Capítulo VI Imposible estar Lejos

—Escucha yo solo deseo que me conozcas, no soy una persona mala y mis intensiones hacia ti son sinceras.

—Necesito irme a descansar. Esto es mucho para procesar. 

—Mañana no estaré aquí. 

—¿Te vas? Pregunto sorprendida.

—No. Solo que te recuerdo que regresare a mi forma de lobo por la mañana. 

—Entiendo… bueno yo, lo siento debo intentar dormir y pensar las cosas. Estoy abrumada.

—¡Está bien! Responde un tanto triste.

—El sofá es cómodo, puedes… bueno allí puedes dormir.

—De acuerdo. Este mira el sofá color rosa.

La chica camino en dirección a la habitación, pero antes de entrar voltea a ver al chico de penetrante mirada escultarla de arriba hacia abajo. 

—¿Regresaras mañana? 

—Si hay luna en el cielo regresare Chantel. 

—¡Bien! 

[...] 

Algo estaba lamiendo su mano ¿Que era? ¿Seguía soñando…? Ya que justo esa noche solo soño con unos ojos azules y melena negra con quien hacia el amor de forma desesperada. Al conocer todo ese musculoso cuerpo detalladamente no le fue difícil verlo en sus sueños nítidamente. 

Realmente había sido un sueño exquisito, hasta que el atractivo hombre se convirtió en un enorme lobo negro que lamía su cuerpo desnudo. ¡Dios! Aquello era aún más erótico, podría ser desagradable para muchos tan solo imaginarse una escena como esa. Pero para ella ser lamida por un lobo cachondo que le doblaba el tamaño era muy fascinante. 

Entonces, ¿Quien lamía su mano era ese lobo? Chantel abrió los ojos de forma brusca dándose cuenta que Arquímedes había vuelto a ser un pequeño lobo y era quien lamía su mano que sobresalía de la cama. 

—¡He! Eres un lobo de nuevo. Por instinto acaricia su oreja, se sentía cómoda acariciando el pelaje del animal y no al humano. 

Este la mira de un lado y vuelve a lamer su mano. 

—Es frustrante que no podamos hablar. Pero supongo que no las tenemos que apañar. Medio sonríe.

Arquímedes aproximó su osico hasta el rostro de ella y empezó a lamerla. Chantel comenzó a reír intentando apartar al animal que insistía en lamerla. Lo que equivaldría a < besarla> ¡Joder! El muy capullo la estaba besando.

—¡Oye! ¡Oye! Le dice aunque sabe que no recibirá respuesta. —Creo que estás pasandote de la raya amigo. 

Está se pone en pie y camina hasta el baño, pero sentía la mirada de ese lobo detrás de ella. Era inquietante tenerlo rondando por toda la casa, así que se vio obligada a cerrar la puerta.

[...]

Chantel sentada en su silla de escritorio revisaba algunas notas que ella misma había escrito, sintiéndose algo entusiasmada por la historia que tenía en mente… ¿Podría llegar a escribir una historia de hombres lobos? 

—Debo estar loca para pensar en una cosa tan absurda como esa. Se dijo.

Miro hacia donde estaba Arquímedes, quien permanecía hechado pero con la mirada fija hacia ella. 

—¿Que tanto me miras? Le dice ella viéndolo de medio lado. Seguro que estás ancioso por que sea de noche. Este levantó la cabeza y saco la lengua. —Si, lo imaginé. Ya entiendo porque me entendías el primer día. 

Volvió a fijar la vista sobre las notas pendientes. Al siguiente día tenía trabajo que hacer y no tenía tiempo para andar mirando al lobo hechado a su lado.

La llegada de la noche llego rápidamente, Chantel observó que el lobo salía de la habitación a toda prisa lo que llamó su atención. Escucho unos gruñidos que provenían de la sala, se mordio el labio espero un poco y luego cuando se disponía a salir se topó con un cuerpo desnudo que ya había visto antes.

—¡Demonios Arquímedes! Que susto me has dado. Se pone una mano en el pecho. —Siempre… bueno tú, ¿Siempre vas a volver desnudo? Pregunta viendo hacia otro lado.

—Lo siento. Pero si mi luna, al volverme humano regresare desnudo.

—¡Oh por dios! 

Se da la vuelta en busca de algo que pudiese servirle al chico para cubrir esa extraordinaria desnudes. Sus piernas temblaban como gelatina, y su virginidad estaba a un paso de pasar a la inexistencia.

Encuentra algo decente para el hombre a sus espaldas y se lo tiende sin siquiera voltear a verlo.

—Gracias. Lo escucha decir, seguido del sonido de la tela de la ropa. —Ya puedes darte vuelta. Ella así lo hace. —Hola. Le dice.

—¡Hola! ¿Tienes hambre?

—Si. Pero primero me gustaría darme un baño.

—Claro, mi baño… lo señala. —Yo estaré en la cocina. Chantel pasa a un lado de él muerta de los nervios.

Arquímedes podía olerla, las feromonas de su chica lo estaba volviendo loco. Le encantaba el hecho de que ella sintiera atracción por él, eso le indicaba que iba por el buen camino con Chantel. Se metió en el baño para limpiar su cuerpo humano, ya que el día anterior no lo había podido hacer.

Mientras que en la cocina Chantel hacia el intento de preparar algo para cenar. Su mente no funcionaba al cien por ciento, ¿Pero cuál podría funcionar a la perfección cuando tienes un hombre completamente desnudo en el baño de tu casa? Podría ser una virgen, pero no era estúpida.

Pero fuera de lo sexual, necesitaba saber más de ese chico. Porque, el seguía en casa ¿A dónde iba a parar todo aquello? Si bueno, tuvieron un momento bastante íntimo… pero eso no quería decir nada, aún ese hombre era un extraño y necesitaba saber cuáles eran sus intensiones para con ella.

Distraída entre sus tórridos pensamientos y el intento de cena basado en tostadas y huevo revuelto. Chantel no sintió la presencia a sus espaldas que la tomo por sorpresa cuando un par de manos se deslizaron por su cintura.

—¡Dios mío! ¿Que haces? Pregunta con Arquímedes detrás de ella.

—Es inevitable para mí no estar cerca de ti. 

Arquímedes comienza a oler entre el cuello de Chantel y el nacimiento de su cabello. Aspira profundamente su aroma embriagandose de ella, y el olor que ella expide en ese momento lo enloquece hasta en lo más profundo de él. Así que huele más a fondo su piel, mientras que sus manos jugaban un papel importante en sus caderas.

—Arquimedes ¿Que estas… qué haces? Pregunta a duras penas.

—Huelo tu aroma… no puedo dejar de hacerlo.

—Para… yo. Pero el seguía olfateandola y sus manos coronaron sus senos. —No, espera… yo.

—Mi luna no te resistas a mi.

El lobo comenzó a soltar sus propias feromonas, a pesar de estar hechizado no había perdido ese lado de macho Alfa. Podía envolver a una hembra con su aroma para marcarla como suya. Y funciono con Chantel, porque cada vez restregaba más  su cuerpo contra el de él. 

Sus nalgas chocaban con la enorme erección que escondía entre su mono. Aquello se estaba saliendo de control y Arquímedes lo estaba disfrutando tanto como ella. Podía olerla de pies a cabeza, pero también olía inseguridad y miedo así que no estaba bien forzarla. Después de todo el hechizo no funcionaría así.

Con mucho pesar, Arquímedes separa su cuerpo lentamente. Dándole espacio a Chantel de recobrar un poco el sentido.

—¿Estás bien mi luna? 

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