CAPÍTULO 1

Desde las entrañas de mi madre jugueteaba mucho, era un almidón indomable, eso decía mama cada vez que me contaba sobre mi estado en su barriga. No me quedaba quieta en ningún momento, era peor que el loco de Tazmania dando  brincos en su panza. No se la hice fácil en la escuela, constantemente mis maestras la llamaban por mi comportamiento. Eran algo dramáticas mis profesoras. No veía nada grave pegarle chicle a una en su silla, encenderle unos cuantos mechones con una vela, y mordisquear algunas frutas de mis compañeros. Eso me ocasiono muchos problemas llevándome a un internado de niñas comandado por monjas.

Yo creyendo que las monjitas eran buenas por ser misioneras del señor, que va, nos levantaban a las cinco de la mañana a realizar el desayuno, luego de eso asear todo el lugar, lavar los baños, cosa que en mi vida hice,  estudiar y rezar como locas dementes y dormir temprano como gallinas.

 – Esto no es vida, no lo es. – me quejo sola en mi habitación. – Te detesto, madre.

Solo era capaz de decirlo de boca para afuera, al contrario de mi pensamientos, lo que hacía era extrañarla un montón.   

– No eres tu sola, cariño. – Me sobresalto al ver a Romina, la emo, así la llaman por su pelo corto y conducta rara. – Deja el drama. Solo llevas un año en este lugar, a diferencia tuya, yo llevo cuatro años aquí – Abro mis ojos de par en par al escuchar lo último – Me internaron desde los diez años de edad, puedes creerlo, así le estorbo a mi madre.

– ¿Qué hiciste para merecer este castigo? – Pregunto algo confundida – Es mucho tiempo. 

– Incendiar mi casa cuando mi madre le falló a mi padre, la descubrí y no lo soporte. – Dijo sin más – Mi padre murió pronto, no soporto que la mujer que amaba lo engaño y en su propia casa con su vecino.

– Siento lo de tu padre, el mío nos abandonó cuando nací… lo conozco por una foto al cobarde ese – dije tragando en seco – No deberían  llamarse padres.

– ¿Tus razones cuáles son? – cambiando de tema abruptamente, cosa que agradecí.

– Hacerle la vida cuadritos a mis docentes, ser caprichosa, y aburrir a mi madre para que me abandonará en este lugar y disfrute con su nuevo novio.

– Son un asco, apestan al igual que este lugar.

Hablamos otro ratos conociéndonos un poco más, me ha dicho que suele escaparse de este lugar e ir de fiesta los fines de semanas, no dudo ni un segundo para decirle que quiero ir con ella, mis pelvis están tiesas deseosas de moverlas un poco.

A regresado a su habitación antes que la descubran las hermanas merodeando en otro sitio y reciba uno de los maravillo castigos (Sarcasmo) que nos dan en este lugar por no acatar las reglas. Tengo algo de calor con este uniforme, me desprendo de el para darme una ducha, ponerme una pijama de abuela de los años júpiter que nos dieron en este lugar, y meterme a cama antes que el castigo lo reciba sea yo por no estar como gallina culeca en su nido. Estoy acomodando mi almohada cuando escucho los pasos de Sor Josefina revisando sus pollitas obedientes.

–  Espero mamita que se le caiga el pito a tu amorcito y no demores en sacarme de esta pocilga de mierda.

El eco de la puerta abriéndose me hace simular estar dormida. La luz de la linterna de pez globo se penetra en mi rostro logrando que apreté mis ojos para no despertarme.

– Señorita pesadilla esta en cama – Comunica por una radio que tienen – Hora de descansar.

Me gane el nombre de señorita pesadilla por mi buen comportamiento (sarcasmo) en los primeros días al incendiar el atuendo de una de las monjitas, asustar a Sor Josefina haciéndome pasar por un fantasma en la noche, al comerme la frutas del desayuno, hacer guerra de comidas, cosas nada graves y muy divertidas, pero aquí son muy aburridos, bromitas que me constaron un mes encerrada en una habitación oscura a punta de pan y agua, otro mes lavando los baños, nada agradables, dos meses sin visitas, restricción de hombres, exactamente ni una mosca puede verme. Algo que hace feliz a mi madre que ni una llamada me hace para saber si estoy viva o muerta. Según las queridas monjitas es para que aprenda la lección.

Me he portado bien los últimos meses para que me permitan la visita de mi abuela, Anabel Miranda, no piensen que es la de la película, ella es buena gente como su nieta. Es viernes hora de visitas, no me animo para nada, sé que nadie vendrá. Sigo en mis quehaceres de arreglar el chiquero (desorden)  de mi habitación, cosa que no hago, solo observo a mi cosita bella, mi dios griego, mi Henri Cavill en cueros. Si lo viera Sor Josefina le da un infarto de la impresión.

Comparto ese secreto con mi armario que lo cubre de las malas miradas, lo tengo todo babeado de los besotes que le he dado, cosa que hago en estos momentos.

– Maciel, ¿Niña estas aquí? – Pregunta Sor Josefina tratando de abrir mi puerta – Abre niña.

– Disculpe, Sor Josefina, estaba en el baño – contesto con una sonrisa falsa. Si supiera que imaginaba ese hombre majestuoso cubriéndome de besos por todos lados – ¿Se le ofrece algo? Estoy arreglando mi cuarto.

– Alístate, Maciel, tienes permiso de salir una hora con tu abuela, Anabel.

– ¿Mi abuela está aquí? – Pregunte sorprendida. La única que se apiado de mi pesadilla. Juro que amo esa viejita hermosa, aunque ella se crea una jovencita.

– Entre más demores, tu hora se acorta, señorita pesadilla.

– Debería estar feliz por librarse una hora de esta Lucifer – Me carcajeo al ver que se echa la cruz al escuchar mis palabras. – Deje el drama, Sor Josefina.

– Niña del demo….

– Termínelo… Niña del demonio, adiós,  Josefita.

En menos de cinco minutos estoy en la oficina de Sor Josefa brincado en una sola pata al ver a Anabel. Odia que le diga abuela, la hace sentir vieja. Sonríe al verme abrazada a su cuerpo embriagándome con el dulce de su perfume que me hace toser, me retiro de sus brazos, Sor Josefa le da algunas recomendaciones y la hora de regreso a mi cárcel. Se queja por el poco tiempo que nos permiten estar juntas, todo gracias a mi madre, pero accede. Una hora es preferible a nada.

Anabel sabe cómo complacerme, me ha llevado a la playa a broncearme por unos cuantos minutos, deleito mis bellos ojos con esas maravillas que pasan por mi lado, nada comparados con mi amor platónico, Henri Cavill. De la playa nos fuimos de compras, compramos un helado y luego de regreso al convento.

–  Gracias, Anabel, por apiadarte de tu pobre nieta abandonada. – dije haciendo carita de cachorrito abandonado.

– Deja el drama, Maciel Miranda, si no te conociera creería tus patrañas. Si te sigues comportando bien… puedo sacarte a menudo. El próximo mes cumple años el hijo de un socio y quiero que lo conozcas. Tiene un año mayor que tú, es un joven guapo y soltero, mi muñequita.

– ¿Acaso me lo están vendiendo… abuela?

– La niña quiere una visita el próximo año.

– Lo siento, Anabel.

– Esta mejor, entonces quieres conocer a Damir Yankow, el hijo de mi socio y futuro novio de mi adora y amada nieta.

Ruego los ojos creyendo no ver escuchado tal cosa.       

– ¿Le gustare? Parezco un espanto en este lugar. Habla con mamá tal vez se apiade de mí y me saque de esta pocilga donde me han obligado a estar contra mi voluntad. Me obligan a lavar baños, hacer de comer, rezar como loros y dormir como gallinas – bufe con mucho drama.

Anabel moría de risa por mi desgracia sobajeando mi cabello liso. Hice unos cuantos pucheros por su burla prometiendo que hablara con mamá para que me saque de este lugar y así culminar mi último año en la escuela. Aun me quedan dos años para cumplir la mayoría de mi edad y poder tener control sobre mi vida, y puedo ser libre del yugo de María Alejandra Miranda, mi madre.

Entro a mi pesadilla dejando un beso en las mejillas de mi abuela. Estoy feliz por haber salido, pero mi dicha se va al carajo al ver a pez globo, ósea, Sor Josefina, que vigila de cerca mis pasos. Es como un grano en mi trasero. No deja de vigilarme ni un minuto.

Subo a mi habitación algo feliz, me hacía falta un respiro fuera de este lugar. Doy un brinco de la impresión al ver salir a Romina de mi armario con la foto de mi papa chongo bello de Cavill.

– Tu secreto está a salvo conmigo. Es guapo el condenado. Mañana después de la ronda como a las diez de la noche saldré… si estas lista… iras conmigo; de lo contrario, te perderás la diversión.

– Interesante. Estaré lista… ¿Aunque nos pueden descubrir? Mi abuela me mata si se entera de esto y que he metido la pata de nuevo. Quiere ser de casamentera.

– ¿Está lindo el chico?

– No lo he visto, lo conoceré en un mes, Romí.

Me senté a su lado quitando mis zapatos que están algo cubiertos de arena. Contemplando al monumento de hombre que me gasto y me acompaña en las noches y en mis sueños.

– Ok. ¿Qué tal tu salida? – Pregunto con una sonrisa – Sor Josefina no dejaba de contar los minutos para verte, te ama. – Comenta con cierto sarcasmo, reímos a carcajadas por pez globo – Creo que está enamorada de ti.

– ¿Te imaginas una monja lesbiana? – Solté con risa. – Eso sería un chiste, una burla para la iglesia; aunque casos se han visto.

– ¿Tienes algo en contra de la homosexualidad?

– No. No tengo nada en contra, respeto los gustos de cada quien y no juzgo su condición u orientación sexual, no soy quien para hacerlo… ¿Acaso tu eres lesbiana?

– Si – Dijo bajando su rostro esquivando su mirada de la mía – No es algo que me guste contarlo, la gente es alérgica a los raros como yo, pero tú… pareces diferente, me das confianza de ser abierta y decir las cosas.

– Somos amigas, no.

Ese día hablamos por horas, en especial, la mentira en la que vivimos. Las mojas les brindan un cuento de hadas a los padres que nos tratan bien, que hacen de sus pequeños retoños almas puras, obedientes y fieles. Pura basura. Nos tratan como quieren, nos obligan hacer cosas que no queremos  como rezar como loras mojadas a estatuas, cosa que no le gusta a Dios, que veneren estatuas o imágenes.

En ese par de horas planeamos la huida del sábado por la noche, me conto sobre su novia. Otro motivo por el cual su madre la ingreso en este lugar. Su madre perfecta no puede lidiar con eso, según ella, es una aberración que deben curar.

– Esta loca tu madre. Así no se le puede llamar a una mujer de esa clase – dije con enojo – no merece decirle así.

– No la considero una madre, la veo como un protocolo. Espero que estos cuatro años en este manicomio se pasen rápido para irme muy lejos, ya sea con mi novia o sin ella.

– ¿A dónde irías? – Pregunte un poco alarmada por lo que ha comentado – No tienes trabajo, dinero, ni una casa donde quedarte. Haz pensado en eso, Romí.

– Mi padre me ha dejado una pequeña fortuna que puedo cobrar al cumplir mi mayoría de edad y sobrevivir con ello. He pensado en montar un local de postres, sabes que no se me da mal la pastelería.

– Tienes razón, amiga, tus postres son exquisitos. Yo sería tu clienta número uno.

Las horas se pasaron como el viento, rápido. Nos despedimos, ella volviendo a su habitación a mandarle mensajes a su novia hasta media noche; mientras yo, pensaba en la escapada del día de mañana. No puedo evitar no sentir pánico que nos puedan descubrir y meter en problemas a Romina, el castigo para ella es más severo, Sor Josefina la odia.

Dejo de lado todos mis pensamientos y me concentro en conciliar el sueño, uno que está muy rebelde, por más que apretó mis ojos, no logro quedarme dormida. Dejo mi cabeza en blanco libre de mis reflexiones para así lograrlo, perdiendo en el intento. Es en vano. No hay nada que me haga dormir.

Observo por la ventana la noche opaca, todo está oscuro, pocas estrellas acompañan el cielo en tinieblas. Logro visualizar una sombra que se cuela por las penumbras, me quedo observando atenta la imagen que es un poco clara para mi visión, es la silueta de un hombre, aunque no logro ver su rostro. Sigo observando perdiendo contacto de ese hombre, me tenso un poco, tengo algo de miedo, estoy por cerrar mi cortina cuando lo visualizo en frente mío.

– Buuuu

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo