I

Capítulo 1.

Primer día de clases con el raro profesor.

Caminé apresurada o más bien corriendo lento, intentaba llegar rápido a la clase que tenía a las 10 de la mañana del lunes y estaba de hecho sobre la hora por mi brillante distracción en el juego de ajedrez donde decidí humillar al muñeco con cabeza de champú.

Brillante Rose, no dejas de meter la pata.

Primer día de clases y ya estaba hecha un desastre.

Cruzaba los pasillos sin freno, esquivé unos cuantos estudiantes y apenas vi la advertencia que decía ‹‹piso mojado›› porque cuando quise frenar era porque ya andaba patinando por el suelo, como una tormenta de nieve que no puede detenerse ni frenarse. Vi el reflejo de una persona que estaba caminando distraído con la mirada enfocada en la pantalla de su teléfono cuando de súbito me estrellé contra él y ambos caímos al piso en un ruido seco.

Joder.

— ¿Qué m****a? —dijo el muchacho aun pareciendo procesar lo que había acabado de p***r.

—Uh, lo siento —dije levantándome de encima de su cuerpo con una ligera mueca y acomodando mi bolso a mis espaldas para ofrecerle una mano—. Gracias por amortiguar mi caída.

Intenté bromear en forma de disculpas, pero él no estaba para bromas, me miró desdeñosamente e ignoró mi mano para levantarse por sí mismo acomodando sus lentes y tomando su teléfono que se había estrellado contra el suelo, miró la pantalla y pareció que su rostro se tornó rojo.

—Mira lo que hiciste —me enseñó la pantalla del teléfono completamente estrellada.

Oh-oh.

Perfecto Rose, no puedes estar ni un momento sin meter la pata.

—Yo te lo pago —murmuré sintiendo mis mejillas cosquillear en vergüenza, siempre me pasaba cuando comenzaba a sonrojarme—, solo déjame…

Me acerqué para tomar su teléfono pero él lo alejó de mi agarre sin dejar de fruncir el ceño ni de mirarme como si yo fuera una escoria.

Si las miradas mataran…

—No, tú déjame, ya eres de por sí un desastre —refutó.

Alcé las cejas dando un paso atrás, definitivamente estaba tan enojado conmigo que no iba a dejar que lo ayudara.

—Bueno, eh… sí, esa soy yo, todo un jodido desastre —dije—, cuando se te pase el enojo me buscas y yo te compro otra pantalla para el celular.

No es que fuera millonaria, de hecho mi cuenta de banco estaba vacía, pero había comenzado a trabajar hace unos días en un club, así que podía costearlo cuando me pagaran.

Me alejé del muchacho sin esperar respuesta, ya iba tarde y solo me estaba atrasando más, así que simplemente lo dejé ahí botando humor por las orejas de lo enojado que estaba. Sí, definitivamente no tenía tiempo para esto.

Entré al salón, para mi sorpresa el profesor no había llegado, pero todos estaban sentados hablando o escribiendo cosas en sus cuadernos. Tomé asiento en uno de los pupitres del frente y dejé mi bolso a un lado aun percibiendo el aroma del perfume del chico que atropellé; parecía impregnado en mi ropa. Me sentía un poco rara de estar en un lugar donde no conocía a nadie, pero estaba acostumbrada, pasé casi toda mi vida sola.

—Hey —dijo la chica que estaba sentada al lado derecho de mi puesto, era rubia con un rapado a un lado de la cabeza, un tatuaje que adornaba todo su brazo y un maquillaje de esos oscuros que no sabes si dejan ver si las personas son rebeldes o es que venden marihuana.

—Hey —respondí de la misma forma con una ligera sonrisa.

— ¿Tienes un sacapuntas? —Preguntó enseñándome su lápiz sin grafito—, se decapitó.

Solté una ligera carcajada y busqué en mi bolso un estuche con mi cartuchera donde ponía todos mis lápices, saqué un sacapuntas y se lo ofrecí, ella lo tomó con una sonrisa de satisfacción.

—Gracias —murmuró y me extendió una mano—, soy Barbie.

Bien, al parecer tenía una nueva amiga para variar.

— ¿Barbie? —Repetí incrédula—, uh, me gusta tu nombre. Soy Rose.

Barbie no parecía ir con su apariencia rebelde de chica mala.

—Mi madre no tenía creatividad —sonrió sacándole punta a su lápiz y me devolvió el sacapuntas—. Gracias. ¿Eres nuevo ingreso?

—Ajá, nueva de paquete —dije guardando el sacapuntas en su lugar—, ¿y tú?

—Ah —expresó girando los ojos—. Hace dos años, ya no sé cuántas veces he visto esta materia, desde que entró el señor “irritación”, ha sido un completo dolor de culo.

— ¿Señor irritación? —Dije entretenida—,   ¿por qué?

—Porque siempre todo le molesta, todo está mal, es tan arrogante que todo debe ser perfecto siempre, y jamás nadie ha sacado un completo 10 en algún examen —alzó una ceja—. No dejes que su fachada te distraiga, es el diablo.

¿El diablo? Bueno, para mí que había conocido el infierno casi toda mi vida, era nada.

—Ya. —dije simplemente y le guiñé un ojo: — Tomando notas mentales.

Ella soltó una carcajada y murmuró:

—Me caes bien.

A la mayoría de las personas parecía caerles bien, siempre me dijeron que tenía material de líder porque no me daba miedo imponer mi opinión. Barbie iba a decir algo más cuando de repente todos guardaron silencio y el profesor entró, me voltee en el asiento preparándome para la clase cuando sentí que palidecí al verlo.

Era el chico que había empujado hace minutos atrás y le había roto la pantalla del celular; joder, ¿era mi profesor?

M****a.

Lo vi dejar su bolso en su escritorio, su olor a costosa fragancia impregnó toda el aula y joder, olía divino. Su ceño fruncido mientras sacaba un marcador permanecía en su rostro y volteó a mirar a la clase, definitivamente intimidaba con ese aire de prepotencia y superioridad, pero como dije antes, siempre me gustaron los retos.

Ahora que lo veía mejor podía entender lo que decía Barbie con eso de: ‹‹No dejes que su fachada te distraiga, es el diablo››. Era alto, puede que más de un metro ochenta, tenía una camisa de mangas largas de color claro pero que indudablemente le lucía con clase por sus hombros anchos y brazos fuertes, acompañado de unos jeans y zapatos lustrosos, su cabello castaño un poco crecido peinado a un lado y no estaba segura pero detrás de esos lentes sobre su rostro podía ver unos ojos azules claros muy llamativos.

Sí, definitivamente, podía darle un 10 de 10. Al parecer en la universidad había chicos guapos.

El profesor se volteó a la pizarra comenzando a escribir y mis ojos bajaron a su redondo trasero firme que provocaba nalguear…

Joder Rose, concéntrate, ¿Qué pasa contigo?

Ya me sentía como toda una adolescente hormonal.

—Perdón por el retraso —comenzó a decir después de escribir y se volteó hacia nosotros—, una loca desquiciada que iba corriendo se…

Dejó las palabras en el aire cuando sus ojos azules claros se enfocaron en mí y frunció los labios pareciendo ligeramente entretenido.

Oh.

Sí, aquí estaba, la loca desquiciada que iba corriendo, era su alumna.

—…Como sea —murmuró volteando hacia la pizarra—. Soy el ingeniero Estefan Milano, este es mi número y mi correo, únicamente para dudas de tareas, y si me llaman después de las 7 de la noche, tienen diez puntos menos en cualquier examen. Vamos a comenzar con Límites y les digo de una vez, si no entienden esto es mejor que se retiren porque no sirven para esta carrera ni para un carajo, vayan a limpiar basureros o pasear perros.

¿Estefan Milano? ¿Acaso… pertenecía a la adinerada familia Milano?

 A juzgar porque conocí a Ethan esta mañana y él se llamaba Estefan sonaba muy probable, ambos tenían ese aire egocéntrico que tanto me molestaba… ¿hermanos?

Nadie se rio o más bien nadie respiró después de lo que dijo, posiblemente porque no era broma, era realmente una amenaza y una brutal realidad. Miré a Barbie, ella giró los ojos con molestia, de seguro que si había visto esta materia más de una vez debía sentirse como toda una inútil con un profesor tan imbécil.

El profesor Estefan comenzó a explicar todo un completo y complejo tema de Límites, hablaba tan rápido que apenas podía tomar notas y seguirle el hilo mientras ponía de todas mis fuerzas para no distraerme y mirarle el culo cada vez que se agachaba como estaban todas las demás chicas de la clase.

Sí, definitivamente su clase era todo un tormento.

Cuando por fin finalizó la clase me moría de hambre, ya era mediodía y mi cabeza estaba jodidamente revuelta, no podía imaginar las siguientes materias y las tareas pendientes.

— ¿Vas a almorzar? —preguntó Barbie recogiendo sus cosas.

—Sí, muero de hambre, ¿vamos? —murmuré colocando mi bolso detrás de mi espalda y caminando con ella hacia la puerta cuando escuché:

—Tú, la del bolso amarillo.

Me detuve, estaba segura de que yo era la única que tenía un bolso amarillo de Bob Esponja aquí. Barbie volteó al igual que yo al ver que era el Ingeniero Estefan que me llamaba.

—Ven —me llamó.

M****a.

—Te espero afuera —dijo Barbie mirándome con algo de confusión antes de salir.

Definitivamente yo también estaba confundida, pero aun así me voltee y me acerqué a él.

Ahora sabía que no debí haberlo hecho.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo