Capítulo 3

El lunes mientras espero a mi amiga Panza y a Kathy, llama mi atención  el anuncio que hace de Sammy,  sobre la visita no programada de Arturo, algo que no me molesta en lo absoluto, lo hago pasar y me da un apretón de mano, y un abrazo.

—¿Qué hay, príncipe azul? No sé, cómo que te veo con un pequeño brillo en tus lindos ojos, bebé. —Me río ante su desfachatez.

—Deja de enamórame, Arturo, luego no vas a querer ser mi sumiso —nos carcajeamos

—Pongámonos serios príncipe, toma esto —me extiende un carpeta, toma asiento en tanto la abro y de inmediato nota mi sorpresa—, así es, Caín Montenegro, heredero del mejor buffet de abogados, tiene cedes en varios países, son los mejores, nuestra mejor competencia por cierto, los más reconocidos, al morir su padre el año pasado, tomó las riendas además de ser un hombre que no se anda por las ramas, es autoritario, controlador, no le gusta perder ningún caso y solo lleva los mejores casos en cada juicio y sí, es el prometido de Katherine Andrea Becker, desde hace seis meses.

Entonces es el tipo que vi fuera de su apartamento, niego sintiendo nauseas pensar en que un tipo tan desagradable como ese puede estar con alguien tan maravillosa como ella

—No puede ser, este hombre no puede ser su prometido. ¿Sabes con cuantas mujeres se le ha visto? —Arturo asiente—, es un hombre violento se le ha reconocido como tal, pero gracias a sus influencias, se sale con la suya el muy maldito.

—Sin mencionar que es un patán de lo peor, lo que sí me parece extraño es que ellos no viven juntos, no se les ve juntos y el investigador notó esto —me da otra carpeta donde están unas fotos, las veo—, las pocas veces que se encuentran ha sido él quien llega dónde ella se encuentra, y nunca están de buenas al menos no ella. Y esto solo fue el fin de semana pasado.

Observo las fotografías de Kathy, se ve molesta en todas ellas, cruzada de brazos, o  zafándose de su agarre.

—Algo similar sucedió la noche que la dejé en su apartamento, él la estaba esperando y Kathy perdió los estribos.

Me quedo pensativo, y Arturo se despide prometiendo llegar al fondo de todo esto. Unos minutos después la puerta se abre y veo a Fabrizio llegar sobándose el cuello.

—Llevo una semana durmiendo en el sillón, el desayuno ya no funciona y quitarle los antojos raros tampoco, habla con ella o lo haré yo. —sentencia ofuscado haciendo una mueca de dolor.

—No traicionarías a tu amorcito, ¿o sí? —Le hago un puchero acariciando su mentón, pero está demasiado serio y adolorido como para seguirme el juego—, bien, hablaré con ella. Si me mata, tú serás el culpable.

Fabrizio sale molesto de mi oficina y yo me quedo consternado con la información que me ha traído Arturo, conozco la reputación de Caín, es un maldito a más no poder, también sé que le gusta estar encima de todos y que se tiene que cumplir su puta voluntad. ¿Por qué Kathy estaría con un tipo como él? Es evidente que no lo ama, no, no lo ama.

Con el mentón apoyado en mis manos entrelazadas, pienso, ¿a quién engaño? Estoy en el limbo, ni siquiera me doy cuenta cuando Diana entra, con Kathy a su lado.

—Creo que le dio la blanca. —dice Diana, viéndome a los ojos y me percato de la sonrisita que sale de los lindos y jugosos labios de Kathy, parpadeo varias veces y me encuentro con los ojos marrones de Diana, que casi  pega su nariz con la mía. Retrocedo con rapidez.

—Panza —grito emocionado.

—¡No me grites! —me grita de vuelta agarrándose su panza de prontos cinco meses—,  ¿qué tanto piensas? —miro a su asistente, quien me ve con picardía.

—Nada —vuelvo mi vista a ella—, no las escuché entrar.

—Que nos vas a escuchar, si estas en no sé cuál otro sitio, Valentino —se sientan tomando sus agendas—,  empecemos a trabajar o me dará hambre de nuevo, esta criatura es muy golosa.

—Igual a su madre.

—¡Cállate! —se sonroja y me burlo de ella.

—¿Ya te hiciste el ultrasonido?

—Sí, y no se dejó ver cuando tenía tres meses estoy esperando los cinco, a ver si ese día esta de humor y nos deja ver si será niño o niña.

—O un extraterrestre —me hace mala cara al escuchar mi comentario—, puede ser, lo cierto es que ya falta poco.

—Bueno, cumplo los cinco la próxima semana así que sí, faltará muy poco y ahora a trabajar.

Y eso hacemos, trabajamos a más no poder y así se nos va el día, almorzamos en mi oficina y gracias a Dios, a Diana, no se le ocurrió preguntar ¿Quién es Kathy?

 Me despido de Diana y le suplico que le quite el castigo a Fabrizio,  le prometo hablar con ella cuando esté listo. Antes de cruzar el lumbral de la puerta se vuelve hacia mí.

—Te dejo a Andrea, trabajará con la asistente de marketing supervisará el nuevo anuncio. Virginia, no está, recuerda que estará fuera de la ciudad todo este mes, así que Andrea, trabajará con su asistente. —Diana se despide de nosotros

—Oye, Kat —vuelve su mirada ante mi llamado—, ¿quieres tomar un café conmigo? —su respuesta es un asentimiento acompañado de una sonrisa.

Salimos del edificio para cruzar la calle, casi en frente está una cafetería, es una sucursal de una de las mejores, el dueño es un hombre bastante joven llamado Dante, que vive en un pequeño lugar de nombre Homeless, quien fundó en ese sitio la famosa “Il gusto degli dei”

Tomamos la mesa que esta frente a la ventana, la mesera llega para tomar nuestra orden, pedimos un par de cafés con el famoso combo de Halloween.

Muchos recuerdos vienen a mí y el dejavú de cuando nos fascinaba ir a cualquier cafetería a tomarnos un café, o algo tan siempre como que ella me hiciera romper mi tan rigurosa dieta para que comiera una hamburguesa.

La mesera llega sacándome de mi  recuerdo y pone nuestra orden en la mesa y se retira con una sonrisa llena de amabilidad

Kathy, mira por la ventana y me percato unas sombras un poco oscuras en su cuello, su camisa cuello alto se ha desabotonado, y se da cuenta dónde está puesta mí mirada y con rapidez lo abotona.

—¿Vas a decirme que está pasando? —pregunto un poco más que molesto con esta extraña situación. Ella solo niega, en señal de que nada me dirá.

—Valentino, no te metas en este asunto. —es su respuesta bajando la mirada.

—¿Por qué no hacerlo? ¿Crees que no me doy cuenta de que llegas con el labio partido y ahora con moretones en el cuello? ¿Qué quieres que haga? —interrogo casi gruñendo de contención por no lograr comprender qué es lo que pasa.

—¡Que me dejes! —espeta, molesta—, ¡así como lo hiciste hace cinco años!

Mi semblante cambia, comprendiendo con su reclamo que aún no me perdona.

—No soy el de hace cinco años, Katherine.

—Y yo tampoco. —se levanta molesta y sale de la cafetería.

Pago el café que pedimos, y el famoso combo y la sigo, camina a paso rápido y llega primero al ascensor, justo estoy por entrar las puertas se cierran. Corro hacia las escaleras, pero cuando llego casi al punto del vomito por el esfuerzo de subir hasta el último maldito piso, ella ya está en la oficina con la asistente de Virginia.

¡Solo a mí se me ocurre ocupar una oficina en el último puto piso!

Entro a mi despacho y cierro de un portazo, detrás llega Fabrizio, y mira en tanto me quito el saco sudoroso, lo lanzo al sillón y maldigo.

—A alguien le bajó la regla hoy. —comenta risueño, y me entran unas ganas de partirle la cara.

—No estoy para chistes, ¿entiendes? —lo señalo queriendo tener su cabeza entre mis manos y hacerla añicos.

—Entiendo, amorcito —dice levantando sus manos en rendición—, dime, ¿qué te tiene tan cabreado?

—Quién, irás.

—Es fácil adivinar, Katherine, tín, tín, tín tenemos un ganador, amigos. —acierta burlón el desgraciado y le doy una mirada iracunda.

—¡Y su maldito prometido! —le grito sacando un poco la furia que llevo encima. Le cuento todo sé y lo que ha averiguado Arturo.

—Caín Montenegro, ese imbécil les ha hecho la vida a cuadros al bufete de Arturo, ¿recuerdas el caso del violador del puente?

Asiento, fue uno de los más sonados hace un par de años, es más, recuerdo prohibirle a Diana y Virginia, correr solas por esa zona.

—A una de las víctimas que salió viva de milagro la defendió Arturo, y al violador lo defendió Caín, ese maldito hijo de perra casi se sale con la suya, el juicio duró meses donde estuvo reñido, gracias a Dios que ese engendro se está pudriendo en la cárcel ahora mismo.

—Sí, demencia, eso quiso hacerles creer al jurado, demencia es la que tiene él, si cree que le dejaré tener a Katherine, a mi Katherine. —dictamino dándole un puñetazo decisivo al escritorio.

—¿Por qué ella estaría con un hombre como él? —pregunta tan incrédulo como yo.

—Es lo que me sigo preguntando desde que supe que él era su prometido. —esa palabra me sabe amarga.

—Ella no te dice nada, supongo.

—Supones bien, y no sé cómo sacarle la verdad, es muy terca igual que Diana.

—Sí, recuerdo que Alessandro le sacaba información a Virginia, y él me la entregaba a mí, sino se me hubiera hecho difícil porque ella no me decía nada.

—¿Qué dijiste? —algo en sus palabras me hizo clic en el cerebro.

—Que Alessandro…

—¡Eso es!, ¡eso es! —aplaudo triunfante a la idea tan genial que ha llegado a mí.

—No enviarás a Alessandro ¿cierto? Porque Virginia, lo mata y no quiero quedarme sin hermano. —suelta su diatriba con los ojos como platos.

—¡No! Claro que no. Ella tiene una amiga, que ahora es “amiga”—hago la mímica delas comillas con mis dedos— de Arturo. ¿Entiendes?

—Entiendo… ¡Vaya! Valdrán la pena esas cogidas de Arturo, nos traerá buen chisme.

Le doy una mala mirada y me dispongo a hacer lo planeado con mi amigo el abogado, por lo que sin perder tiempo lo llamo.

Entiendo, espero poder ayudarte con eso —me dice detrás de la línea una vez le explico lo que necesito de él.

—Gracias, hermano. —cuelgo emocionado con este nuevo plan.

—Ahora estarás más tranquilo. —comenta mi amigo mientras revisa unos documentos.

—No, no hasta que sepa cada detalle.

—Te estas obsesionando con este asunto, debes tranquilizarte.

—Me lo dice el que buscó a una desconocida, por casi dos años. —Así, le doy justo en los ovarios que no tiene.

Touché, sigamos trabajando.

—¿Cómo vas con los antojos de tu rara esposa? —pregunto a Fabrizio cuando vamos saliendo de la oficina , hacia el ascensor dando por  terminada nuestra jornada laboral.

—El fin de semana se le antojó comer sardinas con malteada de chocolate. —hacemos una mueca de asco y nos estremecemos de manera visible.

—He pensado que es un extraterrestre lo que habita en ella, y cuando salga se los comerá a los dos. —le explico mi teoría, y me burlo por lo que me gano un golpe en el hombro.

—Al menos solo ha sido eso, no sé por qué le han durado tanto esos antojos.

—No deberías de darle gusto, y así seguro se le pasa. —sugiero con convicción.

—Quieres que la haga llorar, y luego el General me manda a fusilar. Además, lo hago porque la amo.

—Sí, claro —me burlo.

—Y por qué mi vida está en riesgo, pero también porque la amo. —asegura.

Nos despedimos y me subo a mi auto, me quedo viendo el parabrisas como si fuera la cosa más importante en este instante. Tomo mi celular y me debato si llamarla o no, hoy se alejó de mi muy molesta, así que decido marcarle.

—¿Hola?

—Hola, Kat.

Escucho que bufa.

Señor, Fontaine.

—No cuelgues —suplico desesperado—, llamo para disculparme, en serio no ha sido mi intención presionarte de esta manera, solo que…

—¿Qué? ¿Te preocupo? —la ironía en su voz es evidente.

—Me importas, y por eso me preocupo por ti. Confía en mi Kathy, sea lo que sea puedo ayudarte, o al menos intentarlo, juntos.

Juntos, confiar…siempre confié en ti y mira lo que sucedió. —una sonrisa amarga veo formarse en sus labios.

—No me has dado tiempo de explicártelo, no me has dejado. Solo pido que me escuches, eso es todo.

Están tocando a la puerta, dame un segundo —escucho sus pasos a través del auricular—. ¿Qué haces aquí? —pregunta molesta a quien llama a la puerta.

Vine a verte, cariño, ¿acaso tu prometido no puede visitarte? —una voz masculina se escucha tras la línea.

—¡Lárgate! —grita.

—Kathy, Katherine, ¿me escuchas?—grito al auricular sin obtener respuestas.

Lárgate de aquí Caín, no estoy de humor para verte ahora.

Nunca estás de humor, nena.

—¡Largo dije! —escucho algo romperse ¡maldición! Pongo el altavoz, y conduzco sin ninguna precaución hacia su edificio. En este momento no estoy pensando, solo sintiendo.

Aun escucho los gritos de Katherine y cosas rompiéndose, y luego… silencio, aprieto con fuerza el volante, me siento impotente.

—¡Maldita sea! Katherine. —mi grito resuena en todo el auto.

Diez largos minutos tardo llegar al lugar, me bajo y corro hacia el edificio, me percato de que no hay nadie en la recepción y la verdad no sé si agradecer por eso, recuerdo el número de su apartamento, me lo dijo el día que bailé y conversé un poco con ella. Salgo del ascensor y encuentro la puerta abierta.

Hay un regadero de cosas rotas por doquier, entro sin permiso, y la busco, es un apartamento amplio, veo la cocina, abro dos puertas de dos habitaciones y no hay nadie, hasta que encuentro una cerrada con seguro.

—¡Kat! Kat, soy Valentino, ¿estás ahí? —toco la puerta desesperado.

—¿Valentino? —su voz apenas es un susurro, escucho sus pasos apresurados acercarse, al abrir la puerta, siento que estoy en una puta pesadilla, apenas me mira, se desvanece entre mis brazos en un llanto incontrolable—, estas aquí —dice sollozando—, esta vez estas aquí. —la cargo hasta llegar a la cama y me siento con ella en mi regazo.

Kathy, siempre ha sido una mujer fuerte, era raro verla llorar, no le gusta verse frágil, es de esas mujeres que no dependen de ningún hombre, de las que no se creen princesas esperando al puto príncipe azul para ser rescatadas, ella sola se pone la armadura, vence al dragón y baja de la puta torre sola sin ayuda de ningún cabrón, pero esta vez es diferente, algo la tiene quebrada y sospecho que tampoco va a decírmelo. Es más terca que una mula.

Una hora después está repuesta, sus ojos rojos e hinchados de tanto llorar me miran con algo de vergüenza. Acaricio su rostro y quito los cabellos pegados a su mejilla húmeda, y me pierdo en ese bello verde jade que son sus hermosos ojos.

—¿Ahora me dirás que sucedió? —niega con la cabeza y desvía la mirada—, bien —no pienso presionarla—, tú no me dirás nada eso, ya quedo claro, sin embargo, Caín Montenegro si hablará, —sus ojos me regresan la atención y se orbitan—, o le saco la información a golpes.

—No te atreverías. —asegura tragando grueso, le causa temor pensar en eso.

— ¿No? ¿Quieres comprobarlo? —la reto.

—Valentino, te lo prohíbo —se levanta de mi regazo dejando al descubierto su sostén, su camisa está destrozada, se sonroja al ver donde tengo puesta mi mirada, y se cubre de inmediato—, no harás tal cosa, solo deja esto así, yo lo voy a resolver.

—¿Qué resolverás Kathy? ¿Tu compromiso con ese hijo de puta?

Su respiración se acelera, veo como su pecho sube y baja y empieza a dar vueltas alborotando su cabello en frustración. Me siento impotente, quiero tomar todo lo que sea que la esté atormentando y eliminarlo para que así ella pueda estar tranquila.

—No quiero que te metas en esto Valentino, por favor.

—Eso es algo imposible y lo sabes, no cuando después de tanto tiempo te tengo cerca. No después de tanto tiempo, no voy a dejar que un aboga ducho de pacotilla siga lastimándote.

—¡Valentino!

—Sabes bien que siempre te he amado, y no me saques en cara lo que pasó hace un tiempo porque bien sabemos que no me diste tiempo de aclararlo, ni yo mismo supe cómo pasó todo eso. Te guste o no, voy a estar cerca de ti y pienso protegerte de cualquier persona o cosa.

—No puedes con esto, ¿no puedes dejar de ser tan cabeza hueca, Valentino? —explota ofuscada.

—Mira quién habla, te advierto Katherine, vuelvo a ver a Caín cerca de ti y no voy a controlarme, mira cómo te ha dejado y sigues usando ese maldito anillo que por cierto es demasiado corriente para ti. —hago una mueca de desagrado y ella sonríe.

—Es demasiado escandaloso. —mira el anillo con algo de asco.

—¿Por qué, Kathy? —Me acerco a ella y acaricio su mejilla— ¿Por qué? solo aléjate de él. —vuelve a negar y yo acaricio sus brazos.

—Es complicado, debes irte —pide después de sacar un suspiro cansado—, gracias por ayudarme hoy, y no dejarme sola.

—Katherine, podemos resolverlo juntos. —intento convencerla de nuevo, pero vuelve a negar. Siento mi sangre hervir, al ver como ese maldito animal hace lo que se le da la gana y ella no lo deja. Tengo fuertes ganas de tenerlo en frente para informarle a golpes que ella no está sola.

Me voy de su departamento como toro embravecido y con muchas preguntas que solo el mismo Caín, puede responderlas, así que tendré que hacerle una visita a Montenegro y cobrarle todo lo malo que le ha hecho a mi Kathy.

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