¿Quién te crees que eres?

Todos se habían instalados en sus aposentos y disfrutaron de un tour por todo el lugar. Laura estaba impresionada con aquella villa, sentía un cosquilleo cuando pensaba en su habitación. ¡Era hermosa! Amplia, con su propio baño, con un vestidor, un cine y un pequeño estudio. Simplemente perfecta y elegante, con un toque campestre. Estaba totalmente encantada con aquel paraíso. Siempre le gustaron las casas de campo, esos lugares que te contactan con la naturaleza y el aire fresco, lejos del bullicio y contaminación de la ciudad. Tenía una pequeña cámara con la cual eternizaba fragmentos de la villa. Durante todo el recorrido sintió como dos ojos la seguían. Trató de ignorar aquello, pero cuando todos estaban en el comedor, pudo encontrar esos ojos que se aferraban a ella. Sintió que moriría de un infarto cuando se encontró directamente con los ojos verdes de Kevin Mars. ¿Qué era lo que tenía ese chico que la ponía tan nerviosa? ¿Y qué era lo que ella tenía encima que llamaba tanto su atención? La incomodidad la invadió y hasta hizo el intento de encontrar algo anormal en ella, algo por lo que tuviera que estar avergonzada.

—Por lo menos disimula —Pablo le murmuró a Kevin al oído mientras almorzaban en el enorme comedor—. Parece que te la vayas a comer con la mirada.

—¿De qué hablas? —masculló haciéndose el inocente.

—Sabes muy bien de qué hablo —contestó con una risita picarona—. No le has quitado los ojos de encima a Laura. Hasta puedo ver como se te cae la baba.

—No exageres. Solo… me llama la atención, ella es… diferente. 

—Claro, debe ser especial. Nunca te he visto babear por alguien así antes —rio con malicia.

—Deja de decir tonterías —susurró molesto.

—De todas formas, disimula. Ella creerá que eres un pervertido.

—Ya, para. ¿Vale? —sonaba más molesto aún. Pablo no pudo contener la risa y llamó la atención de todos.

—¿Qué es tan gracioso, chicos? —preguntó el señor Mars frunciendo el ceño. Kevin miró de reojo a Pablo. Este aclaró su garganta.

—Lo siento, tío. Solo le contaba un chiste a Kevin que vi en la web —mintió.

Horas después, los jóvenes decidieron bañarse en la piscina. Los adultos se quedaron organizando los preparativos para su nuevo proyecto. Las hermanas estaban recostadas en los chaise lounges que rodeaban la enorme piscina. Parecía que quisieran llamar la atención de los chicos con sus diminutos bikinis.

—¡Chicas! ¿No van a entrar al agua? —les abordó Pablo mientras se recostaba por delante del muro de la piscina.

—No, solo tomaremos el sol —respondió Claudia.

—¡Qué desperdicio! El agua está riquísima. —Sonrió mirando a Jimena.

—¿Y este qué? —ella murmuró a sus hermanas, percatándose de su mirada coqueta. En ese momento, alguien se unió a la piscina.

—Mira a tu damisela —le cuchicheó Pablo a Kevin con una risita malvada. Laura hizo presencia examinando la piscina. Kevin la miró de arriba abajo. «¡Pero qué chica más rara!»,  pensó. Laura no llevaba bikinis o traje de baño. Tenía unos jeans cortos pegados con una blusa sin mangas que le esculpía su figura, resaltando sus encantos, pero sin mostrar piel. También portaba una coleta alta; su cabello era tan largo que le llegaba a la parte baja de la espalda cuando estaba suelto. Inmediatamente, Kevin salió de la piscina y se le acercó.

—¡Vaya, vaya! Mientras unas que no tienen mucho que mostrar quieren mostrar hasta el alma; otras que tienen mucho que mostrar no muestran nada. — Laura se encogió de hombros y bajó la mirada—. Oye, eso fue un cumplido —Kevin aclaró. Laura lo miró con recelo, desde el incidente de hace nueve años no le tiene confianza y prefiere la distancia con ese chico atrevido y raro.

—¿Por qué tanto interés en si yo muestro o no? —preguntó mirándolo directo a los ojos con aire desafiante. El impacto fue fuerte para él.

—Yo… —balbuceó sin poder encontrar palabras para expresar cualquier respuesta.

—¿Interrumpo algo? —Frank se acercó a ellos y paró al lado de Laura, quedando frente a Kevin. «¿Y este qué?», Kevin pensó sorprendido por su interrupción.

—No, no interrumpes —Laura por fin contestó después de un largo silencio.

—Laura, vamos al agua —Frank le ofreció tomándola por el brazo. Kevin lo recorrió con la mirada.

—Yo la invité primero —fue lo único que le salió y la tomó del otro brazo.

—Oigan, yo sé bañarme en una piscina sola —replicó liberándose de sus agarres. Media hora después, Laura y los tres chicos se divertían en la piscina como niños pequeños. Se deslizaban por el tobogán, jugaban con pelotas y hasta lucharon.

—¡Qué divertido! —gritó Cecilia con emoción.

—Ni se les ocurra —advirtió Claudia—. Nuestra regla es tomar el sol y lucir bonitas.

—Esa regla tonta te la inventaste tú solita. ¿Por qué siempre tenemos hacer lo que tú dices? —protestó Jimena.

—Porque yo soy la mayor. Yo soy la que más estilo y experiencia tengo; si no quieren ser una perdedora como Laura, tienen que hacer lo que les digo.

—La perdedora de Laura se está divirtiendo junto a Kevin, mientras que nosotras nos estamos tostando en este sol como si fuéramos pan —refutó Jimena y, al instante, se metió a la piscina con los demás.

—¡Oye! ¡Jimena, regresa! —gritó Claudia.

—No va a regresar —contestó Cecilia—. Sabes lo terca que es.

Claudia refunfuñó:

—Entonces, somos tú y yo, Cecili… —Miró por todos lados, cuando se percató de que estaba sola—. ¡Cecilia! —gritó. Pero ella ya estaba en el agua con los demás—. Vale… Entonces estaré aquí… sola…

Miró de reojo la tentadora piscina. Pudo apreciar como Kevin buscaba la forma de acercarse a Laura y, claro, ella lo interpretó de forma opuesta. «Esa tonta de Laura… ¿Quién se cree que es?», pensó. Después de unos minutos, decidió entrar al agua con los demás. Bajo ninguna circunstancia le dejaría el camino libre a Laura.

—Hola, chicos. ¿Por qué no jugamos en parejas? —propuso—. Los chicos nos cargan sobre sus hombros y nosotras tratamos de derribarnos; la pareja que no sea tumbada gana.

—Eso suena divertido —dijo Kevin—. Solo que somos tres chicos y ustedes son cuatro.

—Cierto. Ummm… Bueno, en ese caso, Laura queda fuera de este juego —dijo pretendiendo inocencia—. De todas formas, con su peso nadie podría cargarla.

—Yo puedo hacerlo —contestó Kevin con los ojos brillantes—. No entiendo por qué dices que nadie podrá cargarla. ¿A qué te refieres? —preguntó mirándola de una forma fulminante.

—Ah… No quise… decir… nada fuera de lugar —respondió tartamudeando.

—Está decidido, yo cargo a Laura —insistió Kevin.

—Claro que no —replicó Frank poniéndose en frente de Kevin—. Yo seré la pareja de Laura.

—¿Quién te crees que eres? —preguntó Kevin recorriéndolo con la mirada—. ¿Por qué siempre te entrometes?

—Frank es el novio de Laura —contestó Claudia con malicia.

—¿Novio? —sus ojos verdes ardían. Sintió como si un chorro de agua fría le cayera de repente.

—Deja de decir tonterías, Claudia —reprochó Laura—. Frank no es mi novio. —Los ojos de Kevin brillaron.

—Oigan, chicos, estamos aquí para divertirnos —intervino Pablo—. ¿Por qué no salimos todos juntos?

—Yo no puedo —contestó Laura.

—¿Y eso por qué? —Claudia atacó—. No nos harás falta de todos modos.

—Si Laura no va, yo no voy —Kevin amenazó, le irritaba que Claudia no perdiera oportunidad de humillarla.

—Kevin… ella no quiere ir. ¿En qué te afecta eso? —Claudia intervino tratando de disimular su enojo. Kevin pudo notar una risita burlona en el rostro de Pablo.

—Es que tu prima es una aguafiestas —le contestó y miró a Laura con reproche—. Que quede en tu conciencia, ojos melosos. —Una sonrisita picarona se le escapó. ¿Ojos melosos? ¿Acaso estaba coqueteando con ella? El rostro de Laura se puso rojo del coraje. 

—¿Ojos melosos, dices? —reprochó molesta—. ¿Que no sabes que mi nombre es Laura?

—Lo sé —contestó satisfecho de haberla molestado—. Pero el color de tus ojos es tan parecido a la miel que prefiero llamarte así. —Eso fue como un detonante. Realmente, no soportaba a ese chico. ¿Quién se creía que era?

—Tú… —lo señaló botando chispas.

—¿Sí, ojos melosos? —contestó en forma provocadora. La rabia salía de su rostro, no soportaba tanto coraje.

—¡Eres un idiota, Kevin Mars! —explotó. Él solo la vio irse refunfuñando. Y una sonrisita pícara se dibujó en sus labios.

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