Capítulo 0

El extraño

El chico extraño que nadie conoce....

Sentí los toques culminantes de la brocha, de aterciopelada textura, deslizarse sobre mi piel, acto seguido de esto, abrí los ojos para escudriñar el resultado. La luz del tocador iluminó mis parados haciendo resaltar las sombras oscuras y piedras brillantes que habían colocado sobre ellos. Eché un vistazo a mi reflejo en el espejo y sonreí…

    —Todo saldrá bien—. Mascullé algo nerviosa.  

    Hola, mi nombre Violeta Becker y soy estudiante de una academia de ballet. Una persona aparentemente normal, estable, que ni siquiera sabe con exactitud con quién diablos está hablando en estos momentos, y ahora…

Bueno, digamos que ahora está cagada de miedo

    Inmersa en mi estado neurasténico sin saber exactamente la razón de ello, aun no hallo las palabras para explicarme a mí misma lo que me sucede. Hoy será mi primera presentación en público después de unas largas vacaciones con mi familia, y sin verlo venir, una incontrolable oleada de nervios se apoderó de mí 

    Intentando deshacerme de los malos pensamientos abandono el camerino y me dirijo a la parte trasera del escenario donde todos los bailarines y bailarinas se preparan para salir en cualquier momento. 

    El teatro está realmente lleno y aunque —una vez más lo digo— no sé con exactitud la razón, quiero salir corriendo…

    La función comienza y en instantes los bailarines abandonan el área y salen al escenario en sincronía. Todos los miran y aplauden sutilmente, de forma casi imperceptible, los focos apuntan a los bandos que van pasando al centro de la tarima interpretando sus partes. Todo lucía hermoso, todo era perfecto, de hecho, debía de serlo…

    Luego de unos minutos Madame Julieth hace un gesto hacia la salida, indicándome que era mi turno. Este era mi momento...

Mi solo.

    Hace un año ya que fui elegida por mayoría aplastante como la nueva bailarina principal de la compañía, al parecer a la junta directiva de la academia y los profesores a cargo les fascinó mi última presentación y aunque uno que otro no estuvo de acuerdo en que la compañía estuviese representada por alguien tan joven, decidieron darme una oportunidad en esta posición. 

    La verdad —si soy sincera— esto del ballet, aunque le he puesto empeño y dedicación al punto de convertirse en mi única preocupación, no ha sido gran cosa para mí. Desde que mi hermana y yo teníamos cerca de 5 años mamá decidió que deberíamos dedicarnos al ballet, y como es evidente, así se hizo. ¿En esos momentos que se podían esperar de mí? Era una niña pequeña, sin voz ni voto, cuya palabra no era del interés de nadie, por lo que no me negué y accedí a la decisión de mamá. Para mi mala suerte a pesar de que el ballet no me interesaba en lo más mínimo —y hubiese preferido salirme de la academia en los primeros años— resulté ser muy buena en ello, así que continué en él desarrollando mis habilidades y cada vez perfeccionándolas más.

    Asiento con la cabeza esbozando una sonrisa relajada en el intento de camuflajear mis nervios. Respiro lo más profundo posible y me dispongo a dar un paso. 

Justo en ese momento escucho una voz femenina a mis espaldas:

    —Relájate, lo harás bien... como siempre—. Me anima Anastasia sonriente con su vestuario ya puesto. 

    El suave vestido de plumas negras y gemas tornasol ubicadas en el borde de su escote, se ajustaba perfectamente a su cuerpo, la verdad se veía hermosa…

Digna hermana mía!!!

    Hoy presentaremos “El Lago de los Cisnes”, obra que llevamos ensayando ya desde hace un tiempo, en la cual Anastasia representará el papel del cisne negro. Por alguna razón que rebasa mi comprensión, en este lugar nos han considerado desde siempre como perro y gato debido a la típica rivalidad entre gemelas, a pesar de que nunca hemos peleado —al menos no en serio—. Lo cierto es que nos queremos más que a nuestras vidas, aunque en muchas ocasiones nos guste aparentar lo contrario. Así que con respecto a cualquier hipótesis que decidan plantarse en cuanto a nuestra relación, se equivocan.

    —Gracias Ani—. Le agradezco de corazón con una gran sonrisa, agarrando una de sus manos entre las mías. 

Ani: ese fue el apodo que le di cuando éramos pequeñas y después de tantos años aún lo conserva 

    —Ya basta de halagos y ve al escenario, Madame Julieth se enojará si no estás en posición para tu solo—. Me hace un gesto con la mano apuntando al escenario para indicarme que saliera. 

    Respiro nuevamente, le sonrío y camino hacia el escenario. A penas llego al centro de este, comienzo a bailar; mientras lo hago estoy totalmente concentrada en mis pasos, procurado que mi interpretación sea perfecta. Los pies firmes, giros perfectos.

Pero espera, ¡¿QUÉ?!...

    De la nada mi vista se fue opacando, turbada por un mareo súbito que en ese momento se hizo presente. Luego de un tardo tropiezo con mis propios pies, a sabiendas provocado por el mareo, me desplomo de espaldas al suelo pegándome un fuerte golpe en la cabeza; después de unos segundos estando mi cuerpo tendido aún en la fría tarima, siento como los bailarines en ella, se van aproximando hacia mí. En tan solo segundos el lugar se llenó de bisbiseos molestos y cuchicheos incomprensibles. Todo estaba confuso, pero aun así pude distinguir la voz de mi hermana en el momento en que gritó mi nombre a lo lejos.

    Estaba haciendo un esfuerzo por quedarme, por mantenerme consiente, por respirar. Justo ahí —repentinamente— mis oídos detectaron la voz de un chico, una voz que no me parecía conocida, al menos no me era posible reconocerla en ese estado.

    —Yo la llevaré a un hospital, apártense—. Dictó con voz firme el chico desconocido entre los balbuceos indescifrables emitidos por el público y otros presentes, mientras me levantaba en brazos.

    Hice un esfuerzo en vano de abrir los ojos pero de igual manera no conseguía ver nada con claridad, todo estaba difuso, lo poco que pude distinguir en lo que —para mí—, en ese momento, solo se podía describir como una imagen muy confusa o simplemente, una mancha: fueron dos cosas…

   La primera: el chico que me llevaba en brazos tenía el cabello de un color rubio o castaño quizás.

    Y la segunda: que inexplicablemente me sentía demasiado a gusto entre sus brazos. Algo así como un bebé en brazos de su madre (pero claramente en los suyos). Mismos brazos que me levantaron sin problema y que ahora me sujetaban firmemente. 

    Luego de unos segundos haciendo el inútil intento de respirar y luchando por mantenerme con vida, finalmente quedé inconsciente.

Aunque a verdad llegué a creer que en realidad había muerto.

    —Pip pip, pip pip—. Un sonido constante y a su vez algo distante logra llegar a mis oídos, a medida que mis ojos se abren lentamente y la luz de la habitación comienza a atravesarlos.

    Un tiempo después —insignificantes segundos desde mi perspectiva— desperté en un lugar desconocido. Por un momento llegué a pensar que el mismo chico que me levantó en brazos, me había raptado y me mantenía cautiva en alguna especie de calabozo.

Pero no…

    A penas la luz llenó mis ojos y mi visión fue regresando —aunque no por completo— logré reconocer el lugar y varios de los objetos que me rodeaban, haciendo que dejase de lado mis hipótesis novelísticas. 

    Me encontraba en una habitación con las paredes en color blanco, una cama con sábanas en el mismo color y algunos equipos a su lado que tenían diferentes tubos transparente de silicona y cables conectados a mí. Lo que me llevó de forma súbita a darme cuenta de que se trataba de una habitación de hospital. Estaba a punto de preguntarme cómo había llegado a aquí, pero lo recordé... ese chico, el desconocido. A demás de haberme levantado del suelo también se había ofrecido para traerme a aquí.

Pero… 

¿Dónde estaba?

...

    Puede que hayan pasado horas, quizá un día o dos, no tenía manera de saberlo, los minutos a mi parecer no habían transcurrido y aunque cabía la posibilidad de que hubiese pasado un largo tiempo la descarté de inmediato. ¿Cómo sería posible que un desmayo durase tanto?

    Inexplicablemente sentía mucho cansancio y un cierto dolor en los músculos de los pies, aunque mayormente en el derecho, esto tal vez producto de la caída, seguramente me lo debí torcer en algún momento. 

    Giré mi cabeza hacia la derecha algo adolorida y de inmediato una punzada me atravesó el cráneo desde la parte trasera hacia las sienes, provocando que emitiese un quejido silencioso acompañado de una mueca de dolor. 

Ahí lo recordé…

Al caer al suelo me había golpeado la cabeza.

Y vaya golpe!!!

   Con el fin de encontrar a mi familia o quizás algún rostro conocido, rebusco con la mirada por la habitación intentando soportar las punzadas intermitentes que parecían pincharme el cerebro. Justo ahí avisté algo que me inmovilizó por completo...

El chico estaba ahí…

    Se encontraba sentado en una silla adjunta a mi cama con los codos hincados en las rodillas y los ojos cerrados, moviendo perennemente uno de sus pies, algo así como un TIC nervioso, lo que lo hacía lucir desesperado o impaciente por que despertase. 

    Debo aceptar que tuve la ligera impresión de que todo había sido producto del mareo, que verdaderamente mis padres me habían traído hacia aquí y que en realidad me lo había imaginado todo, pero no... Eso evidenciaba lo contrario, aquél chico era real, ese desconocido realmente me había salvado la vida de alguna forma.

     Mi visión aún se encontraba lo suficientemente borrosa como para que no pudiese ver con claridad y aunque no se comparaba a como estaba en el momento de mi desfallecimiento, esto era un fastidio. Era frustrante no poder ver su rostro con claridad aunque lo intensase incansablemente. Mi mirada alocada se dirigió rápidamente escrutando todo su cuerpo, deteniéndose justo en sus manos entrelazadas, donde se encontraba el único objeto que pude distinguir: una cuerda color negro que rodeaba su muñeca derecha —claramente una pulsera— de la cual colgaba algo que reflejaba la luz de las lámparas, exhibiendo un brillo similar al de un pequeño pedacito de espejo, así que asumí que podría ser un dije...

Un pequeño dije plateado con una forma bastante confusa para mí en ese momento.

    —Mamá…— A penas logré mascullar con un endeble hilo de voz

    El chico desconocido detuvo el constante movimiento de su pierna y rodó la cabeza en mi dirección clavando sus ojos sobre mí, acto seguido de esto, se percató de que ya había despertado, poniéndose en pie de golpe.

   Una acción bastante repentina —y a decir verdad—, una acción que se ganó mi estupefacción ya que como respuesta a eso me removí sobre la cama en un pequeño sobresalto.

    Este caminó hacia la puerta y la abrió gritando por fuera de ella—: Pueden venir, acaba de despertar—. Dijo el chico haciendo un gesto con la mano.

En el preciso momento en que irrumpieron en la habitación esas tres personas —que supongo eran mis padres y mi hermana— mi visión comenzó a aclararse.

¡Qué bien bonita, ya te valía arreglarte unos segundos antes!

    Percatándome de que ya podía distinguir a la perfección el rostros de los tres al igual que el entorno que me rodeaba, me pareció una oportunidad perfecta para reconocer a la persona que había hecho tanto por mí, pero gracias a mí infinita mala suerte —como siempre— cuando lo hice, ya se había marchado. 

    Las puertas de la habitación se abren imprevistamente y tuve el estúpido pensamiento de que el chico había regresado para comprobar mi estado, pero mi sonrisa se desvaneció en cuanto me percaté de que estas dieron paso al doctor, quien procedió inmediatamente a esclarecer la causa de mi desmayo 

    —El desmayo de Violeta fue provocado por una deshidratación algo severa y poca nutrición, probablemente la paciente llevaba sin beber agua e ingerir alimentos un largo tiempo, tal vez dos días o quizás tres. Claramente no me refiero a que no haya ingerido absolutamente nada—. Agregó— Pero de igual manera no consumió la cantidad de alimentos que su cuerpo necesita para estar completamente sano y estable. Lo mismo sucede con el agua, lo más probable es que no se haya hidratado lo suficiente. Por lo que le creó una crisis vagal, lo cual causó el desmayo como protesta de su organismo—. Explicó el doctor mientras mi madre me miraba con cara de regaño 

¿Qué quieren qué haga?, no es mi culpa—: Pensé encogiéndome de hombros mentalmente

    Generalmente me encuentro ocupada la mayoría del tiempo, tengo que estudiar para el colegio y ensayar para la academia, a penas y encuentro hueco en el día para comer algo. Ya que mi mente es un torbellino incesante de pensamientos sin orden lógico: olvidé cenar ayer en la noche y hoy en la mañana estaba demasiado apurada por la obra como para preocuparme por desayunar, y digamos… que no soy ese tipo de persona que se obsesiona con el agua y quiere estar bebiéndola todo el día. Solo bebo lo necesario, probablemente solo cuando me acuerdo.

    Tras acordar uno que otro asunto extra con mi madre —que no alcancé a escuchar— el doctor abandonó la habitación.

    —Vamos, no me miren así— Me quejé al observar el enojo que reflejaba el semblante de mi madre, semejante al de los otros dos presentes

    — ¿Y qué esperas, que te felicitemos por tu graciecilla?— Anastasia interviene tras mi comentario con los brazos cruzados y una expresión que —en lo absoluto— reflejaba diversión.

    Alterno la mirada entre los tres, dejando a la vista mi estupefacción—: ¿Es en serio?—. Realzo las cejas aun sin poder creer la reacción de mis padres y hermana— ¿En serio se pondrán así por un simple desmayo que solo se llevó a lo más… qué, 15 minutos?

    Anastasia deja salir una carcajada sin humor de sus labios entreabiertos—: Con que simple ¿no?— Realzó las cejas clavando su mirada en mí como un puñal—. ¿Puedes decirme a qué hora comenzó la obra?—. Inquirió con ahínco

    —A las 5:30 y eso q…

    — ¿Sabes acaso qué hora es?—. Interrumpió mis palabras lanzando otra pregunta a mi cara

   No dije ni siquiera una palabra más. No era capaz de entender que les pasaba, solamente me quedé inmóvil mirando con asombro a mi hermana.

    Anastasia asintió una vez sin apartar esa expresión de enojo de su rostro. Se descruzó de brazos posteriormente tomando camino hacia mi maletín, el cual yacía sobre una de las sillas de la habitación. Llegando ahí, rebusco rápidamente dentro de él, hallando mi teléfono entre la ropa y toallas que guardaba.

Caminó de regreso a mi cama y arrojó el teléfono sobre mi regazo—: Velo por ti misma

    Llevé mi mirada hacia la pantalla del teléfono y en el preciso momento en que mis ojos lograron distinguir con claridad los números reflejados en ella, me quedé prácticamente congelada

2:27 AM!!!

¡¿Cómo había podido estar desmayada por casi 9 horas?!

Esto es surrealista!!!

    — ¿P-pe-pero cómo es eso posible?—. A penas pude decir de manera tal que fuese comprensible

    — ¿Te suena de algo que te golpeaste la cabeza?—. Pregunta Anastasia de forma sarcástica 

    —Oh… con que fue por eso

    — ¿Te parece poco acaso?

    —No, no es eso, solo que no tiene nada que ver con el hecho de que no coma

    —Es cierto, pero ten en cuenta que de no ser por el desmayo, no te hubieses golpeado la cabeza de esa forma

    Era comprensible que se preocuparan por mí de esa forma, al menos después de haber estado prácticamente 9 horas inconsciente, tal vez si deba darles la razón…

Al menos un poco…

   Pasé al menos dos horas más en observación y rondando las 4:15 me dejaron marcharme a casa. Llegar a esta fue un momento de gloria, solamente fue entrar por la puerta y en tan solo segundos, me dirigí de inmediato hacia la cocina planeando saquear la nevera sin piedad. Si no estuviese consciente de que sufrí un desmayo a causa de ello, me hubiese preguntado cómo había resistido tanto tiempo sin comer. Para ser sinceros, con todo este lío de la deshidratación y tal, la verdad si me asusté un poco y realmente lo de hoy digamos que no era una de esas experiencias por las que quisieses pasar dos veces. 

    Anastasia muchas veces tenía razón, debo de pensar más en mí y en las consecuencias de mis actos.

    Como acto seguido tras devorar la cena improvisada que había preparado, me dirigí hacia mi cuarto. Abrí el gran armario y sin pensarlo dos veces agarré ese pijama de lunas que guardaba en uno de los cajones, entré inmediatamente al baño y tomé una ducha de agua caliente. Es asombroso como cada gota de agua que se deslizaba sobre mi piel lograba hacer que olvidase todo el estrés por el que había pasado hoy... al menos por un rato. 

Salí del baño vistiendo mi suave pijama de seda rosa decorado con un estampado de lunas en color amarillo. Tomé asiento frente al tocador y me hice una cola de caballo planeando remediar el desastre que había en mi cabeza. Justo en ese momento…

    —Tranquila Violeta, estarás bien, no dejaré que te pase nada, no me alejaré de ti una vez más

    Mi mirada se pierde completamente, fijada en un punto no tan preciso de de la habitación, mientras ese insólito recuerdo aparece en mi cabeza. Pensativa, me tumbo sobre la cama mirando hacia el techo con una mano en el abdomen, mientras que la otra jugueteaba con las puntas de mi cabello. No comprendo por qué el recuerdo de ese chico permanecía en mí cabeza por tanto tiempo y menos el hecho de que me llamase por mi nombre.

¿De dónde me conocía?

¿Cómo sabía mi nombre?

    Pensé que sería normal sentir algo de curiosidad, pero toda la noche se mantuvo dando vueltas y vueltas por mi cabeza esa pregunta…

“¿Y tú quién eres?”

...

   Aunque logré concebir el sueño después de mucho tiempo intentándolo, no lograba despejar mi mente. Así se repitió durante días, volviéndose inaguantable. Ya era demasiado molesto, había dejado de parecer solo una pequeña intriga por mi parte, ese raro sentimiento de supuesta “curiosidad”, me atormentaba, me perseguía aun sumida en mis más profundos sueños, por tanto, aunque me costase aceptarlo y me doliese más que nada en el orgullo, ya había sobrepasado un límite extremadamente notorio, había llegado, más bien, a parecer una obsesión...

    Una obsesión por alguien que no conocía

    Una obsesión por un extraño

    Una obsesión que nadie sabe si podría llegar a ser peligrosa

    Y sobre todo...

    Una obsesión que nadie sabe hasta dónde podría llegar.

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