II

Capítulo 2

Los hijos del magnate Milano.

El ingeniero Estefan no estaba sentado en la mesa de su escritorio; pero sí apoyaba su trasero de manera casual, sus brazos cruzados sobre su pecho y sus ojos azules fijos en los míos me ponían la piel en punta porque era como si pudiera meterse dentro de mi cabeza y ver mis pensamientos.

Ahora que lo veía más de cerca notaba que la piel de su rostro era impecable, no parecía tener desperfecto alguno, al igual que Ethan; él era de tez pálida con mejillas y labios rellenos algo sonrojados, nariz estrecha y penetrantes ojos azules; sí definitivamente se parecía a Ethan, solo que de cabello castaño, lentes y cejas más gruesas.

— ¿Ya terminaste de follarme con la mirada? —preguntó.

Me quedé por un momento incrédula mientras mis mejillas se sonrojaban, un profesor diciendo tal cosa jamás me lo esperé. Definitivamente ahora sabía que eso de ser engreído, petulante y egocéntrico era cosa de hermanos.

¿Eso era lo que quería decirme?

Bueno, dos podían jugar ese juego.

—No, creo que no —respondí—, ¿puedo seguir follándote con la mirada?

Él alzó las cejas, bajo su apariencia seria pude notar que parecía ligeramente intrigado, de seguro nadie nunca le había respondido así.

—Ya se me pasó —comentó ignorando mi pregunta.

— ¿El qué? ¿Lo arrogante? ¿O lo egocéntrico? —pregunté.

—El enojo —refutó—, y deja de hablarme así.

—Tú empezaste —contradije, él fue el que comenzó con ese comentario petulante y poco apropiado, ya no iba a hablarle con respeto.

Estefan tomó una profunda respiración y se irguió en su altura, mi cabeza tal vez le llegaba a la barbilla y era mucho decir porque yo era alta. Paseó sus ojos alrededor del aula notando que estábamos solos y fijó sus ojos azules en mí para susurrar:

—Pues acabalo, porque de entre todas las personas b****a, odio a las respondonas.

No podía ser verdad, acababa de llamarme b****a en mi propia cara, el insulto bailaba en la punta de mi lengua, estaba a punto de gritarle de vuelta, pero me contuve.

Cálmate Rose, respira, es tu profesor.

Era mi profesor y él tenía el poder de joderme la materia poniendo un cero. Debía respetarlo un poco, después de todo le rompí el celular y de seguro que para eso era que me estaba llamando.

Muy mal.

—Sí, eh… —aclaré mi garganta dando un paso atrás para guardar algo de distancia. Respeto, guardia baja, era lo que debía hacer— Perdón, profesor. ¿Le compro otra pantalla? De verdad no fue mi intención tropezar y llevarlo por el medio como toda una loca desquiciada.

Me costaba hablarle con respeto, pero debía sujetar mi carácter impulsivo que siempre mandaba todo a la m****a.

Usé las palabras que él usó antes de ver que de hecho yo era su alumna. Noté como pareció ligeramente entretenido y una de las comisuras de sus labios se alzó… joder, qué sexy, me sorprendía como era que podía parecer tan perfecto, bueno, solo físicamente, porque realmente lo poco que conocía de él me hacía pensar que era una m****a de persona.

—No seas ridícula, niña —dijo como si fuera un disparate—, de seguro que ni con los ahorros de toda una vida logras comprar ni el forro de mi teléfono.

Abrí la boca un poco ofendida por su comentario tan odioso, por personas como él era que existían personas como yo; que reaccionaba a las patadas tratándolos con su misma medicina.

—Oh, perdone mi pobreza. —dije con sarcasmo y me crucé de brazos para decir: — ¿Qué iba a decirme?

Él me sostuvo la mirada, sus ojos azules claro volviendo a fijarse en los míos como si quisiera leer mi mente, relamí mis labios y noté como él bajó la mirada por medio segundo a ellos.

Oh m****a, sentí el ambiente cambiar volviéndose tenso entre ambos y las ganas de abalanzarme sobre él me aceleraron el pulso.

No, ¿pero qué estaba pensando? Si hace un momento quería golpearlo y ahora quería arrancarle la ropa.

Contrólate Rose, es tu profesor.

 Hormonas, eran las malditas hormonas.

—Nada, puedes irte —dijo Estefan pareciendo más serio de lo normal, ¿habría sentido lo mismo que yo? No, ese sujeto parecía de piedra.

Me voltee sin decirle nada, realmente necesitaba huir de aquí antes de perder la cabeza.

—Eh… Rose. —llamó, me detuve y voltee hacia él cuando me advirtió: — Ten cuidado.

Fruncí débilmente el ceño y volví a voltearme para salir del salón tomando una profunda respiración.

Joder, eso había sido intenso.

Y… ¿Cómo supo mi nombre? Bueno de seguro lo vio en el bordado de mi bolso, le había puesto mi nombre.

Al salir, Barbie estaba apoyada de la pared andando su teléfono celular, cuando me vio sonrió, ella me agradaba, parecíamos entendernos bien a pesar de que mi estilo era lo que algunos catalogarían como “fresita”, sus orejas estaban adornadas de muchas perforaciones, usaba ropa ancha pero se notaba que tenía un cuerpo muy delgado y las gruesas pulseras negras de sus muñecas me hacían pensar si era de esas chicas que se cortaban la piel…

— ¿Qué te dijo el señor Irritable? —preguntó cuando comenzamos a caminar por el pasillo.

Me daba risa como lo llamaba, pero sí, el apodo le iba perfecto.

¿Que qué hablamos? Realmente no hablamos nada, solo pareció un coqueteo pero a la vez no… era extraño.

—Le rompí la pantalla del celular minutos antes de entrar a la clase, cuando accidentalmente lo atropellé en el pasillo porque andaba corriendo —dije—. Y, uhm… creo que solo quería humillarme porque yo no tenía dinero para comprarle otra pantalla.

— ¡¿Qué?! —Expresó Barbie soltando una carcajada— No te creo.

No, realmente nadie creía mi torpeza.

—Ajá —me limité a decir—, de cualquier forma, ¿Quién es él? Por su apellido y a su actitud, supongo que es uno de los hijos de Zacarías Milano.

Miré a Barbie ella afirmó con la cabeza pareciendo ligeramente más seria.

—Sí, es el hijo mayor —explicó—, Estefan se graduó hace unos años en esta universidad con un promedio de 10, y consiguió Trabajo en la importantísima empresa ANTARTICA, ahora te podrás imaginar que además de ser heredero de una inimaginable fortuna, tiene uno de los mejores sueldos del país. Es asquerosamente rico.

Abrí la boca sorprendida, sabía que ANTARTICA era una de las empresas de productos más importantes del país, y el personal ganaba excelente, aún más los ingenieros.

Inteligente, guapo, jodidamente millonario, ahora podía comprender un poco su asquerosa actitud egocéntrica.

—Ah —me limité a decir—, ¿Y por qué da clases aquí?

No entendía como una persona que valía millones de dólares andaba por ahí y daba clases en la universidad, yo me hubiera mudado a Dubai.

Barbie se encogió de hombros.

—Después de graduarse, el decano le pidió que diera clases en la universidad, solo da unas horas de clases en esta materia, de seguro aceptó porque le da placer hacernos la vida imposible —giró los ojos—. Algunas veces la gente rica solo le gusta aplastar a los demás, por eso odio vivir con ellos.

Un momento.

¡¿Qué?!

La miré alzando ambas cejas en sorpresa.

— ¿Vives con ellos? —repetí sin comprender, ella me miró como si no fuera la gran cosa vivir con los Milano.

—Sí, Zacarías es mi tío —explicó—, ellos son mis primos.

Me tomó un momento procesar la información.

— ¿Eres una Milano? —dije incrédula, era un apellido de millones.

—Mi segundo apellido, sí —expuso—. Mi mamá era hermana de mi tío Zacarías, ella y mi papá murieron en un accidente automovilístico cuando yo tenía 5 años, entonces el tío Zacarías se hizo cargo de mí.

Vaya, eso no me lo esperaba.

— ¿Entonces vives con ellos? —Dije completamente curiosa—, ¿Qué tal es?

—Horrible, son unos odiosos de m****a que siempre me hicieron sentir como una arrimada —forzó una sonrisa—. Al menos aquí en la universidad tuve algo de libertad con la residencia y los nuevos amigos, solo voy a la casa en las vacaciones o cuando es necesario.

Pestañé un par de veces ante tal confesión, incluso su primo le daba clases y le había hecho repetir la materia varias veces, de ahí podía ver su hostilidad.

—Solo te voy a decir que… entre más te alejes de mis primos mejor —continuó—, todos son unos hijos de puta.

No dije nada, después de todo realmente no pensaba involucrarme con ninguno de ellos. Caminamos hasta la cafería a almorzar y a hablar de otras cosas, pero en mi mente solo estaba lo que ella me había dicho, que me alejara…

Tal vez debí haberle hecho caso.

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