Capítulo 3

Saravi.

He dado tantas vueltas por mi habitación, que, desde un tiempo dejé de contabilizarlas para disminuir los nervios que tengo.

Hace un rato debía haberme llegado ya un mensaje oculto y avisarme para salir a encontrarme con Mishaal. Nadia siempre es llamada por un hombre de la cocina pasando el recado, esta es la forma en como nos hemos comunicado secretamente. Mishaal tiene hombres por todos lados y de forma extraordinaria logró también invadir la casona a favor de nosotros.

—Debió surgirle un contratiempo, debe calmarse. Yo iré nuevamente a la cocina por si hay una carta —dice mi dama levantándose del sofá y yo solo asiento.

Pero justo cuando ella abre la puerta, un extraño ruido desde el balcón de mi habitación nos alerta.

La silueta de dos hombres con capa nos da un susto siniestro, entonces cuando corro al lado de Nadia para proseguir a salir de la habitación junto a ella, una voz que no esperaba escuchar me deja en el puesto. 

—Soy yo… 

Mi dama y yo nos observamos impresionadas, sin decir una palabra. Ella cierra la puerta mientras que un segundo, uno de los hombres desaparece del balcón.

—¿Mishaal? —pregunto aun sabiendo que jamás podría olvidar esa voz. 

Las puertas del balcón son cerradas por él y ágilmente quita su capa, dejándolo al descubierto. 

¿Cómo puede ser? 

Nadia suelta mis manos y con su mirada me dice que estará afuera, sobre todo vigilando, y en cuestión de segundos me quedo a solas con él. 

—¿Estás loco?, ¡pueden verte! Es demasiado arriesgado el que… 

En unos pasos llega hasta mí tomándome entre sus brazos y estampando un beso dulce sobre mis labios. Mis palabras mueren en su boca, y también le abrazo correspondiéndole el beso. 

—Te dije que nos veríamos, y así lo hice —dice tocando mi nariz con la suya—. Te extrañé tanto. 

—Y yo a ti… 

Sus manos acunan mi rostro y su mirada traspasa mi corazón. 

—Después de la boda, buscaré la forma para que volvamos a vernos. 

¿Qué? 

—No, Mishaal, es peligroso. Al menos por un tiempo debemos mantener la guardia baja, ¡por favor! —digo intentando convencerlo.  Si esto llegara a saberse en alguna boca equivocada, su cabeza y la mía estarían puestas en bandejas de plata. 

—No te preocupes por eso, tengo gente allá —dice sin preocupación. 

—Así como la tendrá el rey… ¡He dicho que no! 

Me aparto de su lado enojada por su arrebatada forma de actuar. Si yo seré parte de la destrucción de la monarquía, tendré que pensar también con cabeza fría. 

—Será como tú digas, solo… Es un infierno para mí no verte, estaré sufriendo al saber que estás al lado de mi enemigo, Saravi. 

Su rostro atormentado me recuerda que debo sacar un tema que hemos intentado ocultar. 

—Mishaal… —me lleno de valentía—. Sé que tu respeto hacia mí ha estado a la altura de un caballero, como alguien que de verdad ama. Pero… Yo… no quiero pertenecer a ese hombre, no sin antes ser tuya, quiero… 

—No me hagas esto, Saravi… —expresa tomándome bruscamente y abrazando mi cuerpo—. No digas nada más. 

—Sabes lo que pasará después que me case…

—Lo sé, mi amor, lo sé —varias lágrimas bajan por el rostro de Mishaal haciéndome sentir miserable—. Pero si tú llegas a estar con otro hombre antes que el rey, te irá muy mal, Saravi. Lastimosamente así son nuestras costumbres, y no quiero que pagues por eso.

Mis labios tiemblan ligeramente entendiendo a la perfección sus palabras, yo incluso podría morir por no llegar como una verdadera doncella al matrimonio. Y no cualquier matrimonio; el mío era la boda real.

—¿Seguirás amándome después de ello? ¿Seguirás luchando por mí? Aun cuando eso pase ¿Me querrás de vuelta? —pregunto tan asustada, con un dolor en mis entrañas.

—Seguiré amándote… Pase lo que pase no dejarás de ser la Saravi de quien me enamoré, y la que amo.

De un impulso vuelvo a unirme a sus brazos, y ahora soy yo quien lo besa, y con ese beso sellando nuestras promesas, llenándonos de fuerzas para soportar lo que de ahora en adelante nos espera.

***

Las promesas, los besos, y el tacto de Mishaal aún están en mi mente y en mi piel; cada vez que vuelvo a capitular la noche anterior una inexplicable sensación, se forma en mi pecho quitándome la tranquilidad por completo. 

El limitado espacio del carruaje contribuye a que la incomodidad termine por invadirme al tener fijamente la mirada de mi madre en mí, detallando cada gesto. Hubiese querido irme en el coche en donde enviaron a Nadia, quizás en este momento estuviera mucho mejor hablando con ella, posiblemente también estaría alentándome a seguir, escuchándola decir, «Todo pasará rápido». 

Una sonrisa se dibuja en mi rostro mientras observo el paisaje que se muestra conforme el carruaje avanza.

—Parece que estás feliz y ansiosa —mi madre por supuesto, irrumpe con el momento de paz. 

—Déjala Jemina, el paso que dará nuestra hija no será fácil. 

Gracias… 

—Sé que no… —continúa ella—. Es importante que sepas y que estés atenta… 

—Madre, ¡por favor! —irrumpo hastiada. 

Es una locura pensarlo, pero una única cosa que me alegrará de entrar al palacio, es que no tendré a mi madre encima de mí regañándome por todo. 

—Está bien, no te diré nada más… alteza —dice de forma altanera, mientras mi padre resopla fatigado. 

Niego varias veces lanzando un suspiro cansino hacia el vidrio de la ventana, y por segunda vez en el día, deseo otra locura. 

Llegar rápido al palacio. 

—Estamos llegando… —dice mi padre como si leyera mi pensamiento—. Hija… puede que desde que lleguemos, te ocupes mucho… pero debes saber ahora que siempre estaré cerca de ti, solo tienes que pedir mi visita y… 

—Gracias, papá, me gustaría mucho que estés a mi lado —un suspiro largo es soltado por su parte asintiendo con su cabeza. 

La duquesa da una larga mirada por nuestras manos entrelazadas y gira hacia su ventana pretendiendo que nada ocurre, como si ella no fuera parte de nosotros, ni fuese necesario un gesto suyo hacia mí. 

Lamento muchísimo su conducta, y al mismo tiempo me pregunto: ¿Qué se sentiría tener una buena relación con tu madre? ¿Acaso entre dos damas no sería más fácil una conversación?, ¿No deberíamos entendernos mejor por ser mujeres? Hay muchas cosas de su comportamiento que me generan dudas. Sin embargo, creo que jamás podré experimentar un amor así. 

Luego comienzo a observar a mi alrededor, he entrado varias veces al palacio y cada vez parece más imponente, mis ojos se abren cuando comenzamos a llegar a la inmensidad de sus jardines y las zonas verdes, varios lagos pequeños hacen que el paraje se vea surrealista, los árboles y arbustos totalmente podados hacen un hermoso relieve junto con las flores plantadas a su alrededor. 

Muros imponentes junto con el arte de preferencia ornamental, hacen extraordinaria la vista. Poco a poco nos adentramos, reluciendo las estructuras de arcos de herradura y peraltados, sostenidos sobre columnas que ahora proliferan los arcos hechos del fabuloso mármol. 

Todo se respira a ostentosidad del puro, y a medida que avanzamos hacia lo que parece una entrada del carruaje, observamos como un grupo de al menos veinte personas nos esperan en la entrada. 

Así que respiro profundamente y reprimió mis ojos. 

«Este será tu nuevo hogar», una voz dice dentro de mí, pero yo decido responder: «Solo por un tiempo»

Las puertas del carruaje se abren y comenzamos a bajar de forma cuidadosa, para no enredar nuestros vestidos.

—¡Bienvenidos! —dice un coro de damas y caballeros, todos con un usual y limpio… muy limpio atuendo. A otros, los podía diferenciar, obviamente por su forma de vestir debían ser parte de la familia Sabagh, y yo podía distinguir solo a la pareja. Porque a pesar de haber venido varias veces al palacio nunca crucé palabra con ninguno, solo puedo distinguir al rey y a la reina. 

Mis padres hacen una reverencia, y yo les imitó el gesto. 

—Su majestad —repiten los duques mientras que yo solo lo digo en susurro. 

Umar Sabagh da unas pequeñas palmadas en los hombros de mi padre, y para mi impresión, Zura, la reina, se dirige a mí dándome un abrazo que me corta el aliento. 

—Bienvenida seas, hija —susurra en tono, ¿maternal? 

No puedo reaccionar ante su gesto, no logro pronunciar nada, solo titubeo varias veces para luego decidirme por cerrar mi boca y asentir sutilmente con mi cabeza. La mujer no parece conforme. 

—Tranquila, te acostumbrarás —vuelve a decirme indicándome el camino, y a la vez observo que el resto ya se adelantó mucho más rápido que nosotras dos.

«Nunca me acostumbraré, jamás», me repito mentalmente.

Mi madre sutilmente da algunos vistazos girando su cuerpo de vez en cuando, y ruego a Dios porque esto no se convierta en un interrogatorio por parte de ella cuando estemos a solas. 

Si pensaba que la entrada era inminente, no tendría palabras para comenzar a descubrir la hermosura que mis ojos comienzan a ver al interior del palacio… La arquitectura sencillamente era exquisita.  Un enorme cuadro pincelado llama mi atención; el rey y la reina están sentados junto con una hermosa corona en sus cabezas, tres niños de diferentes edades están a su alrededor, y algo que destaca la particular foto es que ninguno de ellos sonríe. 

—Mis tres hijos —pronuncia la reina Zura muy cerca de mí. 

Al darme la vuelta, me doy cuenta de que he quedado sola con ella en la sala. 

—Eran solo unos niños, aún… —digo simpatizando un poco, porque al contrario de lo que pensé, al menos ella tiene un trato amable. 

—Así es —dice sonriendo y se dirige nuevamente al cuadro señalando— Mi hijo menor Kader, mi hija Hanna, y él, mi hijo mayor Kalil. Tu futuro esposo. 

Un escalofrío recorre mi cuerpo al escuchar sus palabras, entonces fijo mi mirada en aquel niño que frunce su ceño, como si no quisiera estar en la foto. Luego observo sus manos apretadas y por un instante siento compasión. Mi mente comienza a divagar rápidamente, creando cualquier cuadro ficticio y entendiendo de alguna forma extraña, que Kalil Sabagh también debe estar teniendo un futuro no deseado. 

—Entonces, ¿te gusta? —pregunta la reina creando asombro en mí. 

—¿Disculpe? 

—Te preguntaba… si te gusta leer…

Me despabilo rápidamente y me sonrojo un poco ante la vergüenza.

—¡Me encanta! La lectura es para mí cómo… Una salida a otro mundo… es como si por un instante dejara todo lo que soy y me convirtiera en alguien más. 

El rostro de Zura luce asombrado, y es allí donde me doy cuenta de que pareciera que describía mi realidad, sin embargo, ella logra disimular su expresión y me toma por el brazo. 

—Perfecto, aquí podrás devorar una biblioteca entera… Ven, vamos a reunirnos con los demás —termina por decir la reina. 

Asiento en respuesta mientras voy acompasándome a su ritmo, admirando cada muro del palacio en silencio. Luego de nuestra llegada a un enorme salón, mi padre junto con el rey se coloca de pie. 

—¿Se habían perdido? —pregunta Umar insistente.

—No su alteza, solo estaba mostrando nuestro cuadro familiar a la hermosa Saravi —contesta su esposa con total respeto. 

—Saravi… —la mano del rey se extiende hacia mí—. ¡Bienvenida al palacio! Aunque te he visto un par de veces, nunca llegamos a entablar una conversación. 

Una negación por parte de mi cuerpo bastante burda, no quiere extender mi mano para darla al hombre, por un momento noto la incomodidad en él, y por el rabillo del ojo veo como mis padres se tensan. 

—Gracias, majestad —digo contra mi propia voluntad en reverencia, pero no toco su mano.

—Mi hija es un poco tímida —explica mi madre. 

El rey solo asiente observándome seriamente, y en algún momento creo que va a decir algo, pero su esposa interrumpe. 

—Ahora te llevarán a una habitación improvisada para que descanses del viaje —dice dirigiéndose a mí, mientras que varias damas entran en el salón. Exactamente allí es donde me doy cuenta de que me he olvidado por completo de Nadia. 

—¡Nadia! —es mi primera expresión. Mi madre palidece al escucharme mientras que los reyes quedan asombrados. 

«¡Qué desastre!» 

—¿Quién es Nadia? —pregunta el rey. 

Piensa, piensa… piensa.

—Discúlpeme, majestad, es… es… mi gatita, a quien tengo mucho aprecio. Se ha quedado en la casona… Yo amo los animales… —este solo asiente no muy convencido—. Pero, mi olvido me ha hecho recordar algo que quería pedirles, si me lo permiten. 

—Claro —anima Zura. 

—Mi dama de compañía ha venido en otro carruaje, hace un trabajo excelente, me gustaría que se quedara conmigo porque estoy acostumbrada a ella, ¡por favor! 

El rostro de Umar se contrae en desagrado a mis palabras, y aunque su esposa va a contestar a mi petición, este se adelanta con gran fastidio. 

—No podrá ser, su petición no será aceptada, no se permite personal extraño en el palacio, cada persona que está aquí es clasificada, por lo tanto, Saravi, las damas que le servirán ya están elegidas. 

Un duro e inesperado golpe cae a mí fuertemente, un sentimiento de profundo rechazo evidenciando en carne propia la tiranía de este hombre me abruma por completo, las ganas de golpearlo y escupir las palabras más desagradables en su cara me hacen hervir la sangre. Entonces ahora y en este instante entiendo, que mi principal batalla aquí será con el dictador Umar Sabagh… 

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