Capítulo Dos

– ¿Elena?... – me tocó el brazo que reposaba en la mesa del comedor.

– Ah – dije volviendo a la realidad.

– ¿Escuchaste lo que dije?

Estaba escuchando su conversación y de un momento a otro mi mente voló, desde aquel día no había podido dejar de pensar en ese hombre.

– Que mis padres vendrán el fin de semana, te aviso con anticipación para que vayas pensando que vas a preparar.

– Sí cariño – le di una mueca por sonrisa.

– Estaba delicioso, como siempre – me dio un tierno beso en la cabeza y se levantó de la mesa.

– Discúlpame, tengo cosas pendientes del trabajo.

– Esta bien – respondí en automático, de nuevo mi mente repetía ese suceso.

– ¡Mamáaa, no quiero más! –me trajo de un golpe el grito de Santiago.

– Termina de comer, por favor.

 

– Sí mamá – volvió su pequeña carita al plato y siguió dándole vuelta a los guisantes.

Respiré profundo y me levanté de la mesa, recogí el plato de Warren, el mío que estaba aún completo y los llevé a la cocina.

– Te sigo viendo Santiago, termina de comer.

– Sí mamá – dijo en el mismo tono.

Me dispuse a limpiar la cocina y seguí sumergida en mis pensamientos, que me habían quitado el sueño y el apetito.

Sus ojos negros intensos, el roce de sus dedos en mi sexo.

– Ya terminé – se acercó mi pequeño a entregarme su plato – Gracias mami –tuve que agacharme para que me diera un dulce beso en la mejilla.

– Bip –Bip –sonó mi celular.

Tomé un trapo me sequé las manos antes de tomarlo.

Un mail.

––

Señora Elena Park, por favor acércate a mi consultorio el día de mañana a las 10:30 am, tengo los resultados de laboratorio de tu citología, me gustaría discutir contigo.

Atentamente:

Doctor, Ryan Wine

––

Mi corazón se paró en seco. Se abrió un agujero en el suelo y me tragó.

Anteriormente me enviaban los resultados al mail, si esta vez me hacían ir era porque los resultados no eran muy buenos.

– Ryan Wine – susurré su nombre como si fuese algo prohibido. De nuevo volvieron sus palabras a mi cabeza. “Me gustaría discutir contigo”

Y si algo malo me pasaba, mi hijo.

Sacudí mi cabeza y no dejé que el miedo me invadiera, me fui a preparar a mi hijo para ir a la cama.

– Toc –Toc – Abrí la puerta lentamente, Warren se encontraba al teléfono.

– Un momento, por favor – cubrió el teléfono con su mano – Dime.

 

– Siento interrumpir, ya me voy a la cama.

– En un rato te alcanzo, descansa – me dio una pequeña sonrisa y siguió hablando por teléfono. Cerré la puerta con cuidado y me dirigí a la cama.

(…)

Esa noche al igual que las otras noches después de esa cita médica no pude dormir muy bien. ¿Quién demonios era este hombre para descomponerme de esa manera?

Me levanté antes de que sonara la alarma, me preparé una taza de té y me la tomé tranquila, en silencio a mi alrededor, pero mi mente gritaba muchas cosas.

Quizá ya estaba perdiendo la cordura por desear algo tan impropio, ni siquiera podía entender muy bien mis sentimientos, eran tan diferentes. Tan nuevos.

Las imágenes que pasaban por mi mente ni siquiera era reales, nunca se volverían reales, pero despertaban un fuego en mí que no conocía.

(…)

– Elena… – escuché en una voz un poco más suave a la primera vez que pronunciaba mi nombre. Nos miramos directamente a los ojos, no h**o necesidad de más palabras, entró a su consultorio, yo entré detrás de él.

– Buenos días, doctor – me giré y cerré la puerta con seguro. Antes de que me lo indicara.

– Buenos días, Elena. ¿Cómo has estado? – había una sonrisa amable en su rostro.

– Bien gracias, cuénteme como ha ido los resultados – fui directo al grano.

– Los resultados han ido muy bien, igual que el año pasado.

– ¿Entonces para qué me ha hecho venir?

 

– Porque quería hablar contigo.

– ¿De qué?

– Eres muy impaciente, Elena.

Lo miré extrañado.

– ¿Entonces no hay nada malo en los resultados?

 

– No Elena, siento haberte hecho entender eso – respiré con calma un poco, pero no duró mucho, me encontraba en el mismo consultorio de nuevo y la tensión iba creciendo ¿Por qué? ¿Qué tenía ese hombre que me llamaba tanto la atención?

– ¿De qué quiere hablar conmigo?

– Puedes hablarme de tú, si quieres, yo lo prefiero – sonrió de medio lado, su sonrisa era realmente hipnotizante.

– ¿De qué quieres hablar conmigo? – corregí.

– Mejor – Puso los brazos sobre su escritorio y se acercó más a mí.

– De ti, de mí, de negocios – dijo con voz grave y seductora.

– No le… te estoy entendiendo.

– Eres una mujer realmente hermosa – sus ojos escudriñaban los míos con intensidad.

 Me sonrojé inmediatamente y agaché la mirada para evitar la suya.

– ¿Tuviste sexo esta semana? –preguntó de repente.

– No sé para qué quieres saber eso – Las imágenes de esta mañana en el sofá de mi casa tocándome placenteramente llegaron a mí. Sentí un familiar cosquilleo en mi sexo.

– Quiero saber que tan feliz y satisfecha estas.

Levanté mi mirada suavemente para encontrarme con la suya.

– Ya sé la respuesta, Elena – Estiró su mano hacía mis labios, los rosó con su pulgar y de repente lo introdujo en mi boca, por intuición lo chupé con fuerza y le di un pequeño mordisco en la punta cuando lo sacó.

– Quítate la ropa y ponte en la camilla – se enderezó en su lugar y tecleo algo en su computador.

Me levanté un poco mareada de la silla y obedecí. Empecé a desnudarme y guardar mi ropa en el bolso. Miré para varios lados, pero no encontré la bata. Me subí temblando a la camilla y me recosté

No temblaba de miedo, era la adrenalina que recorría mi cuerpo de pies a cabeza, la excitación estaba llegando al punto de estallar de ansiedad.

Jennyfer Sánchez R

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