Vivió el éxtasis de admirar el atardecer, cuando un personaje aparece de la nada y pasa justo ante su mirada llena de admiración, despertando su completo interés. No podía negar que se sentía vacío, con la necesidad de poder contar con una compañía femenina que lo ayudara a escapar de esa terrible soledad que lo acompañaba insistentemente.

Sobre todo, en las primeras horas, cuando todo se reducía a un silencio insoportable, donde solo los cuatro rincones de ese amplio cuarto fue testigo de su consternación. La niña pasó al menos a dos metros de donde él estaba sentado, admirando el vacío que lo rodeaba.

Su largo cabello rojo hacía juego con su estatura alta, su piel blanca se reflejaba en la oscuridad que las farolas luchaban por dominar, sus ojos se cruzaron de repente y una sonrisa repentina estalló en sus labios y no pudo ocultar el encanto. Entonces la risa correspondió, el brillo en los ojos, la seducción, fue dominada por la pasión. Ella siguió adelante y