Durante el invierno mucha basura flotaba por el arroyo que pasaba bajo los pilotes construidos por la gente de la ribera dentro de las bolsas que tiraban los vecinos de las partes más altas de la ciudad, era tal cantidad que asombraba a quienes tuvieron la mala suerte de vivir allí.Al final de las lluvias, cuando finalmente cesaron las tormentas, fue un trabajo duro remover toda esa suciedad que estaba atascada en la mayoría de los pilares que sostenían las casas construidas en el agua en el verano. En uno de esos edificios de madera podridos por el paso del tiempo, había una madre y un hijo sobreviviendo como pudieron durante varias décadas. Eulalia y Pedo o vivían en una pequeña choza de unos ocho metros cuadrados. Cuyo techo cubierto con viejas tejas de barro crudo solía gotear cada vez que llegaba el invierno y las lluvias se volvían más frecuentes. Su rutina diaria era dejar a su h

Luego de mucho análisis de los pros y contras de la situación, el jefe del narcotráfico decide reunir de inmediato a todos sus compinches que trabajaban en el narcotráfico en la capital y les envió un mensaje a través de una aplicación de mensajería, convocándolos para estar presentes esa misma tarde.En un principio, escuchó cierto temor de que otros líderes del narcotráfico acudieran a la reunión, pues temían ser tomados por sorpresa por los refuerzos que seguramente enviarían las autoridades luego de enterarse de la muerte de los federales anoche. Cuando intentaron un frustrado atentado contra “El Cráneo Rojo”. Su banda, sin embargo, luego de las fuertes amenazas que hizo él, decidieron obedecer sus órdenes y todos estuvieron presentes, según lo determinó el mayor y más temible de todos los traficantes.&mdash

 Vivió el éxtasis de admirar el atardecer, cuando un personaje aparece de la nada y pasa justo ante su mirada llena de admiración, despertando su completo interés. No podía negar que se sentía vacío, con la necesidad de poder contar con una compañía femenina que lo ayudara a escapar de esa terrible soledad que lo acompañaba insistentemente. Sobre todo, en las primeras horas, cuando todo se reducía a un silencio insoportable, donde solo los cuatro rincones de ese amplio cuarto fue testigo de su consternación. La niña pasó al menos a dos metros de donde él estaba sentado, admirando el vacío que lo rodeaba. Su largo cabello rojo hacía juego con su estatura alta, su piel blanca se reflejaba en la oscuridad que las farolas luchaban por dominar, sus ojos se cruzaron de repente y una sonrisa repentina estalló en sus labios y no pudo ocultar el encanto. Entonces la risa correspondió, el brillo en los ojos, la seducción, fue dominada por la pasión. Ella siguió adelante y