Capítulo 03| "Mason, mi nombre es Mason"

Salí del baño de mi casa cargando el botiquín. Mi padre estaba tratando de limpiar las fuertes heridas que Allan llevaba en su rostro; quien no dejaba de gritar ante el contacto del alcohol en su piel. Mi corazón se contrajo al verlo así, y cerré los ojos con fuerza al recordar el desenlace. El rubio solo se había detenido cuando fui capaz de salir de los brazos de Trevor para ir en rescate de mi hermano.

"Lo siento, no suelo comportarme de esta manera" me dijo antes de marcharse del lugar.

—Aquí está —me dirigí a mi padre, pasándole el botiquín.

—¿Qué fue lo que sucedió? —preguntó.

—Un idiota estaba tratando de coquetear con Tessa —contestó Alex, sentándose en la alfombra frente a papá.

—¿Qué demonios, chicos? ¡Tessa ya es mayor de edad! Tienen que dejar esa obsesión de estar espantando a cualquier muchacho que quiera hablarle —gruñó, pasando nuevamente un algodón por el labio de Allan.

—¡Papá, eso duele! —se quejó, haciendo una mueca de dolor.

—Tal vez así aprendas a comportarte y no tengan que sacarme del hospital por una idiotez como esta —arguyó en tono molesto.

—Lo siento padre —contestó, dirigiendo su mirada hacia mí—. Pero no dejaré que nadie trate de sobrepasarse con Tessa.

—Eres un idiota, Allan —dije cruzando los brazos a la altura de mi pecho—. ¿No crees que ya tengo edad para cuidarme a mí misma?

—No quiero verte hablando con ese rubio otra vez —advirtió.

Narra Mason

¿Has cometido otra estupidez? —preguntó mi hermano Anthony en cuanto atendió el teléfono.

Golpee el volante con ambas manos y gruñí de frustración. Odiaba convertirme en esto, mi furia únicamente solía dejarla salir en los encargos que me hacía el jefe, no con un niño que me arrebató un libro.

No podía sacarme de la cabeza la mirada de desesperación que Tessa me había dedicado justo cuando sostuvo mi brazo para que dejara de golpear a su hermano. Sus enormes ojos grisáceos me suplicaban que por favor me detuviera, y ahora simplemente no podía sacarlos de mi cabeza.

¿Qué diablos había pasado conmigo? ¡No era ni un puto adolescente para haber actuado de esa manera!

—Golpee a un chico... por una completa idiotez —confesé presionando mi frente contra el volante.

¿Qué pasa, hermano? ¿Acaso el aniversario de...

—¡No! ¡Ni siquiera te atrevas a mencionarlo! —dije, apretando el volante con ambas manos,

¡Oh por favor! ¿Cuándo vas a aceptar que se ha ido?

—No voy a aceptarlo, porque aún está aquí.

Entiéndelo, no ha sido tu culpa. No hubieses podido hacer nada para evitarlo —dijo en voz baja—. Obedece, olvida ese maldito lugar y regresa a casa.

—No te llamé para que me dieras el sermón de hermano mayor. Saluda a mamá y a papá de mi parte —alargué antes de terminar la llamada.

Suspiré y sacudí la cabeza. ¿Volver a casa? Nunca podría hacer eso. Ya esa no era mi casa; había dejado de serla justamente hoy hace un año, en esa fatídica noche lluviosa.

Narra Tessa

Caminé al lado de Theo por los pasillos de la universidad. Ese primer curso lo compartía con él y Allan, pero gracias a sus fuertes golpes, el último se había quedado en casa guardando reposo.

Visualicé a Trevor recostado junto a la puerta. Levanté la mano y lo saludé, él enderezó su cuerpo y me dedicó una pequeña sonrisa. Curiosamente, Trevor y Pablo eran los únicos dos chicos que mis hermanos soportaban que me dirigieran la palabra, pues sabían con certeza que ninguno de los dos intentarían ligar conmigo. Pablo, por ser de menor edad que yo; y Trevor, porque había crecido al lado de nosotros, como un hermano más.

—No veo a Allan —comentó, viendo hacia el pasillo.

—Sí, graciosamente él también tenía problemas para ver esta mañana —dijo Theo alborotándose el cabello.

—Al parecer, Allan encontró papá —rio, empujando las puertas dobles del salón de clases.

—No es gracioso, Trevor —repliqué, poniendo los ojos en blanco.

Caminamos hacia la parte trasera, justo en esta lección era necesario esconderse en lo más profundo del salón de clases; la profesora estaba embarazada, y le hacía falta poco tiempo para estallar, por lo que, yo pensaba que era más fácil negociar con Adolf Hitler, que dirigirse a ella en este momento.

—¿Cuándo vas a vestirte como una chica? —puse los ojos en blanco mientras me sentaba.

Trevor no dejaba de insistir sobre el mismo tema cada vez que tenía la oportunidad... yo no le veía nada malo a mi vestimenta; cierto, mis pantalones muchas veces eran más holgados que los que utilizaban las chicas, no soportaba los vestidos y el 90% del tiempo caminaba con tenis, gracias a mis escasos tacones en mi armario, pero yo me sentía bien así, no sabía maquillarme, me daba igual si mi cabello estaba impecable o desordenado en un moño; así había crecido, rodeada de cuatro chicos, aprendiendo las "mañas" de esos cuatro chicos y aun así era feliz; sabía jugar futbol, aplastaba a mis hermanos en el billar, y muchas veces le ganaba a Theo en las luchas cuerpo a cuerpo, así se resumía mi vida, me veía en el espejo cada mañana y me sentía mujer, el hecho de que me gustaban las cosas de los chicos, no significaba que fuese uno de ellos.

—No fastidies —murmuré, sacándole la lengua.

Él me sonrió y estiró su mano para mover aún más mi desordenado cabello.

—Aún no puedo creer que me haya perdido de semejante espectáculo —manifestó Theo de pronto.

Intercambié una mirada con Trevor... ¡Ah! Volvía al tema inicial.

—Pero si tú estabas ahí —dijo Trevor acariciando su barbilla como un villano de caricatura—. Espera un momento... ¿Dónde estaba America en ese momento? —preguntó dirigiéndose hacia mí.

Ambos dirigimos nuestras miradas hacia Theo, quien mantenía su completa concentración en su computadora, haciendo como si no estuviéramos hablando de él.

—¿Theo? —presionó Trevor.

—Buenos días jóvenes —la voz de miss barriguita inundó la sala. Giré mi cuerpo hacia el frente, enderezándome para así prepararme para el humor de mierda de la mujer; pero nuevamente me encontraba viendo negro, al cruzar mi mirada con la del chico que la acompañaba.

Mierda.

—Hoy contamos con un nuevo compañero —habló la mujer, observando al rubio que no disimulaba ver en mi dirección.

Sacudí la cabeza, pensando en Allan... ¡Dios mío! ¡Allan estaba en este curso!

¿Pero qué? ¿Pero qué demonios hacía él aquí a todo esto?

—¿Qué tal si te presentas con el grupo, cariño? —Mrs Clark se dejó caer en su silla con un gesto cansado, dejando al sujeto solo, frente a todo el salón.

Por primera vez dirigió su mirada a todo el grupo y sonrió.

—Mi nombre es Mason Rojas.

—¿Marcos? —preguntó un chico al frente que tenía problemas auditivos.

—Mason —repitió—. Mi nombre es Mason.

—¿Qué te pasó en el rostro? —preguntó una chica.

—Digamos que... —comenzó, rascándose la cabeza—. No es bueno arrebatarme un libro cuando voy en lo más emocionante.

Idiota.

—¿Alguna otra pregunta? —cuestionó la profesora.

—¿Cuántos años tiene? —la insoportable y chillona voz de la pelirroja y capitana de las porristas, Stacey Fernández, se hizo oír por todo el salón.

—Veintidós —contestó, viendo en mi dirección otra vez.

—Ahora si no hay más preguntas, supongo que podemos comenzar. Busca un espacio, Mason —dijo la rubia, mientras sacaba su portátil.

Mason caminó entre los pupitres con la misma seguridad con la que se abalanzó sobre Allan la tarde anterior, tranquilamente se dejó caer en el pupitre delante de Theo y se dispuso a sacar sus pertenencias de la mochila. Llevaba una extraña combinación entre una camisa de vestir y un jeans, su cabello lucía desordenado y su rostro estaba realmente horrendo por causas a los golpes, pero aun así, se veía como el tipo de chico con el que me gustaría tener mi primera desilusión amorosa.

El timbre sonó, indicándonos el final de la lección. Sacudí la cabeza, pues me había perdido desde la mitad de la lección, y me dediqué a imitar a los demás, a recoger mis pertenencias.

—Recuerden el ensayo para mañana —dijo miss barriguita antes de que el salón comenzara a quedar vacío.

Demonios.

—¿Ensayo? —le pregunté a Trevor en voz baja.

Él rio, sacudiendo su mano frente a mis ojos.

—¿A dónde te habías ido, linda Tessa? Historia de América, ensayo para mañana. —contestó, acomodando la correa de su mochila en su hombro.

Mierda. Tenía que poner un poco más de atención.

Caminé tras de Theo y Trevor hacia la puerta, soportando la tentación de ver hacia atrás, donde Mason aun recogía sus pertenencias. Nos internamos en el pasillo lleno de jóvenes universitarios los cuales se dirigían a sus salones de clases o lugares de descanso. Trevor pasó su brazo sobre mis hombros y me sonrió, mientras prácticamente me arrastraba hacia el patio, hasta que lo escuché llamarme.

—¿Tessa? —dejé de caminar y miré sobre mi hombro, estaba a unos escasos metros de distancia, con sus pupilas negras clavadas directamente en las mías. Noté como me recorrió con la mirada rápidamente, haciéndome sentir incomoda por primera vez, al lucir casi como un chico.

—¿Sí? —contesté.

—Tes —miré a Theo, quien me hacía un gesto con su cabeza para que avanzara.

—¿Puedo hablar contigo un momento? —continuó.

—Te veo en la cancha, Theo —le sonreí y él asintió, yéndose con Trevor.

Volví mi mirada hacia Mason y caminé hacia él. Me detuve a unos metros de distancia, levanté un poco la cabeza para poder verlo a los ojos. Pues su altura no se comparaba con la mía.

—Te escucho —alargué.

Flexionó su brazo izquierdo, e hizo una mueca mientras apretaba su nuca.

—Lo siento —su voz apenas fue audible, sonreí y llevé una mano a mi oído.

—¿Disculpa? No pude escucharte.

—¡Lo siento, joder! —habló elevando la voz. Sin importarle ser escuchado por los que pasaban a nuestro lado.

Di un asentimiento y crucé los brazos a la altura de mi pecho.

—No fue a mí a la que casi envió al hospital.

—No pude controlarme, simplemente me salí de control. No suelo actuar nunca de esa manera —continuó, bajando los hombros.

—Le pasaré el mensaje a mi hermano —manifesté antes de girarme y caminar hacia la puerta.

Inhala, exhala, da un paso. Inhala, exhala, otro paso. Ya casi llegas a la salida, Tessa, tú puedes. Aún podía sentir su mirada siguiéndome, lo que provocaba terribles cosas en mi estómago.

—Tessa —volvió a llamarme. Lo miré sobre mi hombro y él abrió los brazos—. ¿En serio tienes que ser tan terca?

Regresé mi vista al frente, mordiendo mi labio inferior para evitar sonreír.

¿En serio tienes que ser tan patán?

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