CAPÍTULO VII: Diosa del sexo

La monotonía nunca había sido un problema en mi vida, pues a pesar de que tenía ciertas rutinas, los días jamás me parecieron aburridos; hasta ahora. 

Guillermo insistía en que mis obligaciones como su pareja eran quedarme en casa, y aunque al principio me di una especie de “vacaciones”, la uniformidad del día a día encerrada en ese departamento estaban por acabar con mi cordura. 

Los únicos momentos en los que me sentía bien, era cuando salía al mercado a comprar la comida, eso hasta que él se cansó de que lo hiciera todos los días; incluso aunque no estuviera en la casa. 

Me sentía tonta, no comprendía cómo era que Guillermo terminaba por enterarse de que había salido de la casa, comencé a pensar que tenía alguna especie de espía que no tenía nada más que hacer que observar m

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