Papá tiene el interés fijo en su plato. Ha preparado pastas con queso y una ensalada de papa con mantequilla. A veces me sorprende que prepare platillos con ingredientes escasos, pero luego recuerdo que recorre de pies a cabeza el bosque.
—¿Has visto a los rescatados?
Detengo el tenedor que estaba pronto a finalizar dentro de mi boca.
—No. —Arrugo las cejas—. No he tenido el interés ni el tiempo, aunque por ahí los veré. Escuché que los regarán por los pueblos y los ubicarán.
—Sí, nena, eso harán, pero en grupos, claro, de tres o cuatro, para que se sientan cómodos y no pierdan conexiones.
Me echo hacia atrás. El afelpado respaldar me da la bienvenida.
—¿Sabes si —titubeo y desvío la mirada inquieta— un híbrido no convertido puede tener deseos de sangre?
Me escruta extrañ