oportunidad en corazón de diamante.

Milo se detuvo en la puerta de su casa y negó suavemente antes de mirar a la mujer y abrir la puerta. La mujer rubia corrió hacia él con sus lujosos tacones rojos. Milo apretó con fuerza sus puños y maldijo al verla intentando entrar a su departamento pero él se lo impidió con su grueso brazo, Michelle sonrió y pasó su mano por el grueso brazo sudado.

—Oh vamos...déjame pasar— le susurró, intentando seducirlo con su extravagante belleza— acabas de regresar del gimnasio, ¿Qué tal si nos damos un baño juntos? Me he empapado con la lluvia.

—Entonces deberías de regresar a casa para cambiarte— le contestó él. Intentando alejarse de ella.

—Tu madre me ha preguntado por la boda esta mañana. Me ha dicho que pedirás mi mano estos días, mis padres están organizando una gran cena para celebrar nuestro compromiso.

—¿Compromiso?— preguntó Milo— perdón Michelle pero te lo recordaré. Terminé nuestra maldita relación porque lo único que hacías era verme como un maldito banco, no como tu novio. Te lo he dicho, estoy harto de ello. No quiero una mujer como tú.

—¡¿Y qué quieres?!— gritó ella. Milo negó y entró a su departamento. Ella chilló y detuvo que cerrara la puerta—  dime que quieres y lo haré.

—Una compañera de vida. No una modelo que me siga por mi tarjeta de crédito— contestó antes de cerrarle la puerta en la cara.

Milo maldijo levemente y observó a Joe desde la sala con el ceño fruncido y una botella de Whiskey prácticamente vacía en la mano.

—¿Nuevamente bebiste?— le gritó mientras caminaba hacia él.

—Oh Milo, déjame morirme de una vez— dijo Joe con completa seriedad. Milo se sentó a su lado y guardó silencio hasta que Joe comenzó a carcajear—¡Debiste ver tu rostro!

—Joe, si continúas así tendré que encerrarte como lo hice con Mamá hace años. Por favor para... no quiero tener que obligarte a alejarte de mí— dijo.  Joe suspiró antes de mirar la gran vista del departamento de Milo y lanzar con fuerza la botella de Whiskey hacia el suelo. Milo tensó el rostro cuando los cristales volaron por todas las direcciones de la sala y se levantó del sofá. Su rostro demostraba su completa furia y Joe sabía que si continuaba así conseguiría que su hermano finalmente lo matara a golpes. —maldición, vamos– dijo antes de tomarlo de las muñecas y levantarlo— te llevaré a tu habitación.

Milo suspiró y terminó cargando a su hermano hasta la habitación. Lo miró y lo cubrió con el grueso edredón.

—¿Te casarás con ella?— preguntó Joe. Milo tragó saliva y se encogió de brazos. Sabía perfectamente a lo que su hermano se refería pero no quería casarse cuando acababa de conocer a una mujer que le había robado el aliento por completo. Su madre llevaba años intentando casar a Milo y finalmente había conseguido emparejarlo con una maldita rubia interesada.

—Lo único que sé es que si no deseo hacerlo pelearé para hacer cambiar de opinión a nuestros padres.

—Estuve en tu trabajo hoy, vi como miraste a esa chica morena...oh quiero vomitar. Como sea— susurro mientras se llevaba la mano a la boca— ¿Te interesa? dile a mamá que hay alguien más y lo entenderá.

—Al parecer esa mujer me odia.

—Eres demasiado atractivo para caerle bien.

—¡¿Puede odiarme por ser atractivo?!— preguntó con incredulidad. Joe lo miró y carcajeó con fuerza.

—Te interesa– afirmó Joe.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo