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-¡Esto es una locura! Ese testamento es invalido, quiero una revocación –exclamo con indignación al ser terminado de leer aquel documento que sentenciaba su futuro.

—Lamento decir señorita que el testamento es válido, fue escrito hace cinco años y no se ha cambiado nada. –explico el abogado de la familia real.

— ¿Qué si no me caso?

—Como su hermana Megan está casada y es la segunda sucesora. Ella tendrá todo el apoyo de la cámara y por ley  ella será la reina.

Adaira al pensar en aquello fue como un balde de agua fría, el antiguo rey siempre había esperado que Adaira no se tomara enserio en ser reina. Ambos reyes habían cometido el error de mimar y darle con todo los gustos a su primogénita, en ese entonces ya había sido demasiado tarde para enmendar su error. Adaira había crecido llena de ambiciones, una mujer que no temía pasar por encima a nadie para obtener lo que ella quisiera y beneficiara. En aquel momento todo se le complicaba, su hermana y su puesto estaban en juego, ella quería ser reina a toda costa y eso implicaba sacar del medio a su familia.

Al salir del despacho, llego a la sala donde doscientas personas estaban de duelo por la muerte de los monarcas. Cuando Adaira se acercó a su tía Morgan para darle el pésame por la pérdida de su única hermana, la mujer se apoyó en su pecho y comenzó a llorar como si le hubieran arrancado el corazón.

Los demás presentes en aquella sala de Edimburgo miraron con curiosidad aquella mujer alta, seria y elegante y de aspecto autoritario se parecía mucho al difunto rey.

¿Cómo ella podía estar allí? ¿Cómo iba la magnate escocesa de los cosméticos al funeral de sus padres? ¿Acaso no sentía vergüenza? Después de dos años, aquella mujer solo había traído vergüenza a su familia, la peor de todos había sido al saber que la princesa escocesa era amante de un hombre multimillonario. ¿No le era basto con tener el título de una noble? La respuesta era no, ella amaba el poder y mientras más ceros tuvieran su cuenta más feliz seria. Su familia la odiaba, el mundo la amaba ¿Por qué eso debería importarle a ella?

 Algunos de allí se habían dado cuenta de la lujosa limosina que estaba aparcada   fuera del castillo.

Adaira podía ser la mujer más fría y calculadora del mundo; pero aun así, ella nunca había esperado y deseado la muerte de sus padres que habían fallecido en un trágico accidente. 

Con los ojos vidriosos. Adaira esperó a que Morgan se repusiera un poco.

— ¿Podemos hablar en privado?

— ¿Sigues empeñada en limpiar mi nombre? –dijo Morgan levantando la cara. Adaira se quedó impresionada por el sufrimiento que vio reflejado en sus rasgos. Se dio cuenta que el amor que sentía  por su hermana sobrepasaba al amor que una vez sintió por ella –. Ahora ya da igual. Tu madre se ha ido a un lugar donde mi pasado ya no puede avergonzarla…

Morgan la acompaño al elegante estudio y sirvió dos copas. Siempre había sido delgada, pero ahora se veía más demacrada, aparentaba más edad de los cuarenta y ocho años que tenía. Había sido la amante de su padre durante bastante tiempo en su juventud y muchos de los pocos recuerdos felices que Adaira tenía de su infancia se lo debía a su madre y a sus hermanas menores; Megan y Bonnie.

Ambas hermanas ya eran todas unas mujeres de clase,  hacía dos años que no veía a ninguna y en ese momento solo la más pequeña Bonnie estaba en el castillo.

Lo único que sabía, era que Megan se había convertido en una estupenda esposa y duquesa. En cuanto a la más pequeña de las tres, su vida se basaba vivir con sus padres y comprimir su impulso de libertad.

—Fue a propósito…-dijo Morgan.

Adaira no dijo nada. Había oído que el accidente de coche que habían sufrido sus padres no había sido un accidente, sino un atentado, y no había manera más dolorosa de perder a un ser querido. Sabía que su tía necesitaba hablar y escucharla era lo mejor que podía hacer por ella en aquellos momentos.

—Después de mucho tiempo…  Tu madre me perdono, queríamos comenzar de nuevo –Exclamo Morgan. –No sé cómo más pedir perdón, gracias a ella nadie me repudia más que nuestros difuntos padres, se sacrificó por mí y mi honor…

Morgan hizo una pausa para tragar saliva.

Adaira la abrazo mientras pensaba con disgusto en lo que acababa de contar. Cuando apenas tenía siete años de una manera vil por estar detrás de una puerta había escuchado la verdad que había cambiado su vida. Su tía Morgan siempre había estado enamorada de su padre tanto que ambos tenían un amor prohibido. Sin embargo los padres de ambos vieron que Morgan no tenía la belleza que una reina tenía que tener, por lo que su madre obligadamente había tenido que forzar matrimonio infelizmente.

No solo eso la había hecho ver al mundo de otra manera, sino el hecho que ella era una bastarda, resultado de un amor imposible. 

—No debes estar mal, tú no fuiste la única. Mi madre no solo cubrió tu vergüenza sino que cuido y crio como a su hija a una bastarda que nunca debió nacer. –dijo con rencor.

—No me odies por lo que hice…

Adaira suspiro y miro a Morgan a los ojos.

—No lo hago. Solo aprendí a vivir con ello, aprendí a ver como mi madre me odio toda su vida por tener el derecho a la corona y no su legitima hija.

— ¿Qué quieres ahora? Ellos ya están muertos, tienes el mundo a tus pies. Todos te aman ¿Por qué no renuncias a la corona para Morgan?

—No –Adaira se separó de ella y pasó sus manos por su falda negra –. No lo tengo todo, el mundo no está a mis pies. Yo quiero esa corona a cuesta de cualquier cosa.

— ¿Por qué estás tan obsesionada con eso?

—Porque es lo que me merezco después de tanto desprecio por ti y mi padre. Porque quiero que todos me recuerden como la mejor reina de la historia.

—Siempre fuiste tan avariciosa… algún día todo eso que tienes lo perderás –aseguro apenada Morgan.

—Te aseguro que cuando ese día llegue estaré más que preparada para dar batalla. No estaré tranquila hasta que esa corona este en mi cabeza.

—Lo siento… por mi culpa estas eres así –Morgan no podía parar de llorar y de justificarse. Adaira la miro como si no la hubiera visto nunca. Nunca había protestado nada a su padre como tampoco querer relacionarse con él, su padre era un hombre al que no le gustaba ver el nombre de su familia mezclado con escándalos.

—Tus abuelos si hubieran sabido que estaba embarazada desde un principio, hubieran hecho que abortara porque sabían que eso interrumpiría en el camino de tu madre para ser reina… su padre nunca quiso que abortara.

—Me vio como un amarre para estar juntos los dos. Teniendo un hijo en común tú podías ser su esposa. –le espeto Adaira. En cuestión de segundos, la muerte de sus padres había pasado de ser algo muy triste a atenazarle, literalmente,  el estómago. Sabía la respuesta a su pregunta. Sabía que su tía no había dicho nada por miedo, porque quería a su padre mucho más de lo que él   la había querido nunca a ella.

—Te lo estoy contando porque quiero que sepas que ahora que tus padres no están; nunca fue mi intención separarme de ti. No tenía otra alternativa, era darte a mi hermana o ser llevada a un orfanato. Nunca me permitieron decirte nada ni hablarte de algo que implicara de ti. Pero no conté que tú lo sabrías.

—No quiero que me utilices para tus beneficios… al final salí a mi dulce tía; la avaricia corre por mis venas, solo que yo fui mucho más inteligente que tu –aseguro con odio –. No pudiste ser reina, la verdad siempre fue que tu preferiste hacerte pasar por mi tía con el propósito que algún día llegarías a tener mucho más que solo ser la hermana de la reina.

—Entiendo que todo este tiempo sientas odio por mí y tus padres. Aunque lo niegues tu mirada siempre reflejo y seguirá reflejando su rencor. Pero aun así eres tan mal agradecida. Tuviste la vida de una princesa, te consideran una de las personas más ricas del mundo. No me importa lo que hagas o dejes de hacer, tienes todo esto gracias a tu familia. –Morgan la miro disgustada. Después de dos años de saber que su sobrina sabia la verdad y no verla, nunca pensó lo que sus ojos leían y sus oídos escuchaban de la princesa de Edimburgo. –. Todo lo que haces es por rencor..

— ¿Qué sabes tú de rencor? ¿¡Dime, que sabes!? Nunca viviste en una mentira que todos los años te daño, nunca te preguntaste porque tu madre siempre veía solo a os hijas y no tres. Porque tu madre cuando tu padre no estaba, te enviada con la servidumbre ¡Que sabes de humillación! –rugió con enfado –. No tuviste las agallas por respetar tu lugar, no tuviste el coraje para ir contra tus padres y cuidar a tu hija. Te gusto lo fácil y seguiste eligiendo lo fácil al entregar a tu hija.

Morgan comenzó a llorar sin control, aunque todas esas palabras dolieran, ella sabía que tenía razón. Nunca había tenido el coraje para tomar una decisión.

—Ahora soy una mujer que tiene honores que defender, quiero todo y tu ni nadie me lo quitara. –aseguro

Minutos después, Adaira salía del palacio sin hacer caso a los curiosos que la miraban. En la limosina, se sirvió un whisky doble. Estaba pálida. No quería escuchar las mentiras de quien se hacía llamar su tía, una parte de ella quería escucharla pero otra solo le hacía ver cuánto había sufrido en esa familia.

Sintió una inmensa pena por sus hermanas, ellas no tenían la culpa del odio que ella sentía por sus padres y familiares. Ninguna sabia de aquel secreto de toda la familia real escondía. ¿Qué si lo supieran? ¿La verían como la bastarda de su padre?  ¿O seguirían queriéndola como su hermana mayor?

En ese entonces nadie podía hacer nada, estaba más que claro que una hija ilegítima que ningún ciudadano lo sabía, estaría a unos pasos de tomar un reinado de décadas.

Adaira no pudo abrir la boca de la conmoción. Se sentía que la arrojarían a los lobos por culpa de no estar casada. Miro con incredulidad al abogado que siempre había respetado y adorado desde la infancia, al abogado a quien siempre lo vio cómo su abuelo. No era como si su vida se desintegrará por unos millones. Habían formado a lo largo de su estadía en escocia un vínculo de abuelo y nieta. Pero cuando ella abandono el reino unido, aquel vínculo se había ido rompiendo.

— ¿Ese testamento es tan válido como su vida? –preguntó  con amargura. Su madre aun muerta la odiaba. Pensó.

—Su madre al igual que su padre. Dejaron este testamento escrito desde hace mucho. Si no se cumple la cláusula número uno, la voluntad de su madre no será tomada y pasara a centros beneficiarios de la ciudad.

—Esto no es cierto… —Se defendió Adaira.

—Me temo que sí. Creo que lo mejor que usted puede hacer en este momento es que salga a la ciudad y comience con la búsqueda de un hombre corriente para casarse. La cláusula es válida si usted por su obligación sale a buscar el hombre ideal tú sola.

—De querer hacerme casar con un pobre que no tendrá donde caer muerto aparte quiere que yo misma lo busque –afirmó  sin gracia al tiempo que reía –. ¿Acaso no le pidieron otra cosa?

—Sí, de hecho el matrimonio tiene que tener mínimo un año de validez. Luego usted si lo desea y no sucumben a amarse ambas partes, puede divorciarse.

— ¿Al menos a mí no me pidieron nada de matrimonio, verdad? –Pregunto Bonnie rompiendo el tenso momento –digo, no me gustaría llegar a la parte de mi herencia y mis padres esperen que me case con un ricachón.

—En su caso señorita no sería ese –afirmo el viejo mirando el testamento –. Tendrá su parte al momento que se presente un certificado profesional universitario. Sus padres siempre quisieron que tuviera un oficio. No solo por ser una princesa no hará un oficio.

— ¿¡Que!? –grito la menor de las hermas levantándose del sillón donde estaba –. ¿A caso se volvieron locos? Nunca vi tanto desastre por pedir una herencia. ¿Acaso a Megan se le pide divorciarse y casarse con otro duque?

—No. De las tres, ella es quien recibe su herencia sin compromisos.

En ese momento, sonó su teléfono y el abogado les hizo un gesto con la cabeza, dando por finalizada la conversación. Ambas hermanas se querían morir, una debía encontrar un marido corriente mientras que la otra debía pasarse seis años estudiando por una herencia.

—Ni aun muertos me dejaran en paz –dijo la mayor sentándose en un sillón, Bonnie la miro sin entender.

—No es tan grave. Solo sal a la ciudad; busca el primer hombre que veas en tu camino y cásate. Es todo muy simple. –aseguro Bonnie. - ¿Te confieso algo? Me siento mal al pensar que esto me salió beneficioso.

— ¿Por qué lo dices? No te tienes que sentir mal por algo que a ti te haga bien y veas que lo aceptas sin culpa. 


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