Capitulo 6

A veces, el tiempo puede ser efímero, al igual que una flor, en un instante…se marchita…

Habían pasado ya ocho años desde aquel día en que su primera cita con aquel había sido también la última, recién se había graduado de la universidad, administración de empresas, aunque, sin experiencia laboral de poco servía tener el título, Astrid ahora era una hermosa joven adulta, que, como todos, tenia grandes esperanzas y expectativas de vida, se estaba mudando a Nueva York, su querida amiga Alessa, a quien había tenido el gusto de conocer en la universidad, le había ofrecido un empleo, y, siendo su mejor oferta y aquella con menos complicaciones, había aceptado sin dudarlo, seria la secretaria de su esposo en lo que se abría una mejor vacante para ella, según lo que la hermosa mujer de piel nívea y cabellos negros y lacios le había contado con demasiado entusiasmo, había contraído nupcias hacia poco mas de un año con un poderoso Ceo y magnate millonario, por supuesto, ella ya sabia al menos que se había casado, Alessa la había invitado a su boda, pero, debido a su tesis y demás problemas de índole financieros, no había podido viajar a los Estados Unidos, su amiga en verdad, parecía estar genuinamente enamorada de quien sea que fuese su esposo, tanto era así, que no paraba de hablar de lo apuesto que era, además, de los muchos lujos que ahora podía permitirse, se sentía genuinamente feliz por ella, y esperaba estar a a la altura de ser la secretaria de un hombre tan prominente e importante, no quería fallarle a su mejor amiga, después de todo, Alessa había acomodado todo para que su traslado desde Londres a Nueva york fuese lo más fácil y cómodo posible, incluso, no tenia que preocuparse del alquiler, ella le prestaría su viejo departamento de soltera que, convenientemente, se encontraba muy cerca del edificio del que su esposo era dueño y donde se hallaban las oficinas, abriendo su laptop, miraba una vez mas el nombre de aquella empresa “Slorach Companys”, quizás, era debido al nombre de la empresa de la que ahora era una empleada más, que se sentía melancólica, aquel chico tenia ese apellido, nunca comprendido del todo la razón por la cual Emmett se marchó sin más…sin siquiera decirle…tan solo, y después de un par de días de ausencia, se les informo a todos que la familia de Emmett había tenido que salir con premura del país…nunca pudo perdonarlo por eso, aunque, de nada servía pensar demasiado en ello, después de todo, nunca más había vuelto a verlo ni a saber nada de él, acomodándose lo más cómoda posible, Astrid se había quedado dormida esperando llegar a Estados Unidos, una nueva vida la recibiría, una en donde los recuerdos del pasado no cabían más.

Manejaba a su empresa con puño de hierro, después de todo, era el nuevo dueño de todo aquello, su padre, le había legado la responsabilidad a el y no a su hermano, no podía permitirse flaquear o mostrarse débil, su hermano mayor no desaprovecharía ninguna oportunidad para echarle en cara su fracaso, había trabajado mucho, estudiado hasta desfallecer, todo para demostrarle a su padre que era capaz de hacerlo, de ser el líder que el esperaba que fuera.

Todos sus subordinados lo miraban con un deje de temor, y es que él, Emmett Slorach, no permitía fallas de ningún tipo, era el nuevo Ceo, líder de las empresas de su familia y el mas estricto jefe que, estaba seguro, aquellos subordinados habían tenido, por supuesto, su hermano mayor era el heredero original de todo aquello, pero, no deseando adquirir una responsabilidad tan grande, había declinado dejándole a el todo aquello bajo su guardia, y debía demostrar estar a la altura de ello.

Se había sentado a mirar el expediente que su hermosa esposa le había pedido revisar desde hacía varios días atrás, los documentos que avalaban a su querida amiga capaz de ser su secretaria, sin embargo, no había tenido tiempo alguno de verlos, su secretaria original había renunciado debido a un embarazo de alto riesgo, y, claro estaba, con la batuta tan alta que el solía poner a sus empleados, la pobre mujer no soportaría la presión, le había dado una pensión vitalicia, nada que afectara a su empresa, después de todo, a pesar de lo terriblemente estricto que podría llegar a ser, no era una mala persona…o al menos no le gustaba mirarse a si mismo como una, había abierto aquel legajo por atrás, solo alcanzando a leer que la chica a la que su esposa le había prácticamente suplicado aceptar como el reemplazo de su secretaria, había estudiado la carrera de administración de empresas en la universidad de Tokio, en Japón, suponía que de allí era que su mujer la conocía, Alessa había estudiado en el extranjero debido a una beca, aquella mujer debía ser alguna de sus ex compañeras, y, además, una muy querida amiga, de otro modo, no habría insistido tanto en que la contratase para el puesto.

El sonido de la puerta lo distrajo, colocando de nuevo aquel folder sobre el escritorio, frunció el ceño con molestia.

– Adelante – dijo Emmett en tono molesto, no gustaba para nada de las interrupciones, de hecho, las detestaba.

Entrando en aquella demasiada lujosa oficina, Emmett pudo vislumbrar a su detestable y demasiado pomposo hermano mayor.

– Veo que estas de mal humor como siempre hermanito, no te quitare mucho tiempo, padre dice que desea que tu y tu esposa asistan a su cena hoy, celebra tu asenso, ya sabes, llevas demasiado tiempo evitando esta ridiculez que nuestros padres quieren hacer para celebrarte –

Emmett de nuevo observo a su hermano mayor, Stephen era un tipo arrogante, quizás, demasiado detestable, se había sentado sobre el escritorio y había tomado el folder que había pretendido leer con calma antes de su interrupción.

– Dile a padre que iré, ahora lárgate, tengo demasiado trabajo que atender – dijo Emmett comenzando a mirar los otros documentos que tenían que revisarse. – Vaya, tu nueva secretaria parece una chica ardiente, quizás me veras demasiado seguido por aquí, una chica así vale la pena conocer, muy hermosa, tal vez, debí haber aceptado el puesto de Ceo y heredero de la responsabilidad familiar – dijo Stephen sin despegar sus ojos de aquellas páginas.

– Lo siento hermano, pero no será posible, soy yo quien ahora es el mandamás aquí, ahora, márchate, en verdad no tengo tiempo para tus estupideces – dijo Emmett arrebatándole aquel folder para volver a acomodarlo en su sitio.

– Como quieras, ya he cumplido con avisarte, salúdame a Alessa, espero que esta vez, no rompas el corazón de mamá con tu ausencia – dijo casi con burla Stephen haciendo que Emmett girara sus ojos en molestia.

Concentrando en su trabajo, Emmett olvido revisar una vez más la información que su esposa le había entregado, Astrid, aterrizaba en el aeropuerto de Nueva York, se sentía ansiosa, nerviosa, y sobre todo, muy emocionada, sin duda alguna, esperaba lograr progresar en su carrera, esperaba dejar atrás el pasado.

Ninguno lo sabía, ninguno podría saberlo, sin embargo, un reencuentro inesperado estaba por llegar, abriendo los caminos de un destino incierto.

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